Tuesday, January 25, 2011

Viscerales o la reconciliación con el pasado.


Viscerales es un libro especial. Un libro que, de alguna manera, me reconcilia con parte de mi pasado. Un pasado de gran agitación literaria y turbulencia emocional, o de gran turbulencia literaria y agitación emocional. Años en los que jugaba a ser Bukowski en su faceta hispana. Viejos tiempos de alcohol y emoción, y verso y prosa, escrita con ansia en servilletas de bar.
"Rojo pesadilla", ese fragmento duro de "La habitación roja", es más que un vaciamiento, es más que un vómito rabioso... constituye una especie de autoexorcismo (no católico) a todos los nivles: fisiológico, psicológico y  rotundamente social. Este relato me reconcilia (psicoanalíticamente hablando) con una parte de mí que vagaba sin rumbo en el limbo de una existencia paralela donde se mezclaba a partes iguales (en tóxica mezcla) realidad y delirio pseudofantástico. Es una historia terapéutica en el sentido de autosinceridad personal, que trata de poner en el mismo plano fantasmas traumátcos con frágil, pero maduro, equilibrio emocional de mi vida presente.
Verlo en papel ha supuesto un paso más en este proceso de catarsis íntrospectiva, casi ritual mágico-literario, donde en una misma secuencia se desarrollan elementos propios del virus de la locura y la sexualidad más abyecta. En ocasiones, la vida deviene en un extraño peregrinaje interior por territorios inexplorados por gran parte de los seres humanos. Para el resto, para ese, -cada vez mayor-, grupo de "infernonautas" de lo emocional, de lo irracional, de lo pasional y de lo afectivo, es a los que va dirigida esta historia delirante, sincera y pseudosuicida de cerebros puestos del revés sobre un quirófano de almas heridas desde el mismo momento que sigue al acto traumático del nacimiento.
Bienvenid@s pues al CLUB DE LA LUCHA VISCERAL, donde las emociones son puñetazos capaz de reventarnos por dentro con ese tipo de sangre negra que a much@s suele noquear...

gracias sinceras y viscerales José Angel,
gracias sinceras y viscerales, Mario
(gracias por ejercer de terapeutas literarios... se echaba de menos gente con tantos cojones ováricos como vosotros) 

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