Monday, March 07, 2011

Una obra maestra desde México.


Proyecto Ego Pervertum II: SEXUM.





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Kennedy, otra vez muerto.


(Genealogía y Logística del asesinato)

He matado a muchas personas, tal vez demasiadas. Nunca suficientes.

Todas tenían familia, nombre, estado civil, dos ojos, tarjeta de crédito y a veces sonreían.

Ellos tenían el mismo derecho de asesinarme, en términos objetivos, estaban en potencia de matar tanto como yo lo estuve. La única diferencia: ellos tenían miedo.

La mayoría de las personas no comprenden por qué se les da muerte a otras.

Es una ecuación sencilla.

Es tan simple como ir por un helado. Uno se encuentra en el establecimiento, abierto a diversas posibilidades, todo siempre se resume a las decisiones, uno debe decidir si su helado será de limón, de vainilla, de fresa con crema, si llevará chispas de chocolates, si tendrá fruta, si será artificial o natural, de agua o de yogurt, si será en barquillo de galleta o en copa de cristal. La cuestión es decidir.

Después vienen las responsabilidades: Uno no puede regresar el helado que ya compró, mucho menos si el sabor no es de su agrado, pues para entonces ya lo habrá probado, y el producto no puede volver a ser vendido. Uno se ve forzado a comer el helado, ya sea para llevar, o en el establecimiento, si uno se deshace de él, es mal visto debido a que hay mucha gente pobre que no tiene qué comer. Está prohibido desperdiciar.

Lo mismo sucede con el asesinato, prescribo demasiado obvio el proceso como para volver a explicarlo, al menos supongo que las mentes perturbadas tendrán las herramientas para encontrar las similitudes tan exquisitamente explícitas.

El asesinato no se planea, se ejecuta, las armas no se escogen, se encuentran.

Es necesario señalar el “hambre de sangre” que tiene un asesino, misma hambre que tendría un niña por comer toneladas de helado, hasta que se le pare el cerebro y le de una graciosa embolia por el frío, interesante también es que el infierno es frío, tan helado que quema.

En dado caso, según algunos, me esperan varias embolias.

El “hambre de sangre” es proporcional a la calidad de la sangre de quien se le da muerte, no de manera fisiológica sino ontológica, de esta forma la sangre de una persona de la cual dependen muchas otras vidas, vale mucho más que la de un vagabundo olvidado y meado por perros en las noches, de esos que se cubren con periódico, pero no por ello es menos divertido.

Un asesino necesita quitar la vida de miles de millones de personas para saciar esa “hambre de sangre” de por vida, la muerte marca la forma de vida de quien da muerte, es una reiteración necesaria para recordar el por qué se vive, la forma más sencilla de dejar de matar es saciar esa hambre, es matando al exceso, eliminar la duda para siempre, y para ello se necesita una matanza como ninguna otra, una carnicería, o bien la muerte de una persona tan importante que equivalga al dolor de miles de millones de personas más, tal es el caso del asesinato de líderes que representan a otras personas, en el mejor de los casos representan naciones enteras.

Si yo pudiera escoger matar a una sola persona sobre la faz de la tierra, sólo esa y nada más esa, exigiría se me dejase tomar por segunda vez la vida de Kennedy, el presidente más querido en la historia de los Estados Unidos de América, pues su deceso marca un hito hermoso en la historia de francotiradores y asesinos profesionales, incluso en la de los aficionados, la delicadeza con la que se le ejecuta es digno de una oda, de poesía viva, de libros y relatos, de canciones y bailes.

La muerte de Kennedy, representaría la hemorragia de toda una nación, en plena celebración, en pleno regodeo por ideales como la libertad, la igualdad y el respeto, cosas que no fueron lo suficientemente importantes para detener las dos balas que perforaron el cráneo del ex- presidente, brotando grandes chorros copiosos de sangre como si se tratase de las máquinas para servir bebidas a presión en las fuentes de sodas, ese color rojo escurriendo por el azul impecable ultramar de su traje, y el convertible transformado en carrosa fúnebre, entre flores y laureles, confeti de colores y una brisa suave de verano, el presidente se convierte en el cadáver más cotizado del planeta, el cuerpo sin vida más elegante y fino sobre uno de los carros más ostentosos de ese entonces: un rápido y nostálgico Lincoln de la Ford ; “bang, bang!” y nos encontramos frente un paradisiaco desfile de muerte sin resurrección a los ojos atónitos de millones de televidentes con la boca abierta y con los ojos empapados en patéticas lagrimas; la imagen de la primera dama resbalando por el capote, un suculento cuerpo de mujer refinada vestida como caramelo de color rosa pastel, con un lindo sombrerito, llorando la muerte de su esposo y tratando de escapar de la mirilla, sus tacones a medio caer, y su bolso salpicado de sangre, su trasero firme dentro de aquella falda de ese ajustado vestido, sus guantes blancos como la cocaína … la imagen más caliente y más excitante que jamás vi. Tuve una erección casi de inmediato la primera vez que contemplé el video.

El simple hecho de saberse como el dueño de la mano que contiene el dedo que accionó el gatillo del arma de fuego, que pegó dos tiros a la cabeza de aquel hombre, y que con ello conmocionó por meses a una nación entera, que provocó llanto en la casa blanca, y desesperadas decisiones de estado, que le quitó la ilusión de la cara a miles de niños que veían los periódicos y la t.v. y decían: -Mami, quiero ser como él cuando sea grande… sólo de esa forma se podría saciar esta “hambre de sangre”, que aunque no lo parezca, es todo un pesar, el asesino es víctima de un hambre voraz por volverse verdugo; soñando con una era de oro donde en cada esquina halla guillotinas que accionar.

“De acuerdo a esta gráfica, se observa que más de 3/4 partes de los asesinatos seriales ocurren en los Estados Unidos. Es una cantidad muy grande considerando el hecho de que solo 8% de la población mundial vive en Norteamérica.

Luego sigue Europa, y el último "cacho del pastel" corresponde al resto del mundo. Debo remarcar el hecho de que, estas cifras corresponden al fenómeno del asesinato serial únicamente. Aunque hay otro tipo de asesinos y grotescos criminales en muchos …”

Las estadísticas dicen muchas cosas. No hay nada que no se pueda poner en una gráfica.

La cabeza ametrallada de Kennedy, en la morgue, floreciendo como un crisantemo de carne y hueso, chorreando sobre la plancha fría, una suculento manjar, no apto para viles caníbales, sino para los que devoramos la idea de la vida.

Sin embargo, hace mucho tiempo atrás que mataron a Kennedy, Gandhi, Hitler, Marilyn Monroe, Elvis, Laika, la Madre Teresa y muchos otros ídolos y dioses; podría decidirme por dispararle al Papa pero eso sería muy obvio y sin estilo, reiterativo y fácil de adivinar, tiene más dignidad matar un perro, siempre hay un Papa, eso no es nada nuevo.

De tal manera que si mato personas al azar, lanzando una moneda al aire, o haciéndoles preguntas triviales donde inevitablemente se van a equivocar aún sabiendo que se les va la vida en ello, si mato de esa forma, por convicción de mi ánimo, día a día, una persona diferente, sin importar lo que los hace supuestos “individuos” y los separa de los animales u objetos, y que les da derechos, será sólo porqué actualmente no hay líderes que valgan la pena, es mejor matar por las calles que planear el asesinato magistral de cualquiera de los líderes que existen actualmente, todos pobres en ideales, todos falsos y sin chiste, definitivamente antes hacían mejores líderes, mejores héroes.

Ha falta de ellos, me he propuesto ser uno, pensando que incluso la antítesis de estos personajes, que de buena o mala gana venimos a ser nosotros: los asesinos, también podemos convertirnos en héroes, ¿¡Es a caso qué cuando toda la sociedad nos discrimina y nos escupe, no están liberándose de su propia culpa, de su repulsiva culpabilidad por su anónima existencia, qué acaso no exorcizan en nosotros sus peores demonios y sus ansias asesinas que suprimen a diario, qué acaso no les damos la oportunidad de convertirnos en sus chivos expiatorios, no les damos paz!?

También nos convertimos en los únicos reguladores del orden social, pues nuestros asesinatos arbitrarios y azarosos (lo que la sociedad suele denominar como injustos) son los que preservan el control nacional, nosotros depuramos la humanidad, mueren los que mueren, no nos ponemos a hacerles un juicio estúpido como lo hacen las leyes, nuestras “injusticias” regulan el número de humanos, como lo hace la madre naturaleza con sus volcanes de pólvora y sus tsunamis de aceite hirviendo, incluso actuamos conforme a la gracia divina! ¡Con el juicio único e inexplicable que Dios mismo utiliza al quitar la vida cuando uno menos lo espera! Esto prueba que somos fieles siervos de lo sagrado y que no necesitamos complicaciones metafísicas ni teleológicas, que no nos es necesario llamar a nuestros actos libertinos “eutanasia” y que estamos orgullosos de la destrucción que nuestras manos pueden proporcionar, pues sin ella, no habría más creación, no habría más dialéctica.

La mayoría de las personas no comprenden por qué se les da muerte a otras. Es una ecuación sencilla. Es tan simple como ir por un helado…

by Lechedevirgen Trimegisto.

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