Monday, May 31, 2010

Ángeles vistos por Badalona DF...


Patty, en el bar de al lado de la estación de Badalona.
Foto: Vara
(con la emoción en los ojos...)

Sunday, May 30, 2010

Friday, May 28, 2010

Migoya y no sé qué de que me quites las manos de encima...



El martes 1 de junio a las 19:30h, en la Librería ALIBRI de Barcelona, tendrá lugar el acto de presentación de "QUÍTAME TUS SUCIAS MANOS DE ENCIMA", la última novela de Hernán Migoya, a cargo de la editora Ana S. Pareja y la escritora Leah Bonnin, con la presencia del autor. También se inaugurará una exposición de reproducciones con una selección de las 50 asombrosas ilustraciones que incluye la obra, de autores tan prestigiosos como Peter Bagge, Max, Paco Roca, Santiago Sequeiros, Daniel Acuña, Diego Olmos, Miguel Ángel Martín, Mauro Entrialgo, Daniel Torres y un largo etcétera...



La Librería ALIBRI es un icono en la ciudad condal y se revela un lugar ideal para esta gran presentación. Está ubicada en la calle Balmes nº 26 de Barcelona. La exposición permanecerá abierta hasta el 15 de Junio.





"Quítame tus sucias manos de encima" es una ambiciosa y sensorial novela sobre una sociedad futurista y totalitaria donde la cultura escrita ha sido erradicada. Su polifacético autor Hernán Migoya (Olimpita) realiza un homenaje a los pulps americanos, las películas de serie B y el género de la novela popular, y que incluye ilustraciones realizadas por medio centenar de los mejores dibujantes actuales de España y Sudamérica.





"¿Cómo puede Migoya ser tan ambicioso y a la vez tan divertido? Una declaración de amor a la ficción tan apasionada como brillante". NACHO VIGALONDO



"Mezcla afortunada entre Mundo Caníbal, Pantaleón y las visitadoras y un Peckimpah la tarde de la peor de sus resacas". ANTONIO BAÑOS, REVISTA QUÉ LEER





¡No te lo pierdas! ¡Se obsequiará a todos los asistentes con una copa de buen vino!





Qué: ACTO DE PRESENTACIÓN DE ¡QUÍTAME TUS SUCIAS MANOS DE ENCIMA! DE HENÁN MIGOYA.

Dónde: LIBRERÍA ALIBRÍ. Calle Balmes nº 26. Barcelona.

Cuándo: Martes 1 de junio a las 19:30h.

Con la presencia de Hernán Migoya, Ana S. Pareja y Leah Bonnin.





Conoce más sobre Hernán Migoya en esta entrevista publicada en QUÉ LEER de Junio de 2010.




Thursday, May 27, 2010

Ovarios sinceros... Ana Vizious Linger

Tomado prestado de:
http://teoracta.blogspot.com/

Choose your life (si puedes o te dejan...)




"Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas, elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos. Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige el bricolaje y preguntarte quien coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura. Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para remplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida. ¿Pero por qué iba yo a querer hacer algo así?. Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. Quién necesita razones cuando tienes heroína.". (Ewan Mc.Gregor en Trainspotting)



La vida de un drogadicto se limita a encontrar la manera de conseguir un chute, la vida de alguien normal y correcto se basa en miles de preocupaciones insustanciales que nos llenan la puta cabeza. Últimamente estoy asqueada, televisión, microondas, coche, picar el tiquet, comida precocinada, esmalte de uñas, adsl, psp, tdt, vhs, dvd... tonterías. Y sí, es de hipócritas criticar todo esto en un blog informatizado pero yo nunca he dicho que no lo sea.



Ser diferente es tan asquerosamente dificil, me encantaría pensar como todos, estudia para tener un futuro, una casa, un marido, un crio, un perro, un coche, una hipoteca, unas facturas, visitar a la suegra, otro crio, facturas, una casa más grande... gilipolleces. Sólo necesito vivir, no sobrevivir, el simple hecho de perder 8-10-12 horas de tu día trabajando es una manera de perder la vida, no me refiero a trabajos por vocación, yo mismamente quiero ser profesora algún día, me refiero a trabajos insatisfactorios y rutinarios que solo consumen la vida día tras día, regalamos media vida por dinero, nuestra dignidad por dinero, somos todos unas Putas.



¿Quién decide qué es lo correcto y qué no? Todo está regulado y reglado a nuestro alrededor y quien se sale de esos margenes es un delincuente, un yonki, un mendigo, un tipo raro, un cerrado. ¿Cerrado? No querer pertenecer al engranaje social no es de ser cerrado, no querer pertenecer a estas tribus urbanas que llevan esloganes como una marca pegada en la frente no es ser cerrado, decir que todos són unos hipócritas y unos cretinos no es de ser cerrado, es de ser realista.



Yo soy una persona odiosa, aparento tranquilidad y simpatía aunque la mayoría de la gente me repugne, conozco mucha gente y mucha gente me aprecia pero no es recriproco, la gente es idiota. Yo tambien, pero yo me consiento serlo.



Si fuese por mí haría años que viviría apartada, en el campo, plantando para comer y sudando de todo, tengo imaginación suficiente como para no necesitar electricidad ni nada por el estilo, pero claro, todos tenemos una familia que espera mucho de nosotros, un cariño que sin querer hemos ido adquiriendo hacia ellos con los años y un binculo moral hacia ellos. De momento.



Suerte que dentro de poco gracias a la crisis y estas tonterías políticas los enfermos como yo conseguiremos despertar lo que esta sociedad necesita: el caos.


Patty de Frutos Comes To Badalona DF. (2)



No hay pasta...
esta es la imagen virtual de lo que sería la entrada del OMD-3 de Pomar (Badalona),
-si tuviésemos presupuesto-,
para el evento de Patty de Frutos en Badalona...
soñar es gratis
e imaginar es nuestra mejor arma...
Patty de Frutos comes to Badalona DF


Tuesday, May 25, 2010

La balada del asesino del cáncer terminal.


La balada del asesino de cáncer terminal





“Hay que darle un sentido a la vida,

por el hecho mismo de que carece de sentido.”

Henry Miller



“Soledad era independencia, yo me la había deseado, y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas."

El lobo estepario. Herman Hesse











Hastío en el desierto de la Nada

con trasfondo de ideología herida

en núcleo familiar de carácter desestructurado,

más allá de las viejas creencias

de una sociedad envilecida de caducidad

y un estilo educacional vomitado a destiempo,

como cánceres de útero de mujeres de alquiler…

…y las canciones de los abortados

en jukebox fantasmagóricos en moteles de carretera;

Norman Bates fue la norma algún tiempo,

esa norma que desquició a los bienpensantes ,

-agónicos defensores de una moral absurda-;

Luego vino la Realidad,

y Charles Manson los abatió a ritmos sesenteros,

la helterskeltermanía acababa de nacer,

y es de todos sabido

que el Anticristo vino para quedarse,

y su semilla germinó en los libros de Herman Hesse

y su lobo de la estepa;

y confundimos filosofía con muerte a plazos,

y los plazos los metimos en un coctel de ansiedad,

la ansiedad que nos hizo adictos

a un mundo miserable

donde los asesinos son ídolos de masas

porque aportan ideas originales

al agonizante universo mediático;

las mujeres saturando la oficina de correos

enviando cartas de amor a asesinos en serie,

la muerte con ánimo de lucro en televisión,

esa televisión que amamanta con calostros de Morbo,

el morbo de la descripción detallada de una autopsia,

eso sí, intentaremos que sea una autopsia ajena…;

…los asesinos en serie

Son los seres más honestos de este planeta,

ya que ellos no mienten,

y la sociedad del bienestar,

-“el dolor es menos dolor si joden a otro”-,

amasa fortunas

con los royalties que generan las historias de los cadáveres

que van dejando tras de sí,

que, gritando desde sus tumbas de olvido,

reclaman elevados índices de audiencia

en el mundobasura en el que se ha convertido

nuestro mundo apodado “civilizado”,

nuestro mundo tecnológico y solitario,

nuestro amado/odiado mundo moderno…;

hay gente que afirma,

-amenazando con arrancarse los ojos en riguroso directo-,

que el tercer secreto de Fátima

es que Jesucristo no era más que un serial killer;

las escrituras sagradas sólo son una mentira más

en un vasto océano de engaños pactados,

donde los tsunamis son gritos mudos

de víctimas propiciatorias

esperando ser ajusticiadas en emisiones en directo,

en un fiero y descarnado reality

del dolor interno,

donde cada dentellada sincera

vale apenas mil euros…

…la balada del asesino de cáncer terminal

Está tejida de células catódicas muertas,

muertas como una humanidad que apesta

a rancio, a podrido, a vómito y a pus…



(y, de repente, alguien cambia la bolsa del suero)



Y, luego, el puto ruido blanco…

como esperma etílico de la conjura de los necios.





                                                                                                                Fin de la Broma Ácida

                                                                                                                                 20/05/2010

Monday, May 24, 2010

inside Prismática

  Paula Grau
ensayando  en "Inside Prismática",
un mini-documental/homenaje de Vara. Gracias a Paula, Natan, José y Sergi.

Friday, May 21, 2010

La Grau...

Cuando alguien te cae bien que sencillo discurre todo...
"óptica orgánica, filtros sintéticos, viscerales y ancestrales"

y como tú sueles decir:
"besos de ruido, de melodía y de silencios"

que la curiosidad infinita siga siendo siempre tu compañera de viaje...

Paula Grau: ensayos.



fotos: Vara (Ensayando "Prismática")

Thursday, May 20, 2010

Paula Grau, Prismática. En Paisajes Eléctricos.












Foto by Vara

Artículo tomado de:
http://www.paisajeselectricos.com/material/paula-grau-prismatica.html


Para cualquier seguidor mediano de la trayectoria de Javier Corcobado será todo un placer encontrarse con el nombre de Paula Grau en solitario. Ha tocado las teclas y proporcionado oníricos ambientes en "Fotografíando Al Corazón", "Editor De Sueños" y "A Nadie" del gran Corcobado, además de acompañarle a México y en varias giras. A fines de los 90 tuvo su primer contacto musical (también es pintora) con el proyecto Asland. Pero este "Prismática" es el primer disco a su nombre y su obra más personal.


Video :
http://www.youtube.com/watch?v=XJNpi2duoHs




Para ello ha fichado por el trabajador sello Tsunami Music y su disco acaba de ser lanzado junto a los de Monoculture y The Leadings. Tienes más información en www.tsunamimusic.net, pero te diremos que en este sello han labrado su excelsa trayectoria los recordados Mandalas, además de presentar otros interesantes grupos en esa onda como Five Mix Colors, Longo o Kulyela. Tienen un subsello para música electrónica arriesgada y experimental que se llama Medusa Music y donde han aparecido apreciables discos de RMSonce, Matter o Electrónica Discreta. También cabe un subsello de rock'n'roll llamado Blowfish Music donde ha aparecido Liquid Machine, donde milita Jaime L. Pantaleón de 12Twelve. También publican los trabajos de DJ Gato y DJ Amable (esos apreciados recopilatorios con lo más pinchado anualmente en Razzmatazz). Poco a poco se van abriendo también al mercado internacional y tienen en sus filas a The Chemistry Set, pronto con nuevo disco al igual que la cantante ucraniana Zhanna. Nos pueden deparar interesantes sorpresas con un acuerdo de colaboración prácticamente a punto con el sello mexicano Love Recs. ¡Tipos inquietos, vamos!


'el ojo retrovisor'
Como inquieta ha sido siempre Paula Grau. Se nota que este disco ha sido muy especial para ella y se nota el tiempo invertido en su creación. La producción del prestigioso mexicano (está grabado allí) Gerry Rosado es perfecta para su sonido y combina con maestría aromas electrónicos con otros de corte más orgánico. Javier Arnal mete su guitarra en la acústica "Presa motriz". "Electroshock" es más electrónica con un punto romántico entre OMD y B-Movie que me encanta. No podía faltar la colaboración de Corcobado que mete su guitarra tempestad en la oscura "El ojo retrovisor" que cuenta también con un interesante vídeo. En "Peones como reinas" Corcobado pone sus coros y el resultado tira hacia un Burial más hermético. "Persecución" suena ruidista y muy misteriosa y en "Sin gravedad" vuelve el sonido más orgánico con una romántica calma que puede recordarnos incluso a Vainica Doble. Su primera colaboradora en Asland, Vera Acacio, también pone su toque maestro con el piano, por ejemplo en "Jardín Gris". Trabajo muy interesante y arriesgado que se dispone a defender en directo junto a Sergi Cabanes (Viva Maestro), Natan Nexus y sus programaciones y José Demian. Ella cantará y se hará cargo de múltiples sintetizadores. Artistas así de arriesgados, merecen más reconocimiento y compartir con ellos sus discos y sus apasionados directos.

_texto: Txema Mañeru.

Wednesday, May 19, 2010

Pupa Morbo, by Daniela Montella.

Pūpa Morbo




















[Mr. Odio]



C’erano almeno due cose da notare mentre, sotto il pigro sguardo di un solo testimone, il tramonto si tingeva di rosso. La prima era l’assoluta mancanza di un qualunque essere vivente nel raggio di chilometri. Il vento soffiava sottovoce per non disturbare il silenzio. Sembrava ne avesse paura, e nessuno avrebbe potuto capirlo se non il suddetto testimone; ma questi era troppo preso dalla sua occupazione – criticare il tramonto – per spaventarsi. L’altra cosa da notare era il piccione appena morto nella bocca di quello che sembrava un cane impagliato. O meglio, le sue piume. Si staccavano a decine dal corpo immobile e cadevano come fatte di piombo. Il vento, per quanto discreto, non riusciva a muoverle; ma il testimone, dicevamo, non voleva interessarsi né al silenzio né alle piume. Preferiva studiare il modo in cui le nuvole al tramonto sembrassero sporche di sangue e come il mare, sotto, le osservasse morboso. Cercò di immaginare quelle nuvole come ad festoso banchetto di persone che mangiano altre persone. Uomini che mangiano madri, donne che inghiottono sé stesse, vecchi che si divorano gli intestini. Nuvole gonfie di carne cruda; nuvole cannibali. Avrebbe dovuto preoccuparsene, forse, come aveva sempre fatto il suo psichiatra. Gli chiedeva: cosa vedi qui? E mostrava una macchia. E qui? Altra macchia. Lui rispondeva subito – sangue, spesso, o una cistifellea ancora calda, o un’arteria incastrata fra gli incisivi – lo psichiatra scriveva qualcosa e lo mandava via. Si era preoccupato molto per lui; ma questo non aveva importanza, essendo morto. Le persone avevano un valore finché respiravano, ma avere potere era renderle oggetti. Al dottore aveva dato ascolto finché non aveva visto la sua testa spaccarsi, vuota, come un oggetto inutile, ed era stata la fine. Come terapeuta aveva solo sé stesso e non pensava di essere malato. Non c’era nulla da curare in una sana e costruttiva ossessione omicida. No, pensava Mr. Odio (si era ribattezzato così dopo la Prima Ondata che aveva distrutto gran parte degli uffici pubblici, e, di conseguenza, le facezie legate al suo nome): non era un assassino, ma un innocuo buongustaio.



Se qualcuno di sua conoscenza fosse sopravvissuto, gli avrebbe certo fatto notare la sua fortuna: trovarsi in una clinica isolata dal resto del mondo durante la Prima Ondata aveva fatto gran parte del lavoro. Poi l’infermiera, la signorina Malatesta – quanta ironia per una che lavorava coi pazzi! – andò in città e tornò senza braccio sinistro, né panico. Mr. Odio la ricordava con simpatia. Era rimasta calma, con la fede incrollabile e i sani principi, fino alla fine. Sarebbe stata una vittima perfetta, avrebbe pensato dopo. Non senza rammarico. Ma non aveva avuto modo di rimpiangerla subito: il morbo era fra loro. Da Malatesta alla caposala, dalla caposala al suo psichiatra, dal suo psichiatra a Leonardo – era uscito a fumare, il pezzente – e da Leonardo agli altri, attirati dalle urla. Mr. Odio si era salvato per quello che il suo psichiatra stava cercando di curare da anni: quel modo che aveva, sempre uguale, di avvicinare solo ragazzini dall'aspetto succulento, evitando qualunque altra forma di contatto umano. Era sbagliato, dicevano. Lo avevano sempre trattato come lo scarto, il pazzo, il criminale. E, alla fine, chi era sopravvissuto? Chi, fra tutti? Lui! Solo lui! Questo lo rassicurava: il mondo stava migliorando, ricompensandolo dei torti subiti. Avrebbe trovato nuovi posti da visitare, girato il mondo come aveva sempre sognato, e chissà: qualcuno, forse, era sopravvissuto comunque. Qualcuno con la placida grazia della Malatesta, con la carne tenera e un buon sapore. Sapeva, in qualche modo, che quella doveva essere la fine del mondo e che avrebbe dovuto rattristarsene, ma non gli riusciva. L’unica cosa a cui riusciva a pensare era al tempo: era morto col mondo. Non esistevano più i giorni o i mesi, non aveva scadenze, non aveva medicine da prendere agli orari stabiliti (otto – dodici – sedici) e, di conseguenza, non esistevano gli anni: lui non sarebbe mai invecchiato. Non sarebbe mai morto. Aveva trovato la ricetta dell’eternità: rinunciare al tempo. A saperlo...



'Mr. Odio PARTE E VA, SIGNORI', pensò spavaldo. Sorrise al cielo cannibale. Si amava molto. Prese la strada lunga, quella che fiancheggiava la costa, per restare con il panorama mentre guidava. Il mare raccoglieva il sangue che cadeva dalle nuvole e le onde gli mandarono mille baci d’addio, augurandogli buon viaggio alla ricerca di una nuova, splendida ricaduta.



[Letizia]



“Non so dirti come sia cominciato tutto da me, ma posso dirti come è continuato: male. Insomma, chi se lo aspettava?” sbottò Michail nell’accendersi un’altra sigaretta con le mani tremanti e il fiato corto. La quarta in mezz’ora, secondo Letizia. Michail era strano, ma lei aveva già deciso di trovarlo simpatico. Era l’unico che avesse trovato in quattro giorni. Quattro soli, cinque lune, e abbastanza ricordi da rabbrividire per sempre: doveva farselo piacere per forza. All’inizio ne aveva avuto paura; tremava, balbettava, così lungo e secco, con i piercing e la testa rasata, la parlantina a scatti e senza un filo logico – come se i pensieri lo assalissero tutti insieme, e lui non avesse modo di scegliere a quale dare voce. Ma lei era troppo giovane e inesperta: una ragazzina sola dopo una catastrofe. Finire nelle mani di un criminale dall’aspetto pericoloso le sembrava normale: la sua sopravvivenza era fuori discussione. Michail, invece, non era né un pazzo né un assassino. Le aveva fatto vedere la sua casa, che aveva adibito a nascondiglio a prova di intrusi durante la Prima Ondata, e le aveva spiegato come se l’era cavata, con le scorte di cibo accumulate appena in tempo e la piccola radio che aveva costruito nella speranza di comunicare con altre persone; 'speravo di trovare qualcuno ancora vivo', aveva detto con l’aria di chi vede un desiderio realizzato a metà. Letizia, lo sapeva benissimo, non era l’ideale per lui. Non sapeva fare niente; l’unica cosa che le era riuscita bene era sopravvivere, e non sapeva neanche come avesse fatto. Non lo ricordava. Era come se i ricordi le avessero intasato il cervello, bloccandolo. Si sentiva un involucro vuoto. Era come se il morbo l’avesse colpita solo dentro, ma il suo corpo resistesse ancora.



“Insomma” stava dicendo Michail “so che improvvisamente tutti hanno cominciato a morire. Ma non erano morti normali, no: erano tutti manichini, ecco perché morivano. Diventavano di gesso, vuoti, e una roba vuota mica è viva, no?”

“No”

“Tu cosa sai?”

“Quello che mi stai dicendo tu”

“Io so anche altro” proruppe Michail, nevrotico “so che i medici hanno trovato un nome a ‘sto virus. Lo hanno chiamato pūpa, tipo marionette in greco, o latino, l’ho sentito in una delle ultime trasmissioni radio. Ma – dico – la gente muore e vuoi dargli un nome? Trova la cura, dico bene?”

“Già”



Rimasero in silenzio. La stufetta alogena illuminava la stanza di un giallo tenue e caldo, della stessa tonalità di un fuoco acceso, ma senza lo scoppiettìo del legno; questo fece calare tutto in un silenzio assoluto. Li avvolse. La stanza era impregnata di un silenzio agghiacciante, come quello che avevano respirato nelle strade. Era un silenzio che non si aspettava ci fossero ancora orecchie per sentirlo. Letizia pensò: silenzio. Aveva un nome. Dare un nome alle cose voleva dire renderle, a loro modo, reali. Con un nome avevano modo di essere toccate, percepite. Non bisognava avere paura. Questo le aveva detto la maestra, una volta, alle elementari:



“Dare un nome alle cose le rende meno spaventose”



Trasalirono entrambi. Lei aveva parlato ad alta voce senza accorgersene e si era spaventata da sola. Aveva parlato con un tono da vecchia allucinata che le aveva fatto venire i brividi. Non aveva mai sentito niente di simile. Era indecisa se preoccuparsi o scoppiare a ridere. Michail, dal canto suo, si era già ripreso.



“Cosetta” rispose “quella roba uccide. Che abbia un nome o no non importa. E comunque” aggiunse, in preda ad un altro pensiero improvviso “dicono che da qualche parte si siano radunate un sacco di persone per sfuggire al virus. Tipo ad est, verso la Slovenia. L’ho sentito nell’ultimissima comunicazione via radio. Ci andiamo?”



Lei lo guardò. Aveva una scintilla negli occhi, un estro selvaggio carico di promesse; e, per la prima volta da che era cominciato tutto, ebbe la precisa e netta sensazione di avere davvero, ancora, la possibilità di salvarsi. Fu forse per questo che risposte, subito:



“Sì.”



[Michail]



Io e la piccoletta decidiamo di avviarci. Mi sembra di dover partire per una vacanza al mare. Sono pieno di quel nervosismo fastidioso, acuto, un’ansia che corre sottopelle. Penso di aver dimenticato qualcosa. È un pungolo continuo dietro la nuca. È che stavolta non posso permettermi di dimenticare qualcosa. Non deve mancarci niente. Controllo tutto almeno dieci volte. Ho le coordinate, la benzina, l’acqua, le provviste. Siamo pronti. Lei la faccio entrare in macchina mezzo addormentata, le metto la cintura e le dico di continuare a dormire. Le piace fare l’adulta, ma io la vedo, con quegli occhioni e le braccia sottili come rametti secchi – non ha paura di rompersi, quando cammina? Io ne avrei. È una bambina. Deve ancora capire cosa sta succedendo. Conosce tutta la storia, ma non ha realizzato davvero. Come potrebbe? Alla sua età non mi rendevo conto neanche di chi fossi io. Di fronte ad un’epidemia del genere non avrei fatto niente. Mi sarei messo lì ad aspettare che venisse a prendermi. Avrei cercato il contagio, forse. Non avrei potuto fare altro. Perché invece non l’ho fatto? E lei, perché non lo ha fatto? Mi fa sentire strano. Pensavo che avere qualcuno a cui badare portasse sicurezza. Quando l’ho trovata, a camminare tutta calma fra i cadaveri – bambole di cartongesso coi vestiti, manichini scampati alle vetrine – avrebbe potuto essere un film tutto cadaveri e sparatorie e macchine veloci, diretto da Rodriguez – e lo avrei visto al cinema e mi sarebbe piaciuto – chi avrebbe interpretato me? – ho pensato di volerla difendere, e che questo mi avrebbe portato in capo al mondo. Adesso guido verso una destinazione completamente sconosciuta e non ne sono più così sicuro. Forse la ragazzina mi sta contagiando con la sua fragilità. La guardo e penso che un giorno avrò le sue stesse braccia rachitiche e gli occhi di brace. Forse non ho la stoffa del sopravvissuto e la mia è stata solo fortuna. Penso che, col morbo, tutto si basi sulla fortuna, quindi non è poi così sbagliato. Spero solo di arrivare alla base prima che finisca la benzina. Ho portato le scorte – abbiamo più taniche che provviste – ma non so se basteranno fin laggiù. Ma sopratutto, davvero, spero che ci sia qualcuno pronto ad aiutarci. Spero di non dovermi più affidare alla fortuna. Di veder crescere la piccoletta. Diventerà una donna cazzuta, e non mi sentirò più l’ultimo degli imbecilli inadeguati vicino a lei. Ci mettiamo in cammino. Metto i System of a Down a basso volume per non svegliarla. Penso che per quante volte io cerchi di ripeterlo non mi convincerò mai che è davvero tutto finito, e che questa non è una vacanza. Non so ancora come abbia fatto a cavarmela finora – è stato l’istinto – sono sopravvissuto per qualche decisione azzeccata senza sapere cosa ne sarebbe venuto fuori – e forse la cosa peggiore è questa: chi sopravvive non sa a cosa va incontro, e non può decidere che sia giusto. Dovevamo lasciar perdere e morire? Perché stiamo continuando? Non capisco. Canticchio e lancio uno sguardo alla piccola, e cerco di non pensare più. Penso troppo, e le idee fanno male all'anima.



[Mr. Odio]



La vede al limitare della stazione di servizio. Non sa quale strada ha percorso finora, e non gli interessa. Quando la nota decide che, ancora una volta, il mondo e il destino sono dalla sua parte, facendogli percorrere la via giusta fino a lei. Si concede il lusso di osservarla attentamente. Ha i capelli rossi ed è splendida, con la pelle palliduccia che lascia intravedere vene bluastre e una piccola bocca secca e senza colore, malata e debole. Le braccia diafane sembrano fatte di una carne delicatissima, da far scottare appena sulla piastra. Ha un’espressione da donna adulta – poco innocente, poco incline allo spavento – che non gli piace molto. Ma, pensa, con quel poco che è rimasto dell’umanità bisogna accontentarsi; indugia con lo sguardo sui suoi gomiti sporgenti e le ginocchia ossute, che, in effetti, la rendono ancora piccola. Indossa un paio di calzoncini che gli permettono di guardarle le gambe: ha un livido sul polpaccio sinistro e delle scarpe basse da cui spuntano dei calzini bianchi, che la rendono definitivamente una bambina; quel tanto che basta per convincerlo che, sì, sarà il suo prossimo pasto. Le nuvole cannibali lo hanno inseguito nel cammino, e i commensali con le bocche piene di sangue applaudono al suo nuovo pasto: 'scelta eccellente! Fantastica! Un piatto raffinatissimo!'



Lascia che lei lo veda, e che gli si avvicini. Due sopravvissuti che si ritrovano come potrebbe succedere a chiunque, in qualunque luogo del mondo. Gli dice che Michail, il ragazzo con cui è arrivata, è dentro a prendere delle provviste. Lui annuisce, sorride. Cerca di mascherare il disappunto nel vedersi consegnare fra le mani un ragazzo, un giovanotto che l’ha accompagnata, che è stato con lei. Un altro maschio che ha toccato la sua pelle, palpato la sua carne e le sue piccole ossa magre, non gli piace. Inoltre, non ha mai mangiato un maschio. Non hanno un buon sapore: non sono come le ragazze. Non hanno lo stesso gusto. Non c’è la stessa voglia. Pensa, con un moto di fastidio, che, con le poche scelte a disposizione, forse si dovrà ridurre a mangiare anche dei maschi. Mai, pensa. Piuttosto morirà di fame. Ma le nuvole, ingozzandosi di viscere, gli ricordano che non è il momento di preoccuparsene. Che faccia il gentiluomo col suo pasto. La guarda, le sorride di nuovo. Si presenta come uno psichiatra scampato per miracolo al morbo che ha infettato i suoi pazienti.



[Letizia]



Letizia era sollevata. Dunque non erano i soli sopravvissuti. Il fatto che ci fossero anche altre persone confermava quello che aveva già cominciato, timidamente, a sperare: c’erano altre persone, e forse alla base di cui parlava Michail avrebbero trovato la salvezza. Le era sembrato in parte un discorso folle, dall’altro aveva voluto crederci. Ed ecco quel qualcuno: quello che avrebbe dovuto rinnovare le loro energie, la loro speranza. Avrebbe voluto urlare, chiamare Michail e farlo accorrere, presentarli, abbracciarlo. Dirgli: 'avevi ragione, Michail'. Era felice. E fu in quell’istante che accadde tutto. Il mondo intorno a lei cominciò ad agitarsi, senza apparente ragione. Come se intorno a lei fosse esploso tutto. Solo dopo capì che il nuovo arrivato l’aveva colpita alla testa. Avrebbe dovuto spaventarsi, forse, o urlare, ma non ne ebbe il tempo. Sentì del sangue colarle addosso, e solo dopo capì che era il suo. Doveva averla colpita con un sasso, o qualcosa del genere, alla testa. Ebbe il tempo di pensare: com’è possibile che sopravvivano i cattivi? Dopo fu ancora peggio, a terra, con le sue mani intorno al collo, che cercava di leccarle via il sangue dalla ferita. Le sembrava di essere fatta di aria, di non avere un vero corpo, di non poter combattere. Il peso svanì pochi istanti dopo. Era Michail, che cercava di combattere contro quell’uomo. Avrebbe voluto aiutarlo, cacciare quel pazzo, scappare prima che succedesse altro. Ma qualcosa non andava. Era una sensazione strana che le fece alzare la testa. Era il silenzio. Già non stavano urlando più. Quando si rese conto della situazione, era troppo tardi: Michail aveva toccato il sangue. Sapeva che in qualche modo era colpa del suo sangue se lui era lì, a terra, le gambe già bianche come quelle dei manichini.



[Michail]



Letizia mormora il mio nome. Sembra mortificata. Non prova dolore – non ne vedo – solo dispiacere. Ha paura per me. Non ha ancora realizzato. Mi guarda. Sarà una bella donna. Deve sopravvivere. Lei non è come me – non avrà dubbi. Ce la farà. Vorrei dirle qualcosa. Qualcosa che possa ricordare. Andrà tutto bene, Cosetta. Se solo potessi. Parlare. Mi chiede scusa. Mi guarda negli occhi. Spero che non pianga. Che sia forte. Cerco di formulare una risposta – non ci riesco – non ho più le gambe – non ho più la pancia – riesco a muovere solo le braccia – vorrei toccarle una guancia – farle capire che non deve scusarsi – non è colpa sua – non è normale, è portatrice sana o come si dice, è una di quelle che non si ammaleranno mai, ce la può fare – Letizia è un’epidemia, e quelle non muoiono – il braccio si ferma a metà strada – sembra che stia facendo l’autostop – come quella volta che andai in Croazia in autostop – era bella la Croazia – e guardo la mia mano diventare un niente – non sento più la mano – strano, non fa male – apro la bocca – devo respirare – a cosa serve? Vorrei guardarla ma non riesco a muovere gli occhi – sono secchi secchi – nonvedonientenonvedononvedo



[Mr. Odio]



“Il tempo non esiste” mormorò.



Il tempo non esisteva, no, e non sarebbe mai guarito. Doveva pur esserci qualcosa per confutare questa tesi: qualcosa che gli dicesse che no, non poteva guarire, ma il morbo non lo avrebbe ucciso lo stesso. Non ne ebbe la forza. Dedicò il suo ultimo pensiero alla bella Adele, quattro anni, carne di burro e ossa di grissino. Anche lui aveva avuto quattro anni, ma nessuno lo aveva mangiato in tempo per impedirgli di arrivare a diciassette e farne fette in padella. Il pensiero di quella carnina tenera gli fece prudere le gengive. Sospirò ricordando il primo, estatico morso, e non si mosse più. I suoi capelli caddero, come piombo. Di lui non rimase altro che una figura di cartongesso in impermeabile. Accanto, il suo pasto mancato stringeva un manichino bianchissimo. Gli avventori della cena cannibale si allontanarono dal cielo in punta di piedi per non dare fastidio. Il vento, intanto, riprendeva a soffiare impetuoso: non aveva più paura.





Daniela Montella




(La traducción es regular tirando a mala... google translator y eso, pero este relato vale la pena... un poco de trabajo e imaginación... y si alguien sabe italiano me haría un favor enorme)



Pupa enfermedad

[Mr. El odio]



Había por lo menos dos cosas a la nota, mientras que en el ojo perezoso de un solo testigo, la puesta del sol se convierte en rojo. El primero fue la falta absoluta de cualquier ser vivo, por millas. El viento soplaba suavemente para no perturbar el silencio. Me parecía que era miedo, y nadie podía entenderlo si el testigo dijo, pero él estaba demasiado preocupado por su trabajo - para criticar la puesta del sol - para asustarse. Otra cosa a la nota fue la paloma recién muerta en la boca de lo que parecía un perro de peluche. O mejor dicho, sus plumas. Fuera de las docenas de la caída de un cuerpo como propiedad y de plomo. El viento, sin embargo discreto, no podía moverse, pero dijo que el testigo, no quería o la atención al silencio o plumas. Prefería estudiar cómo las nubes al atardecer parecían sucias y la sangre como el mar, bajo, comentarios mórbida. Trató de imaginar las nubes como banquete festivo de gente que come la gente. Los hombres que comen las madres, las mujeres que ingieren por derecho propio, los ancianos comen los intestinos. Las nubes hinchadas con la carne cruda; caníbales nubes. Él debe preocuparse, tal vez, como siempre lo había hecho su psiquiatra. Preguntas: ¿qué ve usted aquí? Mostró una mancha. ¿Y aquí? Otra mancha. Él respondió de inmediato - de sangre, a menudo, o una vesícula biliar todavía está caliente, o una arteria situada entre los dientes - el psiquiatra escribió algo y lo despidió. Fue muy preocupados por él, pero eso no importaba, estando muertos. La gente se vale para respirar mientras, sino para tener poder para hacer que los objetos. El médico no hizo caso hasta que vio la cabeza de su ruptura, vacío, inútil como un objeto, y que era el fin. Como terapeuta sólo tenía a sí mismo y no se considera enfermo. No había nada que tratar en una asesina obsesión sana y constructiva. No pensó el señor del odio (que pasó a llamarse así que después de la Primera Ola, que destruyó gran parte de las oficinas del gobierno, y, en consecuencia, las bromas relacionadas con su nombre) no era una asesina, sino un gourmet inofensivo.



Si alguien sabía que había sobrevivido, habría sin duda tomó nota de su buena suerte: estar en una clínica aislada del resto del mundo durante la primera ola había hecho gran parte del trabajo. Entonces la enfermera, la señorita Malatesta - demasiada ironía para alguien que trabajó con locura! - Fui a la ciudad y regresó sin su brazo izquierdo, o pánico. El Sr. odio recordado con afecto. Ella se mantuvo en calma, con una fe inquebrantable y principios sólidos, hasta el final. Sería una víctima perfecta, pensó más tarde. No sin pesar. Pero no tenía forma de lamentar una vez: la enfermedad estaba entre ellos. Malatesta de la enfermera, la enfermera de su psiquiatra, por su psiquiatra a Leonardo - había ido a fumar, el mendigo - por Leonardo y otros, atraídos por los gritos. El Sr. Odio lo que había ahorrado para su psiquiatra estaba tratando de tratar durante años: que la forma en que había, siempre el mismo, sólo niños, pero buscan ofrecer suculentos, sin ninguna otra forma de contacto humano. Fue un error, dijeron. Él había tratado siempre como la desviación estándar, los locos, los criminales. Y, por último, aquellos que habían sobrevivido? ¿Quién, entre todos? Él! Sólo él! Esto lo tranquilizó: el mundo está mejorando, lo gratificante de los daños sufridos. Encontró nuevos lugares para visitar, recorrió el mundo como él siempre había soñado, y quien sabe, alguien, tal vez, había sobrevivido de todos modos. Alguien con una gracia calma de Malatesta, la oferta de carne y buen sabor. Él sabía, de alguna manera, que este sería el fin del mundo y que debe llorar, pero no pudo. Lo único que podía pensar era en el momento en que fue muerto para el mundo. No hubo más días o meses, no tenía plazos, ni medicinas había que tomar para establecer los tiempos (8:00 a 12:00 - dieciséis) y, por tanto, no existía años: él nunca años. nunca moriría. Ella encontró la receta de la eternidad: es hora de darse por vencido. Para saber ...



"El Sr. Odio PARTE VA, Señor ', audaz pensamiento. Sonrió al caníbal cielo. Nos encantó. Él tomó el largo camino que discurría junto a la costa para quedarse con el punto de vista durante la conducción. El mar recoger la sangre que caía de las nubes y las olas le envió un adiós mil veces, deseándole un buen viaje en busca de una nueva recaída, hermoso.



[Letizia]



"No puedo decir cómo comenzó todo de mí, pero te puedo decir cómo fue: il. Quiero decir, que lo esperaba? "Snapped nell'accendersi Mikhail otro cigarrillo con manos temblorosas y la respiración. El cuarto en media hora, de acuerdo con Letizia. Mikhail era extraño, pero ella ya había decidido que le gusta. Fue el único que había encontrado cuatro días. Sólo cuatro, cinco lunas, y los recuerdos lo suficiente a temblar siempre tenía que tener el placer de la fuerza. Al principio tuve miedo, temblando, tartamudeando, siempre y seco, con piercings y un cabeza rapada, la charla y bruscos sin lógica - como si los pensamientos le asaltaban todos juntos, y él no tenía forma de elegir qué dar voz. Pero ella era demasiado joven e inexperto: una niña de sólo después de una catástrofe. Caer en manos de un criminal buscando peligrosas parecía normal: su supervivencia estaba fuera de toda duda. Michael, sin embargo, no era ni un loco ni una asesina. Él había mostrado su casa, que fue utilizado como una prueba de intrusos escondite durante la primera ola, y explicó cómo se había escapado, con reservas de alimentos acumuladas justo a tiempo y de la pequeña radio que había construido en la esperanza de comunicarse con otras personas "Tenía la esperanza de encontrar a alguien vivo", dijo con el aire de quien ve cumplido un deseo por la mitad. Letizia, que sabía que no era justo para él. No se pudo hacer nada, lo único que era bueno fue capaz de sobrevivir, y no sabía cómo lo hizo. No me acuerdo. Era como si los recuerdos que había bloqueado el cerebro, bloqueándola. Ella era una cáscara vacía. Era como si la enfermedad había alcanzado sólo en el interior, pero su cuerpo aún resisten.



"Bueno," Michael estaba diciendo "Yo sé que todo el mundo tiene de pronto comenzaron a morir. Pero las muertes no fueron normales, no, todos eran ficticias, por eso murieron. Se convirtió en yeso, vacío, vacío y la materia no tiene ni siquiera vivo, ¿no? "

"No"

"¿Sabes qué?"

"Lo que me estás diciendo"

"Sé que otra cosa", exclamó Miguel, neurótico, "Yo sé que los médicos han encontrado un nombre en 'Yo soy virus. Llamaron a pupa, tipo de marionetas en griego o latín, escuché una de las transmisiones de radio por última vez. Pero - le digo - la gente está muriendo y le das un nombre? Encontrar la cura, ¿no? "

"Sí"



Ellos se quedaron callados. El calentador halógeno iluminó la habitación con la luz amarilla y cálida, la misma sombra de un incendio, pero sin el crepitar de la madera, y esto bajó a todos en absoluto silencio. Envuelto ellos. La habitación olía a un silencio escalofriante, ya que había respirado en las calles. Era un silencio que no esperaba que hubiera más oídos para oír. Letizia pensamiento: el silencio. Y tenía un nombre. Nombrar las cosas la intención de traer a su manera, de verdad. Con un nombre así que tuvo que ser tocado, de fieltro. No tengas miedo. Este le había dicho a la maestra una vez en la escuela primaria:



"Nombrar las cosas las hace menos aterradora"



Ambos quedaron boquiabiertos. Había hablado en voz alta sin darse cuenta de ello y tenía miedo por mí mismo. Hablaba con un tono que había perseguido espeluznante de edad. Nunca había oído nada igual. Fue sin saber si reír o preocuparse. Mikhail, mientras tanto, ya se habían reanudado.



"Cosetta", dijo "eso mata. Tener un nombre o no no importa. Y de todos modos ", añadió, en medio de otro pensamiento repentino", dicen que en algún lugar nos hemos reunido un montón de gente para escapar de los virus. Escriba el este, hacia Eslovenia. He oído en la comunicación de radio muy pasado. ¿Nos vamos? "



Ella lo miró. Tenía un brillo en sus ojos, un talento salvaje lleno de promesas y, por primera vez se inició todo, tenía la sensación clara y distinta de que realmente, de nuevo, la posibilidad de escapar. Tal vez por esta razón que responde de inmediato:



"Sí"



[] Mijaíl



Shorty y yo decidimos entrar. Creo que tienen que viajar a una playa de vacaciones. Estoy lleno de nerviosismo que la ansiedad molesta, aguda que se ejecuta bajo la piel. Creo que se me olvidó algo. Es un estímulo constante detrás de la cabeza. Es que el tiempo no puede permitirse el lujo de olvidar algo. No faltará nada. Control total de por lo menos diez veces. Tengo las coordenadas, gasolina, agua, tiendas. Estamos listos. Usted consigue la mitad de coches dormido, me puse el cinturón y lo digo volver a dormir. A ella le gusta hacer el adulto, pero veo con los ojos y los brazos tan delgados como ramas secas - no tiene miedo de romperse, cuando camina? Me gustaría tenerlo. Es una niña. Tiene sin embargo, para entender lo que está sucediendo. Él sabe toda la historia, pero en realidad no tenía. ¿Cómo podría? A su edad no se dan cuenta de quién era yo. Ante una epidemia no habría hecho nada. Yo pondría allí esperando para venir a buscarme. He probado el contagio, tal vez. Yo no podía hacer otra cosa. ¿Por qué no he hecho? Y ella, porque no lo ha hecho? Me hace sentir raro. Yo pensaba que tener a alguien para cuidar a lograr la seguridad. Cuando encontré a caminar con calma entre los cadáveres - Placas de yeso con ropa de muñecas, maniquíes sobrevivido las ventanas - podría ser un cine de todo cadáveres y tiroteos y los coches rápidos, dirigida por Rodríguez - y he visto la película y yo le hubiera gustado - que me juego? - Pensé que de querer defender, y que esto me llevaría a la cabeza al mundo. Ahora conduzco a un destino es completamente desconocido y no están tan seguros. Tal vez la niña me está afectando con su fragilidad. Espero y creo que un día voy a tener los brazos raquíticos propios y los ojos de fuego. Tal vez yo tengo los ingredientes de una sobreviviente y yo tenía suerte. Creo que, con la enfermedad, todo ello basado en la suerte, entonces no es tan malo. Sólo espero llegar a la base antes de que se quede sin gas. Yo traje las poblaciones - tenemos más tanques que disponen - pero yo no sé lo suficiente allí. Pero, sobre todo, de verdad, espero que haya alguien dispuesto a ayudar. Espero no tener que depender más de la suerte. Para ver el pequeño crezca. Conviértete en un dorks mujer y me siento más insuficiente el último de los idiotas a su lado. Empezamos a caminar. Ponga System of a Down volumen bajo para despertarla. Creo que las veces que trato de no repetir nunca me convencen de que es realmente por todas partes, y que esto no es un día festivo. No sé todavía cómo me las arreglé para conseguir por fecha - Fue el instinto - Yo sobreviví a una buenas decisiones pocos sin saber lo que vendría a cabo - y tal vez lo peor es esto: los que sobreviven no saben lo que se enfrenta, y no puede decidir lo que es correcto. Hemos tenido que darse por vencido y morir? ¿Por qué nos sigue? No entiendo. Zumbido y echó un vistazo al bebé, y tratar de no pensar. Creo que demasiado, y las ideas son el alma mal.



[Sr. El odio]



Él ve el borde de la estación de servicio. No sabe qué camino recorrido hasta ahora, y no estaban interesados. Cuando la nota que decide, una vez más, el mundo y el destino está de su lado, haciéndole recorrer el camino hasta ella. Tiene el lujo de observar con cuidado. Tiene el pelo rojo y hermoso, con la piel que sugiere venas palliduccia azules y una boca pequeña en seco e incoloro, enfermo y débil. Los brazos parecen hechos de una carne translúcida delicado, como para quemar la placa. Su expresión por la mujer adulta - un pequeño e inocente, poco inclinados a temer - que no le gusta mucho. Pero, piensa, con lo poco que queda de la humanidad debe ser contenido, se detiene en los codos con sus ojos saltones y las rodillas huesudas, que, en efecto, hacen que sea aún menor. Lleva un par de pantalones cortos que le permitan mirarle las piernas: tiene una contusión en la pantorrilla izquierda y zapatos planos de la que brotan de calcetines blancos, por lo que es definitivamente una niña, lo suficiente para convencerle de que sí, que será su próxima comida. caníbales nubes han seguido el camino, y los invitados con la boca llena de sangre aplaudir su nueva comida: "elección excelente! ¡Fantástico! Un plato refinado!



Deje que lo vea, y que se aproxime. Dos sobrevivientes que se reúnen como le puede pasar a cualquiera en cualquier parte del mundo. Michael le dice que el chico con el que vino, está de vuelta de las provisiones. Él asiente con la cabeza, sonríe. Trataremos de enmascarar la decepción al ver sus manos entregar un niño, un joven que la acompañaba, que estaba con ella. Otro muchacho que toca su piel, le tocó la carne y sus huesos pequeños delgada, no le gusta. Además, nunca ha comido un niño. No sabía bien y no son tan niñas. Tienen el mismo sabor. No es el mismo deseo. Piensa, con un gesto de fastidio, que, con pocas opciones disponibles, tal vez debería reducir a comer los machos. Alguna vez, piensa. En lugar de morir de hambre. Pero las nubes, rellenos de entrañas, que le recuerdan que es hora de que preocuparse. Eso hace que el caballero con su comida. Las miradas, las sonrisas en ella otra vez. Aparece como un psiquiatra escapó por milagro de la enfermedad que ha infectado a sus pacientes.



[Letizia]



Letizia se planteó. Así que fueron los únicos sobrevivientes. El hecho de que había otras personas confirmaron lo que ya había comenzado tímidamente a la esperanza: había otras personas, y tal vez la base mencionada por Mikhail encontraría la salvación. Él le había parecido, en parte, un discurso absurdo, el otro quería creer. Y aquí es que alguien que renovara su energía, su esperanza. Quería gritar, llamar a Michael y que se ejecute, presente abrazarlo. Di: "Ustedes tenían razón, Mikhail. Él estaba feliz. Fue en ese momento todo sucedió. El mundo a su alrededor comenzó a moverse, sin razón aparente. Como si hubiera explotado a su alrededor. Sólo después se dio cuenta de que el recién llegado había golpeado en la cabeza. Él debe tener miedo, tal vez, o gritar, pero no tengo tiempo. Colarle sentía en su sangre, y sólo entonces se dio cuenta de que era suyo. Debe de haber golpeado con una piedra o algo así, a la cabeza. Tenía tiempo para pensar, ¿cómo pueden sobrevivir los malos? Después fue aún peor, en el suelo con las manos alrededor de su cuello, tratando de lamer la sangre de la herida. Ella parecía estar hecha de aire, no tener un verdadero cuerpo no puede luchar. El peso desapareció instantes después. Mikhail fue, tratando de luchar contra ese hombre. Quería ayudar a darle una patada tan loco, huye antes de que sucediera más. Pero algo andaba mal. Era un sentimiento extraño que le hizo mirar hacia arriba. ¿Fue el silencio. Ya no estaban gritando más. Cuando se dio cuenta de la situación era demasiado tarde: Mikhail había tocado la sangre. Sabía que de alguna manera era culpable de su sangre si él estaba allí, en el suelo, las piernas blancas como las que han de maniquíes.



[] Mijaíl



Alegría en mi nombre. Al parecer, mortificado. No en el dolor - No puedo ver - sólo dolor. Tiene miedo por mí. ¿No ha comprendido aún. Ella me mira. Será una hermosa mujer. Para sobrevivir. Tú no eres como yo - no tendrá dudas. Lo hará. Quiero decir algo. Algo que pueda recordar. Vas a estar bien, Cosette. Si tan sólo pudiera. Speak. Pido disculpas. Mira a los ojos. Espero que no lloran. Eso fue genial. Yo trato de formular una respuesta - No puedo - no tengo las piernas - no tengo el estómago - Sólo puedo mover los brazos - Déjame tocar la mejilla - a entender que no debe pedir disculpas - no es su culpa - no es normal, es un portador o como se dice, es aquel que no nunca se enferman, que se llevará a cabo - Letizia es una epidemia, y los que no mueren - el brazo se detiene a mitad de camino - que parece ser enganche - como el tiempo me fui haciendo dedo en Croacia - Croacia era hermosa - y ver mi mano convertirse en nada - no puedo sentir mi mano - extraño, no hace daño - que abro la boca - Respiro - ¿qué es? Me gustaría ver, pero no puede mover los ojos - se seca seca - nonvedonientenonvedononvedo



[Mr. El odio]



"El tiempo no existe", murmuró.



No había tiempo, no, y nunca se pondría bien. Tenía que haber algo para refutar esta tesis: algo que decirle que no, que no podía curar, pero la enfermedad no lo mata lo mismo. Nunca tuvo la fuerza. Dedicó sus últimos pensamientos a la bella Adela cuatro años, la carne y los huesos de mantequilla palitroque. También tenía cuatro años, pero nadie había comido a tiempo para impedir que lleguen a los diecisiete años y hacer cortes en la cacerola. La idea de que lo hizo picar las encías Carnino licitación. Suspiró, recordando la primera, no morder éxtasis y moverse de nuevo. El pelo le caía, como el plomo. Él no era sólo una figura en un yeso resistente al agua. Además, no celebró su comida un muñeco blanco. Los clientes de la cena caníbal se retiró del cielo de puntillas para no molestar. El viento, por su parte, vuelve a ocupar golpe violento No tenía miedo.





Daniela Montella

Tuesday, May 18, 2010

Las AFINIDADES NARRATIVAS. Blog de Sergio Sastre.



Mencionado por:
Adriana Bañares Camacho

Menciona a:
Adriana Bañares Camacho
Alfonso “Xen” Rabanal.
Vicente Muñoz Álvarez
Javier Corcobado
Paula Grau
Ángel Muñoz “Voltios”

También le gusta leer a:
Bukowski, Burroughs, Lydia Lunch, Nick Cave, Ballard.

Bio-bibliografía

En los años 90 creé el fanzine “Atrocity Exhibition”, que tuvo su paralelismo en la radio dentro del programa “Black Mass”, de Carlos Gutierrez en el año 96-97. Después la pequeña editorial underground “Neurótika Books”. Lo compaginaba con la realización de cortometrajes (Festival de Sitges, Filmets, Arte y caos de México, Cotxeres de Sants…) y la colaboración literaria en diferentes fanzines de todo el país. Eran los “buenos tiempos”.
En la actualidad sobrevivo en el mundo de la construcción y sigo con mi “fanzine” en Internet. Desde el año 2007 organizo la Muestra de Video Independiente de Badalona (Pomarderground Fest) y desde este año el proyecto Óptica Orgánica. Sigo realizando cortos y videoclips e intentando sacar adelante a mis dos hijos.
Bibliografía:
RESACA/HANK OVER: UN HOMENAJE A CHARLES BUKOWSKI
de VV.AA. CABALLO DE TROYA
Prólogo a LA SOLEDAD DEL CAFÉ, de Adriana Bañares Camacho.
Ediciones Emilianenses.

Links:
http://www.myspace.com/neurotikasubfilms
http://atrocityexhibitionfanzine.blogspot.com/
http://www.myspace.com/pomarderground
http://www.youtube.com/user/varaneurotika

Poética

“Vara escribe desde dentro, desde lo más oculto en su ser, y en el ser humano en sí porque de hecho es esa decadencia, esa decadencia que tratamos de ocultar para parecer racionales, lo que en verdad nos hace humanos y de lo que está hecha la sangre: esa rabia contenida por la obscena obsesión de lo políticamente correcto hacia la violencia y el sexo más perverso, que tan oculto ha quedado en nosotros que a veces sólo es posible vomitar a través de la palabra, el ritmo y el alcohol (que se lo digan a Bukowski …)
La rabia, en ocasiones más romántica que un puto ramo de rosas, a veces tan desgarradora como el humo de un cigarro estando de resaca, nos la muestra Vara en sus escritos de un modo penetrante, (e incluso atormentado, diría yo…) que sin duda no dejará indiferente a nadie.
Porque nos muestra tal y como somos, cómo somos y qué realmente queremos ser aunque duela… aunque duela admitir lo que somos y qué es lo que marca el ritmo de nuestras arterias. Él lo deja ahí, puesto ante nuestros ojos en hojas de papel, tan puro como las ostias de la primera comunión… palabras capaces de revolvernos las tripas y el alma hasta ensuciarla de nuestros más bajos instintos y sentir, como nunca hemos sentido, la llamada de la naturaleza hasta querer vivir la vida hasta las últimas consecuencias, porque lo que siempre hemos querido desde que nacemos, es vivir eternamente, y las únicas vías que nos hacen tener contacto con la permanencia son el sexo y la propia muerte. Y José Manuel Vara nos pone frente a ella de una manera brutal, nos enfrenta a nuestras propias tensiones pulsionales, dejándolas al descubierto. Nos permite regresar al estado salvaje, animal… y verdaderamente monstruoso. Y a mí, y seguro que a ti también, ese estado… me encanta.”
Adriana Bañares Camacho



Textos



El insomnio de Chica Tormento

Chica Tormento entró en el lavabo iluminado con velas y cogió una de las muchas cajas de tinte rojo. Hoy le apetecía. Tapó el lavabo con el tapón y echó agua de una de las botellas apiladas al lado de la bañera. Sabía que eran necesarias para beber, para subsistir, pero pensó que hoy era el día. Abrió la caja, vertió el líquido en el agua y cogió la brocha. Se la fue pasando por el cabello de forma metódica. Tenía tiempo. Hoy, como tantas otras noches, tampoco podía dormir. Mientras se teñía el pelo miró de reojo la ventana del cuarto de baño, escrupulosamente cubierta de cinta americana.
Chico Superviviente se despertó de su sueño. Había sido un sueño inquieto, poblado de monstruos. Como sucedía en la realidad, en el mundo que les había tocado vivir. Vivir después de la bomba. Sobrevivir.
Se incorporó del colchón donde dormía empapado en sudor. El típico sudor frío causado por el miedo. Un miedo que ya formaba parte de su personalidad, como una segunda piel. Miró hacia el pasillo. Vió a chica Tormento al fondo, saliendo del wáter. Vestía tanga negro y se acababa de teñir el pelo de rojo. Hoy era uno de esos días. Avanzó hacia él como siempre, como si flotara. Le gustaba su manera de caminar, tan sutil, tan extraña, como andaría un fantasma.
Chica Tormento vió a chico Superviviente mirándola. Recordó el día que entró en su vida. Cuando salió a buscar provisiones en la tormenta. La tormenta los protegía de las bestias. Eso lo había aprendido hace ya mucho tiempo. A las bestias no les gustaban los rayos ni el agua enfurecida con ese ligero toque de ácido. Lo encontró en un viejo centro comercial, agazapado en la oscuridad, con los cabellos completamente blancos. Le tendió la mano y se lo llevó a casa, al igual que su mochila llena de cajas de tinte rojo. En ocasiones, no había suerte con la comida.
Ninguno de los dos sabía de donde habían salido las bestias.
Ninguno recordaba de dónde procedían ni quiénes habían sido antes de la bomba. No quedaban fotos. No quedaban recuerdos. Sólo existían las bestias, los sueños angustiosos de chico Superviviente y el insomnio de chica Tormento.
Chico Superviviente la miró mientras se acercaba al colchón y cogía algo de ropa de debajo de la almohada. De fondo, pudo escuchar la lluvia.
-¿Vas a salir?- le preguntó bajo el manto de canas de su pelo.
-¿Tú que crees?.
-¿Sigues sin poder dormir?.
Ella se rió. Aunque fue una carcajada hueca. Como a desgana.
-¿Sabes?. Creo que lo que me pasa es que no quiero dormir. Ya perdí la fe en los sueños. Tú deberías hacer lo mismo.
-¿No quieres que follemos antes de irte?.
Chica Tormento lo miró. Le gustaba follar con él. Pero, hoy no le apetecía. Hoy era uno de esos días. No le contestó. Se vistió con prisa. Cogió una vela y fue a otra habitación. Se puso sus botas y cogió uno de los fusiles. Y su mochila. Se la puso a la espalda y se encaminó hacia la puerta de salida pasando a través de ventanas condenadas con cinta americana para no dejar filtrar la luz, para impedir que las bestias del exterior pudieran descubrirles. Abrió la puerta sin mirar atrás, sin mirar a chico Superviviente. Sabía que si lo miraba éste intentaría convencerle con su miedo para que no saliera, y no podía consentirlo. Necesitaba más tinte rojo. Hoy era uno de esos días.
Chico Superviviente la miró cuando cerraba la puerta tras ella. Cogió una almohada y la apretó contra su pecho, mientras miraba como ardían las velas que iluminaban la casa. Su guarida. Escuchó con atención y deseó con todas sus fuerzas que no dejara de llover, porque si cesaba de llover las bestias volverían a salir. Y no quería tener insomnio. Como chica Tormento.


fin




Rojo pesadilla
(extracto)


(…)
Rojo.
No. Es blanco. Habitación de hospital.
Batas blancas volando a mi alrededor. Por todas partes. Sonrisas. Una voz amable de hombre. Mi médico. Me confirma mis más terribles temores. Es decir, me da el alta. Y me aconseja que aproveche mi tiempo y que no cometa más tonterías. Asiento con la cabeza. No le estoy haciendo el menor caso. Después de eso, se va. Desaparece como si nunca hubiera existido. Entonces, me quedo solo. Solo, a excepción del miedo que comienza a brotar desde lo más hondo de mis entrañas. Y todo a causa de ella. De ella y la habitación roja.
De repente, dejo de escuchar los sonidos. Escucho nada.
Voy hacia la ventana y miro hacia abajo. Hacia la calle. Disfruto con la atracción que me produce el abismo que se muestra poderosamente seductor ante mí. Vértigo. Abro la ventana. Con tranquilidad. Sin prisas. Sin nervios. Siento que tengo todo bajo control. Absolutamente todo. Miro hacia abajo. Cuando consigo reaccionar, me descubro cayendo. Cayendo. En el vacío. Hacia la calle. La huída de la habitación roja. La huída definitiva. Finalmente, me estrello contra una superficie no demasiado dura, aunque lo suficiente como para que mi cabeza estalle por dentro.
Rojo. Rojo muerte. Ese es el color del techo del coche sobre el que me estoy desangrando. Hasta la consumición del último hálito de vida. Del último suspiro.
Frenazo. Salgo despedido en un dramático vuelo final.
Mi alma, si es que alguna vez la tuve, escapa de mi cuerpo, de tal manera que puedo verme tirado allá abajo, sobre un asfalto increíblemente gris oscuro. Gris caótico.
Entonces, dejo de ver. De percibir con claridad. De lo único que soy consciente es de la oscuridad que comienza a engullirme con voracidad animal.
Negrura.
Es como si me precipitara en el interior del agujero de su culo. El culo de ella.
Es mi último pensamiento.
Luego, muero.
Muero. Concluyo. Y esta vez es algo irreversible.

(…)

El pequeño Universo de Charlie Lavabos (Vara & Vizious Linger)

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Sunday, May 16, 2010

Utopía, la vida mágica de las luciérnagas.


Utopía: “La vida mágica de las luciérnagas”
Un relato de Vara
(extraído de los diarios de Charlie Lavabos)

¡Oh, la historia!...¡la historia!. A veces tengo la sensación de que las bocas del metro absorben lentamente las ganas de vivir, pero siempre de forma subliminal, ¡claro está!. El tipo de la 115 ya me puso sobre aviso hace algún tiempo; sí, era un tipo extraño el viejo Luis, pero muy amable y divertido. Siempre que se cepilla los dientes exclamaba: ¡ Oh, la historia… la buena historia…nunca te enseña cuando va a vomitar el viejo Luis, y menos aún si lo va a echar todo sobre tu bandeja de comida…¡ oh, la historia!.
Era entretenido observarle cuando mantenía una cierta lucidez. Recuerdo que tenía unas manos inmensas, podían coger cualquier cosa que se propusiera…, a veces le temblaban y él se ponía nervioso porque sabía que no podía hacer nada para controlarlo, que aquello escapaba a su voluntad. Cuando hablabas con él unas cuantas horas un extraño sabor se apoderaba de tu boca, como si hubieses bebido cinco o seis vasos de manzanilla seguidos apenas sin respirar. Era agradable. Después, al cabo de algún tiempo me fue cogiendo confianza y me contó su gran secreto, que estaba escribiendo un libro que se llamaba “Utopía: la vida mágica de las luciérnagas”. Según él llevaba más de trece años observándolas, sobre todo a altas horas de la noche, cuando los vigilantes, -los “otros”-, dormían. Después, bebió un trago de agua y se quedó dormido. Realmente, el viejo Luis era un tipo fascinante.
Luego vino lo de su traslado, pero eso era ya otra historia. Me contaron que gritó bastante cuando quemaron su libro sobre las luciérnagas. A los “otros” no les gustaba que tuviéramos ideas propias. Pero, tiempo después el viejo Luis se quedó mudo, es decir, decidió dejar de hablar. Lo otro, lo que vino después, ya son meras habladurías, conjeturas y suposiciones,
(ya se sabe lo que puede deformar la realidad lo del boca a boca)
se dice que se lanzó desde una de las ventanas de la enfermería de su pabellón (en un sexto piso) con las manos extendidas y una linterna encendida atada a los pies y la cara sonriente. Se rompió la cabeza al chocar contra el asfalto, pero eso él no lo supo jamás.
Sí, realmente el tipo de la 115 había sido un tipo único. ¡Ah, también estaba lo de las goteras y lo de las telarañas en las paredes!. El viejo Luis, -antes de irse para siempre a Utopía-, solía hablar de ello al tiempo que arrimaba el oído a la pared para escuchar los movimientos casi imperceptibles de las arañas. Yo le comenté en cierta ocasión que había visto algunas en los lavabos y él me lo confirmó. Él era así, siempre te daba la razón, incluso en las cosas más absurdas. Aunque ese no era el caso de las arañas, además como él afirmaba: “ellos las ponen ahí a propósito, para volvernos locos”.
Luego, después de escribir la última frase, cerré el libro y lo escondí en la almohada de mi habitación junto con el lápiz. Apagaron la luz y respiré aliviado. Nadie sabía mi secreto: que yo estaba siguiendo el libro que había comenzado el viejo Luis antes de convertirse en luciérnaga.


Fin de la magia.
1984-2010 José Manuel Vara

Thursday, May 13, 2010

Un trago por los buenos tiempos.

California21, un bar futurista ?

Vara, videotrauma films y literatura killer.

Un trago por los buenos tiempos
Un relato futurista de Vara


Dedicado a “Xen”, Adriana, “Voltios” y Vicente, que me han
Vuelto a redescubrir la pasión por la prosa.



Baxter sabía que no había futuro.
Baxter estaba sentado en un taburete plastificado de tres patas, frente a la barra del California21, bar situado a poco más de tres kilómetros del Distrito Sexto. Estaba esperando. Y mientras esperaba bebía una cerveza sintética. En ese momento hubiera dado su vida por un vaso de whisky auténtico. Un solo vaso. Pero, luego reconsideró tales pensamientos y consideró que había cosas más importantes por las que morir.
De fondo, sonaba una de las óperas de Verdi interpretada por la famosa soprano Marta Brucart.
Hugo, -uno de los camareros-, le estaba observando con curiosidad mientras limpiaba uno de los vasos destinados a licores depurados. Pero, pronto perdió interés y desvió su vista hacia el pequeño televisor en blanco y negro, -adquirido a buen precio en una tienda de antigüedades-, situado sobre una pila de Playboys cubiertos de polvo. La pequeña pantalla mostraba las imágenes de un nuevo anuncio sobre métodos de esterilización femenina.
Baxter consultó su reloj. Eran las 6:14 de la tarde, lo que venía a querer decir que el viejo Barns se estaba retrasando demasiado, y aquello no era habitual en él. Se tranquilizó pensando que, quizá, le habían detenido momentáneamente en uno de aquellos estúpidos controles de aerovías. Controles que intentaban limpiar el acceso de personas non gratas al centro neurálgico de la ciudad, es decir, al Complejo Interno de Seguridad. El CIS, que estaba controlado por una poderosa empresa de tecnología japonesa.
(Malditos nipones de mierda)
Baxter era algo racista en aquellos tiempos. Quizá porque sabía
(presentía que iba a morir)
que no había futuro. Ni para él ni para los demás.
Baxter dio un sorbo a la cerveza y miró distraídamente hacia el aparato de televisión. Evocó algunos recuerdos, pero lo que veía en la pantalla distrajo su atención: una sugerente modelo de cabellos rojos, - que reconoció como una cotizada actriz porno llamada Chica Tormento-, mostraba toda una gama de sujetadores, bragas y ligas a juego, y todo ello en unos deliciosos tonos púrpura. Baxter dio otro trago mientras sonreía pensando en Mara y en sus enormes tetas. Recordó que ella solía bromear diciendo que en Dugter & Cía nunca conseguirían hacer un sujetador a su medida, -eran los propietarios del monopolio de lencería universal-, ya que, además de sus generosas medidas, sólo fabrican productos en serie de unas tallas muy determinadas obedeciendo a cánones dictatoriales del mercado de la belleza ideal. Otra cosa era el que se negara a hacerse una operación de cirujía estética para reducirlos. Realmente había que reconocer que tenía unos pechos increíbles. Y estaba en su perfecto derecho a ir contra los cánones de belleza establecidos por un limitado sector de “poderosos de la moda”. Además, a él también le gustaban aquellas tetas. Evocó unos instantes las magníficas pajas que se había hecho entre ellas.
Algo en su cabeza le susurró: “No tienes futuro”. Y Baxter se limitó a sonreír para sus adentros. Su voz interior no le decía nada que él no supiera.
Empezaba a oscurecer. Y Barns no aparecía.
A través de la amplia cristalera del bar, Baxter observó como unos tímidos tonos rojizos comenzaban a teñir el grisáceo horizonte. Le pareció bello. A él siempre le había gustado la noche. Como a los demás: Barns, Mara, Desmond, Lucía, -la androide portorriqueña-, David y Mary Ann. Se preguntó que estarían haciendo en aquellos precisos instantes y
(quizás algún atentado)
deseó fervientemente que alcanzaran sus objetivos antes del toque de queda.
El toque de queda. El último aviso para despejar las calles y regresar a los guettos asignados a los ciudadanos por el CIS. Se daba a las 7:35. A partir de esa hora, toda persona, -humana o androide-, que deambulase sin autorización por la ciudad sería ejecutado sin juicio previo. Naturalmente, la excepción la constituían los moradores del Distrito Sexto, sector en el que la policía tenía prohibida la entrada por razones obvias de seguridad personal, ya que en el Distrito Sexto habitaban predadores, alimañas, reos fugados de prisiones y manicomios, mutantes, y el peligroso comando de los hombres letales, del cual Baxter era miembro desde hacía dos años, justo después de que ejecutaran a Estela, su esposa, por caminar por la ciudad después del toque de queda.
Eran las 6:40. El tiempo pasaba demasiado deprisa. Demasiado.
Baxter miró hacia sus pies y vió el pequeño maletín negro que había traído consigo. Barns era el destinatario. Contenía una bomba química, una especie de virus hipercontagioso que provocaba la muerte en menos de 48 horas. Entonces, levantó la vista y miró hacia otro de los camareros. Éste tenía toda la pinta de ser un androide de baja categoría: era tuerto y medio calvo. Además , era medio gilipollas, ya que mientras limpiaba, un hilillo de saliva salía de su boca de forma descontrolada. El camarero se volvió hacia él y le sonrío con una sonrisa de capullo integral. Baxter sintió un escalofrío. Finalmente, volvió a mirar al televisor, a la actriz porno. A Chica Tormento.
(ahora estaban dando un reportaje sobre una de sus películas)
A sus ojos vidriosos.
(no tienes futuro)
De repente, la cristalera del bar estalló hacia dentro. Un aeromóvil acababa de chocar contra el California21. Por encima del estrépito que produjo se podía percibir con claridad el sonido de disparos. Baxter, instintivamente, se lanzó detrás de la barra. Aquello le salvó de que el aeromóvil le cortara la cabeza de cuajo, cosa que no pudo evitar el tipo que estaba sentado junto a él en la barra del bar. La cabeza surcó el aire y fue a chocar contra el aparato automático de música que emitía sin cesar óperas de Verdi. Sus ojos desorbitados parecían dedicarle una mirada sarcástica.
(no hay futuro, Baxter)
Baxter se agachó justo en el momento en que varios impactos de bala pasaban sobre él. Uno se incrustó en el cráneo del camarero-androide, que, al instante, cayó de bruces al suelo, justo al lado de Baxter.
Finalmente, el aeromóvil se detuvo en seco. Baxter asomó la cabeza y vió al tipo que salía del vehículo. Lo reconoció al instante, ya que se trataba de Barns. Pudo apreciar también que estaba herido de muerte. Lugo, miró hacia la calle y observó como dos aeromóviles de la policía se acercaban a gran velocidad.
Barns se arrastró hasta él. Estaba a punto de morir. Veía el dolor reflejado en los iris de sus ojos.
- Han… matado a todos, Baxter. Eres el último… nos han cazado como a animales…-. Eso fue todo lo que Barns pudo decir antes de caer muerto a los pies de Baxter.
Los aeromóviles ya habían llegado. Varios policías descendieron. No tenía demasiado tiempo. Se agachó y abrió la maleta. El dispositivo se puso en marcha. Cinco segundos después hubo un estallido ridículo, casi inaudible. Lo que no era tan ridículo era el humo amarillento que empezó a salir de su interior. Fué en ese momento cuando Baxter dejó el maletín sobre la barra. Entonces, los policías se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y volvieron a subir a sus vehículos, salvo uno, que se pegó un tiro con su arma reglamentaria allí mismo. Después, se largaron a toda velocidad, aunque Baxter sabía que ya no tenían escapatoria. Volvió a mirar el maletín y vió que había dejado de salir humo. Pero, el virus letal ya había sido liberado.
“No hay futuro, Baxter”.
Baxter volvió a saltar la barra. Buscó un momento por los estantes hasta dar con una botella de Jack Daniels original. ¡Aquella sí que era una bebida auténtica!. Se sirvió un trago sin prisas y lo apuró de un solo trago. Le quemó la garganta. Perfecto. Se sirvió otro. Y otro. Andaba ya por el quinto cuando pensó en el tiempo que tardaría el virus en extenderse por toda la ciudad. Tres días a lo sumo. Entonces, dejó de pensar para concentrarse de nuevo en el horizonte. Seguía anocheciendo. Luego, volvió a llenar el vaso. Pensó que no había nada mejor que echar un trago por los buenos tiempos.


Fin de los buenos tiempos
Vara 1990-2010