Daniela Montella, autora del texto original que dió pié al cortometraje experimental de Vara:
"Le dimisiioni di Dio".
Marta Brucart, voz en off, banda sonora y traductora del texto de Montella.
Trabajar con mujeres así es un placer.
Cargado por varaneurotika. - Mira videos web originales.
Texto: Montella (Traducción: Marta Brucart)
La Dimisión de Diós
En el primer puesto de la clasificación de libros más vendidos en Italia tenemos “Moverse entre secuaces y conservar una sonrisa deslumbrante”, el manual de supervivencia económica que se ha convertido en un caso nacional.
A continuación damos paso a las curiosidades: a todos los seres humanos del mundo les ha llegado misteriosamente una carta firmada del Señor Diós, que hoy ha presentado oficialmente su dimisión. Este extraño y folklorístico personaje se ha echado a un lado dejando a la humanidad un sencillo mensaje escrito. Con una exclusiva música de fondo, disponible a partir de mañana en nuestro sitio internet, a continuación leeremos su carta:
“Queridos hijos, aún más queridas hijas, sin la más mínima alegría decido hoy presentar mi dimisión. He reflexionado profundamente sobre mi destino y el vuestro; he llorado inundaciones, sollozado terremotos y renunciado a la gloria de la vida celestial, atormentado por el profundo dilema y aterrorizado por vuestro bienestar, vuestro futuro, vuestra seguridad. No estoy contento, hijos, por esta decisión, aunque es la única solución posible. He abandonado mi amor desmesurado por la racionalidad que vosotros, con el paso de los siglos, me habeis enseñado, y he comprendido que ya no era bienvenido. Quiero aclarar vuestras dudas, en caso que las tuvierais: habeis sido amados, hijos, tanto, mucho más de lo que se pueda concebir. Tengo miedo de heriros, con demasiado amor, y por eso os he negado poder conocerlo completamente. Os he regalado el mío, he hecho de todo. Os he regalado la alegría de la sonrisa. Si las flores tienen un perfume y las mariposas un color, si el Sol os calienta y la Luna os fascina es para haceros felices. He creado las luciérnagas, el rocío, el arco iris, el colibrí, las olas, para vosotros.
He llenado el mundo de soñadores, para verlos humillados; el juego de luces en el hielo del Ártico, para verlo deshacerse; el canto de las ballenas, nacido para llenaros de maravilla, lo he visto arponeado y herido, devorado, mandado a morir en el fondo del oceano; he llenado África de diamantes y música y la he visto caer bajo mil disparos de guerra. He creado las mujeres por su belleza y los hombres para defenderlas. Las he visto violadas, burladas, obligadas a horrores, heridas, desanimadas, cazadas, asesinadas. A pesar de todo os he amado, hijos míos, porque esperaba que cambiarais. Tenía tiempo, aún de aprender. Pensaba que era justo no intervenir.
Podeis pensar porqué os he dado todo esto, porqué os he creado y dejado crecer. El motivo es muy simple, tonto, incluso banal: me sentía solo. Incluso los poderes ilimitados y la vida eterna y la inteligencia infinita se volvieron pesantes, después de miles de millones de siglos pasados en busca de la perfección. Y la tristeza, hijos, no tiene límites. No estais aqui por azar, sino para mitigar mi soledad desesperada. Me he reído con cada uno de vosotros, he llorado por vosotros, os he abrazado en vuestros sueños, os he ayudado, he estado cerca vuestro, he intentado de haceros sentir amados y protegidos. Lo sé, hijos, no sois perfectos; ni he pretendido nunca que lo fueseis. No os he creado para tener un control total sobre vosotros, no os he querido convertir en mi. No tiene sentido crear y amar un ser, si no posee en si mismo, la posibilidad de amar por cuenta propia. En verdad os he dado el más preciado de los dones: poder aprender, corregir, equivocarse. Sentir rabia, dolor, tener coraje.
No os he creado para estar de acuerdo conmigo, sino para pensar, crear, quizás odiarme y renegar de mí, si eso os hubiere hecho felices. Yo serís feliz de escucharos de todos modos. No os he impuesto nunca nada. No soporto, ahora, veros colapsados. Veros ciegos, sordos, insensibles a todo. Las estrellas os son indiferentes, la belleza de la lluvia os molesta, os quejais del Sol y destruís todo lo que he tratado de daros. Pero no es culpa vuestra, hijos, es culpa mía. Habeis hecho de todo en mi nombre. Habeis matado, torturado, destruído civilizaciones enteras en mi nombre.
Habeis basado vuestra vida en una especie de concurso para decidir quien tenía razón sobre creer en algo, cuando lo único que quería era veros amaros los unos a los otros, con alegría, serenidad, paz y vida.
Por eso decido irme; estoy seguro que, una vez me haya ido, sereis capaces de apreciar todo lo que os he dado. No luchareis más y sabreis amaros, sabreis haceros felices, juntos, unidos. Lamento ese día ya que no podré verlo. Yo me habré ido, aunque mi amor estará siempre con vosotros.
Con las lágrimas más nobles y sagradas que os puedo dedicar, y con infinita esperanza, firmo mi dimisión.
Dios.”
Bien, queridos telespectadores. Ya no hay ni ángeles ni demonios. No hay mandamientos, no hay misa dominical, período de Ramadán, fiestas obligadas, peregrinajes a la Meca, atardeceres a la Sinagoga, limpieza del Templo; No hay santos y nadie juzga a los laicos. No hay más cruces ni estatuas ni símbolos. Ninguna guerra de religión, ningún atentado, ninguna promesa de vida eterna.
Evidentemente, queridos telespectadores, no hay ningún Diós.
Somos libres.
Es todo por esta noche; gracias por vuestra atención, y hasta la próxima.