ANTIPSIQUIATRIA
portadas, maquetas & flyers
PROPUESTAS DE AUTORES
SEMEN
Acabo de
ducharme, me doy crema
Mi torpeza
ha hecho que un grumo saliera
Es blanco y
esponjoso
es semen
que huele a regaliz
¡La odio!
¿Por qué me
pregunto? ¿Por qué odio la regaliz?
¿Acaso
tocaron mis genitales?
¿Acaso
eyacularon sobre mi rostro?
La memoria
borró la injuria
La memoria se
pierde…
El recuerdo
no cesa
Es mi acoso
Unos
hombres, un pasillo
Una niña
pequeña, yo,
¡Qué
preciosa era!
Con
trencitas de oro
Ojillos
chispita y labios fresa
¡Qué
preciosa era!
Tan
risueña, tan ingenua
Tan bonita,
tan secreta…
Me llamaron
por mi nombre
me acerqué
sonriendo
¿Quiénes
eran?
¿Qué me
hicieron?
Los
conocía, lo sé
Pero sus
rostros se desfiguran
Empañados
por el tiempo…
Y dejé de
reír
Y dejé de
ser cándida
Y dejé mi
niñez en ese pasillo
De esa casa
infecta
Huele a
semen
Tras una
mamada
Huele a tu
mierda
Sobre mi
cara
"Cloe fue un bebé precioso; nació sana a pesar de
todo, y nuestra madre no tardó en quererla como casi todas las madres quieren a
sus hijos. Lo más probable es que nunca olvidara por completo lo que había intentado
hacerle a su hija cuando esta aún ni siquiera había nacido. Pero la terapia a
la que asistía dos tardes por semana acabó por convencerla de que, al fin y al
cabo, simplemente había atentado contra la vida de alguien que aún no existía,
así que durante la primera fase de la vida de mi hermana, nuestra madre la
trató con amor maternal. Hasta le daba el pecho; compaginado con suplementos artificiales,
claro. Hoy, viendo a Cloe jugar con sus muñecas con su torpeza habitual, solo
puedo decir que lo ha hecho bien, mucho mejor de lo que lo habría hecho cualquiera
de esos que nos despellejan. Sí, lo está haciendo muy bien. Es una preciosa
niña de diez años, pero la gente suele quedarse únicamente con su lado extraño,
con lo que de ella da lugar al comentario susurrado, como si una cosa y otra
fueran absolutamente incompatibles, como si su fantástica capacidad para seguir
respirando después de haber pasado lo que pasó no fuera digna de consideración.
Y a mí me da ganas de matar a alguien. A todos."
Contorsión, expansión, sedación. Todo el entramado, como
una figura de cobre, el hilo fino, que se desangra de sus dedos. Cargué el peso
hasta el día de su muerte. La línea es tan fina que parece una metáfora, y con
ella construyo los versos: la demencia sólo es una percepción más o menos
profunda de la realidad, la demencia es
roja, como el hilo que teje todas las mentes, la demencia (solamente) es una
puerta. Aquella escalera empinada.
Aquella habitación/desván/sumidero. Aquellas cajas ¿qué guardaban? Aquella
puerta ¿pude atravesarla y volver? ¿solamente dormida? ¿volví o todavía estoy?
Ingreso
Devuélvame mis cordones,
y cada gota de mi hemoglobina.
Me fui de acampada,
y mis padres nunca volvieron.
Devuélvame las bufandas,
y los productos higiénicos.
No diga que el pasado no merece las lágrimas,
dígame pues que estoy haciendo ahora.
Devuélvame mis cinturones,
y las ganas de hace años de salir a quemar timbres.
Si eso no merece la muerte,
diga entonces qué lo hace.
Anorexia, abandono, autolesíon,
dígame qué lo merece.
Bulimia, tóxicos, intento de suicidio,
digame qué lo merece.
Devuélvame mis cordones,
y cada gota de mi hemoglobina.
Me fui de acampada,
y mis padres nunca volvieron.
Devuélvame las bufandas,
y los productos higiénicos.
No diga que el pasado no merece las lágrimas,
dígame pues que estoy haciendo ahora.
Devuélvame mis cinturones,
y las ganas de hace años de salir a quemar timbres.
Si eso no merece la muerte,
diga entonces qué lo hace.
Anorexia, abandono, autolesíon,
dígame qué lo merece.
Bulimia, tóxicos, intento de suicidio,
digame qué lo merece.
EL ASESINO DE
ANNE SEXTON
Se
terminó, los muertos encienden la radio. Soy
tu putita descalza. Me cambio los párpados en un tren nocturno. Quiero que
me arresten. Que mis tobillos sean uno: para la tarde, para la cena, para la
carne, para tus besos, para el alma, para todo aquello que hiciste sangrar. Descanso
fuera de mi cuerpo ¡empújame con tu lengua! Me nutro de tréboles caídos del
cielo. Nuestra enfermedad me enfurece, mi cabello chamuscado escucha una voz
extraña ¿eres tú? Mis dedos acarician este matadero en la mañana gloriosa. El
bebé se ahoga entre la arcilla y llega la parálisis. Me vuelvo fría. We moved like two birds on fire. Los
cables cortan nuestros sexos jóvenes con lentitud. Tus manos grises, un palacio
de marfil, ovarios de mármol. Se terminó, los muertos encienden la radio. Soy tu putita descalza. Lavemos y
planchemos nuestras almas muertas.
(Inédito)
LO LLAMAN LOCURA
Lo llaman locura porque veo en
los niños jardines repletos de amarilis y rododendros siempre floreciendo. Lo llaman
locura porque cuando cierro los ojos no me invade la negrura de una
irremediable soledad, sino campos magnéticos y astrolabios que apuntan a un
cielo de un intenso amarillo -sin pájaros, sin viento.- Lo llaman locura porque
cuando hablo con un desconocido no respeto las distancias sino que le regalo la
sonrisa y el abrazo, el grito y la patada que nunca recibió de niño. Lo llaman
locura porque veo innumerables arcoiris entrelazarse a lo largo de las vías del
tren y me explican que son rastrojos y no acuarelas de colores. Lo llaman
locura porque no entienden que un enfermo no está enfermo sino que tiene la
habilidad de poder colarse en mundos paralelos para hacer de éste un lugar más
habitable.
Intro: Mareva Mayo.
tengo prejuicios sobre todos aquellos que no se hayan
vuelto locos
prejuicios insalvables del fondo del poema, al raspar de la garganta
en el sueño de los mamut
soy una racista intolerante con los cuerdos
son motivo para mí del estigma, del señalar con la punta de la llama
e irme muy lejos a comer ortigas dibujadas en un porro de imposibles
ajenos a ésta democracia, desde las urnas, hasta las universidades.
os dijo mi garganta con cada gota de mi sangre que no os acercarais
os dijo mi libertad, con su derecho que no iba a subir a ese coche
te dijo mi idioma de los pájaros etílicos que no quería ni una letra de vuestra sobria muerte
pero erais más y os avalanzasteis sobre mí
y pensasteis que mi odio era enfermo
que mi violencia era locura, que mis puños eran razón de más inyecciones, de atar más fuerte, porque estaba cada vez más rabiosa, de pura manía, de pura esquizofrenia
pero no era la enfermedad, era mi cordura, mi dignidad, mi vida, mi carne y mi infierno, mío, y yo dueña, dueña de mis laberintos, aunque me despertenezcan, aunque me partan a la mitad y me hagan nada, será mi nada, si la sombra maldita que me es un cuchillo, será mi sangre, mi herida, será mi inrazón
y vosotros quisistéis despojarme de mi dignidad, arrebatarme el derecho sobre mis pasos, escribirme enferma, escribirme incapaz, poner vuestras grasientas manos, en mi camino de la noche y quitar las mías llenándolas de drogas farmacéuticas hasta sentir mi pensamiento blanco como la nada
quisistéis aún después, por la fuerza, borrar mi voz, mi capacidad de decisión, mi vida, encrucijarla a un virus
mi derecho como humana
encerrada en vuestra prisión desposeída en vuestra medicina, cada vez más de la cordura
porque para la cordura, lo primero es la libertad
y mi odio, el que vuestras correas multiplicaban
mis gritos que vuestro hospital hacía cada vez más agudos e insoportables
mi rabia y desprecio por todos vosotros
fue lo que me libró de la locura
mi unión con mi sombra, con mi carne, con mi útero
y no con las farmacéuticas o manual para ser feliz, de un puto psiquiatra, ajeno a mi yo.
prejuicios insalvables del fondo del poema, al raspar de la garganta
en el sueño de los mamut
soy una racista intolerante con los cuerdos
son motivo para mí del estigma, del señalar con la punta de la llama
e irme muy lejos a comer ortigas dibujadas en un porro de imposibles
ajenos a ésta democracia, desde las urnas, hasta las universidades.
os dijo mi garganta con cada gota de mi sangre que no os acercarais
os dijo mi libertad, con su derecho que no iba a subir a ese coche
te dijo mi idioma de los pájaros etílicos que no quería ni una letra de vuestra sobria muerte
pero erais más y os avalanzasteis sobre mí
y pensasteis que mi odio era enfermo
que mi violencia era locura, que mis puños eran razón de más inyecciones, de atar más fuerte, porque estaba cada vez más rabiosa, de pura manía, de pura esquizofrenia
pero no era la enfermedad, era mi cordura, mi dignidad, mi vida, mi carne y mi infierno, mío, y yo dueña, dueña de mis laberintos, aunque me despertenezcan, aunque me partan a la mitad y me hagan nada, será mi nada, si la sombra maldita que me es un cuchillo, será mi sangre, mi herida, será mi inrazón
y vosotros quisistéis despojarme de mi dignidad, arrebatarme el derecho sobre mis pasos, escribirme enferma, escribirme incapaz, poner vuestras grasientas manos, en mi camino de la noche y quitar las mías llenándolas de drogas farmacéuticas hasta sentir mi pensamiento blanco como la nada
quisistéis aún después, por la fuerza, borrar mi voz, mi capacidad de decisión, mi vida, encrucijarla a un virus
mi derecho como humana
encerrada en vuestra prisión desposeída en vuestra medicina, cada vez más de la cordura
porque para la cordura, lo primero es la libertad
y mi odio, el que vuestras correas multiplicaban
mis gritos que vuestro hospital hacía cada vez más agudos e insoportables
mi rabia y desprecio por todos vosotros
fue lo que me libró de la locura
mi unión con mi sombra, con mi carne, con mi útero
y no con las farmacéuticas o manual para ser feliz, de un puto psiquiatra, ajeno a mi yo.
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