Paola Klug de Meza
"Pondrè a Secar mis Sueños"
de Paola Klug De Meza, el Domingo, 15 de mayo de 2011 a las 19:51
Pondré a secar mis sueños,
Mis ansias de control,
Mi paranoia y mis patologías.
Me haré una Diosa que cante tangos polacos
Sumida en la indiferencia, en la inmutabilidad.
Pondré a secar mis sueños,
Mis fobias, mis muertes,
Los misterios de color azul y mis recuerdos olvidados,
El circo en que respiro.
Pondré a secar mis sueños,
Mis equívocos, el lugar en que nací,
Mis genes, mi sangre.
Las lágrimas de una niña, los dos cigarros que me quedan.
Pondré a secar mis sueños,
La palabra amor, las tormentas y los tiempos,
La voz de alma vieja, la infancia, los aviones y el espacio.
Las burbujas de baño y mi cafetera,
Mis demonios, mis ojos ciegos, los retratos de la muerte,
Los dulces dados por extraños, mis prisiones, las plumas de pavo real,
El féretro de mis manos, el árbol del ahorcado, el lápiz con el que escribo.
Pondré a secar mis sueños, mis aullidos de lobo,
El mundo sepia, mis zapatos rosas,
El bosque rojo, mis palabras en ruso,
Mí jodida humanidad…
Paola Klug
“El Test de Roschard y El Diagnòstico la Niña Mariposa”
de Paola Klug De Meza, el Martes, 10 de mayo de 2011 a las 5:53
Entré asustada al consultorio, me había ganado mi estancia en el loquero por algo que hice, yo solo recuerdo el vomito verde de mi lavado estomacal.
Dos sillas de madera barnizada- me gustan los detalles- una lámpara de cerámica barata y una computadora rodeada de papeles y archivos médicos en un escritorio metálico, estaba en el desierto, si.
El Doctor Cuevas me miraba impasible desde su silla-altar. Yo, la juzgada, estaba con una bata blanca y sandalias de plástico verde en el banquillo de los acusados. Saco unas láminas del cajón.
Puso la primera entre mis manos, ¿Qué ves aquí?- me preguntó.
-Una pecera azul en el aire.
Dos: Lágrimas de sangre de una abeja
Tres: Una tortuga jugando tiro al blanco.
Cuatro: El nacimiento de los sueños de un pez con corbata.
Cinco: Una fotografía disparando al ojo de mi ventana.
Seis: El cráneo de un gato aprisionado por catarinas.
Siete: Ángulos de fuego en los labios de mi cama.
Ocho: Un manto sepia cubriendo el frasco donde escondo los puros de mi papá.
Nueve: Flores tatuadas en los brazos de la muerte.
Diez: La niña mariposa encerrada mientras habla con un estúpido.
Me miró fijamente y sonreí. Sé que si hubiera dicho que amaba a mi padre y quería matar a mi madre el diagnosticarme hubiera sido más fácil para él, pero a veces me gusta hacerlos pensar.
-Mañana tienes consulta a las tres, puedes retirarte.
Más tarde, mientras veía el pequeño jardín del hospital por la ventana de aquel horrible sexto piso encontré al Dr. Cuevas sentado en una banca moviéndose los huevos de un lado a otro.
Aun ahora me pregunto porque creen que las mujeres envidiamos su estorboso paquete entre las piernas…
Después de tres meses de terapia, dibujos, trabajos manuales y pláticas ordinarias, obtuve mi alta. Años después encontré junto a las recetas de antidepresivos que jamás utilice mí diagnostico psiquiátrico:
-Episodio Depresivo frecuencia 35
-Trastorno de Ansiedad frecuencia 11
-Trastorno Mixto frecuencia 22
-Trastorno de Adaptación frecuencia 32
-Demencia frecuencia 7
-Trastorno de Sueño Vigilia frecuencia 12
-Esquizofrenia frecuencia 2
-Otros frecuencia 4
Me pregunto si en esos “Otros” está mi exceso de imaginación y mi intolerancia a la estupidez de los discípulos de Freud…
Paola Klug
“Nuestra Tierra Huele a Muerte”
de Paola Klug De Meza, el Viernes, 29 de abril de 2011 a las 6:07
Nuestra tierra huele a muerte, con balas, con machetes, con cuchillos, con metrallas…
Muerte encapuchada, muerte cobarde.
Y la carne es secuestrada, torturada, mutilada en silencio, en la oscuridad.
La muerte que elige al azar en los camiones del norte,
Que vomita casquillos en la cabeza de inocentes,
Que desangra en las carreteras y en los malecones…
Nuestra tierra huele a sangre,
A dolor, a ira, a incomprensión.
Y la muerte nos vigila cerca,
Nos hace cómplices temerosos, pusilánimes egoístas…
Y corremos, nos hincamos, nos callamos y huimos.
Nuestra tierra huele a muerte,
De retenes, revisiones, violaciones, e interrogatorios.
Huele a muerte de fosas, de cabezas, de amenazas, de terror.
La muerte llamada gobierno, instituciones, violencia, apatía, bancos, dinero, mentira, televisión, periódicos, radio, democracia…
¿Cuánto vale nuestra dignidad? ¿Un plasma de 20 pulgadas? ¿Un carro del año? ¿Un contrato, una planta, un certificado, unos gramos de silicón? ¿El cuerpo inerte de un hermano? ¿Padre, madre, hijo?
Nuestra tierra huele a miedo, a balazos, partidos, alianzas, poder…
Y miramos por la ventana tímidamente después de oír los gritos, después salimos al llegar las sirenas y caminamos por la acera ensangrentada donde yace muerto nuestro vecino.
Entramos a casa, ponemos doble cerrojo y dormimos como animales irresolutos, incompletos…
Nuestra tierra huele a indiferencia,
Mañana le pagaremos tributo a esa muerte, con los impuestos, el banco, el súper, la hipoteca y rogaremos por un día más en esta patética subyugación, que huele a huérfanos, a diesel, a debates de circo, a niños quemados, a llanto de madre, a gritos de hermano, a sueños rotos, a vidas quebradas, aviones caídos, cascos con sangre, piernas rotas, caras desfiguradas, miembros castrados…
Nuestra tierra huele a tortura, ambición, a sicarios, a corruptos, a políticos, a desinterés, a insensibilidad a manos atadas,y nosotros hemos vendido a esa muerte nuestro sentido del olfato…
Paola Klug
Paola Klug es el nombre de esta bola de energía condensada, abrió sus ojos por primera vez en el Puerto de Tecolutla Veracruz, es hija de una serpiente y un colibrí. (Nació gracias a una gran serpiente que se interpuso en el camino de la otra gran serpiente)
Siempre odio la escuela y detesta las figuras de autoridad, escribe desde la adolescencia, toma fotografías, es editora de Infraarte y Fundadora de la Revista Cultural Argot & Aisthesis. También es una catarina y algunas noches una libélula que baila en el farol del portón.
Le encanta fumar, adora los tatuajes y el café. Canela es su apodo, y toma jugo de zanahoria con hielos.
Es fanática de Bukowski, Chopin y Juan Matus.
Vive Libre y escribe libre