PROYECTO DE NOVELA EXPERIMENTAL PLURAL...
El inicio escrito hace apenas quince minutos:¿Cómo escribir una novela experimental sobre los tiempos modernos en supuesta decadencia?
Hay, seguramente, cientos de principios, miles de maneras de arrancar y de hacerlo fácil, pero contextualizar un absurdo es complicado y la única forma de afrontarlo es tomar un punto de partida lo menos hiriente posible con los demás, y con uno mismo. Tomar una especie de distancia… algo así como dar un paso atrás en el imaginario colectivo, tan limitado en estos tiempos y elegir la cita precisa que, como eje gravitatorio permanente, pudiera servir para girar literariamente en su perímetro y lanzarse al vacío abisal de configurar un entramado mínimamente atractivo para no abandonarlo a los pocos minutos de haber iniciado su lectura.
La idea de esta novela podría girar en torno a experiencias personales en el ámbito de la creación literaria y quizá mucho más allá, en el oscuro y denso mundo imaginario de un aspirante a escritor. Un tipo mediocre que cargado hasta las trancas de alcohol decidiera poner contra la pared a un sistema agotado en sí mismo, un sistema que se basaría en la premisa de una cordura considerada como rutina psíquica. Un mundo tan aburrido como deprimente, tan vacío como melancólico, tan hiriente como suicida.
Un mundo en parsimoniosa decadencia.
LA TOXICIDADLa toxicidad. Un viaje rutinario en el metro. Observar que todos nos refugiamos en pequeños aparatos diminutos que configuran un universo artificial a nuestro alrededor, que nos enajena de una realidad dictatorial y melancólica.
La toxicidad convertida en elemento virtual, en tecnología intrusiva e invasora de un cerebro que hace tiempo ha caído en la abulia más extrema.
El aislamiento cibernético como forma de entender las relaciones humanas. Como formas de entender un nuevo concepto de pensamiento basado en la introspección autista que supone la pertenencia a cualquiera de las redes sociales que están a nuestra disposición en el espacio finito de un mecanismo con black mirror, ESPEJO NEGRO de diferentes pulgadas, adecuadas a nuestra economía. Sutil entramado crepuscular de ideas que giran en torno a la idea de repetir mensajes enviados por otros que, a su vez, son retroenviados en un bucle infinito a nosotros mismos en cascada visual de múltiples formatos. Formatos que hablan de la voracidad vertiginosa de una tecnología en decadencia que pugna por suplir la naturalidad de una conversación física y real en cualquier bar de un infierno imaginado por escritor underground con tendencias suicidas… la teoría radical de que en el infierno no hay bares, ya que el demonio está demasiado ocupado en su facebook de almas condenadas al desánimo, al desaliento y a la reiteración infinita de sentimientos que no les corresponden y de emociones que nunca serán propias.
Hay, seguramente, cientos de principios, miles de maneras de arrancar y de hacerlo fácil, pero contextualizar un absurdo es complicado y la única forma de afrontarlo es tomar un punto de partida lo menos hiriente posible con los demás, y con uno mismo. Tomar una especie de distancia… algo así como dar un paso atrás en el imaginario colectivo, tan limitado en estos tiempos y elegir la cita precisa que, como eje gravitatorio permanente, pudiera servir para girar literariamente en su perímetro y lanzarse al vacío abisal de configurar un entramado mínimamente atractivo para no abandonarlo a los pocos minutos de haber iniciado su lectura.
La idea de esta novela podría girar en torno a experiencias personales en el ámbito de la creación literaria y quizá mucho más allá, en el oscuro y denso mundo imaginario de un aspirante a escritor. Un tipo mediocre que cargado hasta las trancas de alcohol decidiera poner contra la pared a un sistema agotado en sí mismo, un sistema que se basaría en la premisa de una cordura considerada como rutina psíquica. Un mundo tan aburrido como deprimente, tan vacío como melancólico, tan hiriente como suicida.
Un mundo en parsimoniosa decadencia.
LA TOXICIDADLa toxicidad. Un viaje rutinario en el metro. Observar que todos nos refugiamos en pequeños aparatos diminutos que configuran un universo artificial a nuestro alrededor, que nos enajena de una realidad dictatorial y melancólica.
La toxicidad convertida en elemento virtual, en tecnología intrusiva e invasora de un cerebro que hace tiempo ha caído en la abulia más extrema.
El aislamiento cibernético como forma de entender las relaciones humanas. Como formas de entender un nuevo concepto de pensamiento basado en la introspección autista que supone la pertenencia a cualquiera de las redes sociales que están a nuestra disposición en el espacio finito de un mecanismo con black mirror, ESPEJO NEGRO de diferentes pulgadas, adecuadas a nuestra economía. Sutil entramado crepuscular de ideas que giran en torno a la idea de repetir mensajes enviados por otros que, a su vez, son retroenviados en un bucle infinito a nosotros mismos en cascada visual de múltiples formatos. Formatos que hablan de la voracidad vertiginosa de una tecnología en decadencia que pugna por suplir la naturalidad de una conversación física y real en cualquier bar de un infierno imaginado por escritor underground con tendencias suicidas… la teoría radical de que en el infierno no hay bares, ya que el demonio está demasiado ocupado en su facebook de almas condenadas al desánimo, al desaliento y a la reiteración infinita de sentimientos que no les corresponden y de emociones que nunca serán propias.
Lo que os sugiera esta foto a varaneurotika@hotmail.com
Sería muy positivo que este proyecto fuera lo más plural posible. Gracias!.
Yo aporto a este primer capítulo el poema EN EL INFIERNO NO HAY BARES.
Alguien me mintió,
como venía siendo habitual,
como yo venía haciendo tantas veces,
sistemáticamente,
con el objeto de evitar estrellarme contra la realidad
y descomponer partícula a partícula
mi reducido microuniverso...
...Alguien me mintió,
ahora sé que en el infierno no hay bares;
en el puto infierno del jodido satanás
sólo hay amoralidad
y ganas de joder al bastardo cristiano,
pero en cien mil fuegos fatuos a la redonda ni un puto bar,
ni un puto barril de cerveza,
ni un puto Jack Daniels con hielo,
hielo de fuego
a la sombra de un volcán de pecados absurdos...
...Alguien me mintió,
en el infierno no hay bares,
ni siquiera la excusa de una conversación interesante
sobre lujuria
y otras perversiones sexuales.
El infierno dejó de interesarme
un 20 de mayo absurdo
en una detestable primavera
en la que te transformaste en mi madre
sin yo ni siquiera advertirlo...
...para decirme que el alcohol
tenía mucho que ver con mi físico y nada con mi cerebro;
Satanás se convirtió en un jodido pringado
el día en el que el sexo dejó de interesarme
como instinto primario,
el día en que empecé a pensar
que todo estaba jodidamente acabado,
como este poema,
como los amigos que te vendieron por 30 monedas
en un bar saturado de demonios menores,
que nunca existío en en jodido Infierno.
como venía siendo habitual,
como yo venía haciendo tantas veces,
sistemáticamente,
con el objeto de evitar estrellarme contra la realidad
y descomponer partícula a partícula
mi reducido microuniverso...
...Alguien me mintió,
ahora sé que en el infierno no hay bares;
en el puto infierno del jodido satanás
sólo hay amoralidad
y ganas de joder al bastardo cristiano,
pero en cien mil fuegos fatuos a la redonda ni un puto bar,
ni un puto barril de cerveza,
ni un puto Jack Daniels con hielo,
hielo de fuego
a la sombra de un volcán de pecados absurdos...
...Alguien me mintió,
en el infierno no hay bares,
ni siquiera la excusa de una conversación interesante
sobre lujuria
y otras perversiones sexuales.
El infierno dejó de interesarme
un 20 de mayo absurdo
en una detestable primavera
en la que te transformaste en mi madre
sin yo ni siquiera advertirlo...
...para decirme que el alcohol
tenía mucho que ver con mi físico y nada con mi cerebro;
Satanás se convirtió en un jodido pringado
el día en el que el sexo dejó de interesarme
como instinto primario,
el día en que empecé a pensar
que todo estaba jodidamente acabado,
como este poema,
como los amigos que te vendieron por 30 monedas
en un bar saturado de demonios menores,
que nunca existío en en jodido Infierno.
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