Showing posts with label poesía de Vara. Show all posts
Showing posts with label poesía de Vara. Show all posts

Thursday, September 22, 2016

LA RELIGIÓN DE VIVIR EN TI



LA RELIGIÓN DE VIVIR EN TI














José Manuel Vara          
22/09/16

El trabajo nos absorbe
y la vida se disuelve
tras los grises
de momentos creativos
amputados
por la fiereza ciega e inmisericorde
de la rutina atroz,
devorasueños,
escupedramas,
indecente como la mediocridad social
imperante
a nuestro alrededor,
y bajo sábanas con regusto a trauma
construimos nuestro frágil
refugio personal compartido
para escapar de nuestros miedos
más abyectos,
y creamos momentos estancos
de pasión ciega,
arrebatada…
donde las pieles se retroalimentan
en batallas cuerpo a cuerpo,
lengua a lengua,
mente a mente…
con sudor como lubricante emocional
capaz de devorar abismos interiores,
que, juntos, devienen menos fieros,
menos aterradores…
sudor y olor a deseo
capaces de apagar mil infiernos…
mientras ternura infinita
se extiende como virus
por todas y cada una de las cavidades
de nuestros corazones.
Corazones como músculo,
músculo como arma visceral,
víscera como sentimiento,
sentimiento como religión,
la religión de vivir en ti.


FOTO: Laia Ibañez

Tuesday, June 28, 2016

NO EXISTEN LAS ISLAS



No existen las islas.
 
















Las islas interiores no existen,
la sensación de vacío quizá sí...
...lo imaginario funciona,
pero en un momento de combustión
todo se puede hacer añicos,
como si costara tanto predecir las cosas...
Entramado neurótico
de conciencia criminal absurda,
que te recuerda obstinadamente
que las islas interiores no existen,
y mucho menos aquellas
que nos permitan
refugiarnos
de nosotros mismos.


Foto:  La Lobera- Isla Espiritu Santo, Baja California Sur
(El término de busca en Google fue el de "NO ISLA")





Tuesday, March 29, 2016

LAS GUERRAS ÍNTIMAS

LAS GUERRAS ÍNTIMAS
Poema de Vara publicado en revista Excodra nº 29: LA GUERRA.




Las guerras íntimas

José Manuel Vara


Las guerras íntimas se iniciaron
con los disparos de metralla desde tu boca
generando reproches que comprendían
una infinita gama de negros y grises,
salpicados de tonos de desesperanza,
rabia, ira y, ocasionalmente, fracaso personal…

Ira como detonante,
Violencia que vendieron como nacida de la nada,
agresividad innata como segunda piel,
corazones desgarrados por las fiebres de la ira,
una ira despótica como pedregada desbocada
en infierno de tempestades emocionales;
el fragor de la batalla antes de una ruptura
el silencio atroz tras la derrota del amor,
sangre derramada en urinarios de suicidas,
semen acumulado en desagües oxidados
tras la muerte de la pasión;

estandartes ennegrecidos sobre suelo marchito
de habitación violenta,
arrebato de ira que nos contaminó
con el virus del sufrimiento visceral,
irreversiblemente destructivo
como voz rota de viejo cantante de jazz
consumido por la heroína…
y, de fondo, los graznidos omnipresentes
de los cuervos,
ciñéndose estrictamente al guión,
guión escrito por un demonio menor
borracho de ira malsana,
esa violencia subliminal que arrasó
universos infinitos de ternura
donde la rabia mutó en arma de combate cuerpo a cuerpo,
encarnecido y sofisticado en crueldad.

Rabia como odio,
ese odio que es una palabra breve,
pero dolorosa,
una consonante criminal
y tres vocales hirientes,
desgarradoras…

(y una de ellas repetida con orgullo)

Odio es más que un concepto,
es una áspera emoción,
que se cuaja como clavos oxidados
en el epicentro del corazón.

Odio es alambre de espinos,
es campo de concentración,
quirófano de miedos
y quimioterapia inútil
frente a tumor emocional.

Odio es una palabra breve,
casi como un suspiro.

Odio es rabia egoísta
y frustración narcisista.
Odio es dependencia enfermiza,
celotipia afectiva,
lujuria de crueldades
engendradas en manicomios de angustia
y de dolor.

El odio enciende las hogueras
de la nueva Inquisición:
Es una áspera emoción,
que se cuaja como clavos oxidados
en el epicentro del corazón.

El odio enciende las hogueras
de la nueva Inquisición,
aquella que nos devora por dentro
y nos amamanta como psicópatas
de feria ambulante
en suburbio infectado
por el virus de la mediocridad,
que fue creado en laboratorios de lujo
bajo la sombra de enormes fortunas
de tipos que se creen mejor que tú.

Odio es una puta del alma.

Odio es básicamente rabia,
y una palabra envenenada
en el cerebro de un francotirador.

Y el FRACASO EMOCIONAL como conclusión inevitable
de esa contienda absurda
por mantener ese delirante status
de poseedores de la verdad absoluta,
que tanto daño nos hace,
nos hizo,
nos hará,
invariablemente, hacia dentro,
en lo más profundo de nuestras emociones,
que conservábamos en tarros de cristal
impregnados de soluciones de formol,
resguardando esa esencia de inocencia de niño,
que sólo usábamos en los momentos de dolor
más extremo.

Extremo como el uso de toda tu artillería pesada
contra desprotegido corazón,
blindado únicamente por venas cansadas de serlo
y arterias heridas en su orgullo,
aquél que nunca, tal vez, tuvieron…

Y los misiles tierra-aire diezmando, inmisericordes
(todo en las guerras íntimas lo es)
las escasas ganas que teníamos de luchar
“por salvar lo nuestro”.

Nuestro,
pronombre posesivo de primera persona del plural.

Gramática ausente de sentimientos, afectos y emoción,
gramática apocalíptica,
gramática fría como balas perdidas,
disparadas en la lejanía del olvido
por francotirador
mutilado de afectos,
(afectos que devienen en odio
y el Odio que es básicamente rabia,
y, además, una palabra envenenada en su cerebro,
que soporta un viejo lastre)
con pesada mochila de carencias afectivas,
mochila cosida literalmente a su espalda,
más allá de la ominosa percepción del dolor:

Ese dolor extremo,
extremo como este proyecto de guerra íntima
que iniciamos aquel atípico mes de junio,
seis meses después de la muerte de nuestro único hijo
en aquel absurdo accidente de tráfico,
accidente que nos condenó
(a la rabia infinita y)
al infierno de una vida vacía,
y al coma auto-inducido del reproche infinito,
que busca otro culpable que no sea uno mismo,
por una vez,
por un instante,
por un segundo,
ese culpable que no sea yo:
pronombre personal de primera persona del singular.