Backdoor emocional
Recordaba
aquel viaje a la nada
que
inició
una mañana
de septiembre,
recordaba aquella gasolinera bajo manto
de lluvia
y los ojos azules que le arrebataron
parte de su vida.
Recordaba la cabina de aquel camión,
las primeras risas y las primeras pequeñas
muertes
que la acompañaron
como segunda piel
durante los dos años
siguientes.
Recordaba su primer bautizo de fuego
amarrada como cerdo el día
de la matanza,
recordaba sus manos salvajes amasando
su cuerpo,
y recordaba su orgullo de macho
perforando su recto.
Recordaba las lágrimas
amargas
que le provocaron cicatrices
imborrables en la cara,
recordaba la ilusión
absurda que la embargó
después de
iniciar aquel viaje al centro de la locura.
Recordaba la miseria humana en la que
se transformó,
recordaba las humillaciones continuadas
que aseguraba eran por su bien,
para soportar el dolor, para hacerla más
fuerte,
para dinamitar todo resquicio de
humanidad,
que, en un momento lejano de su
infancia, albergó
bajo pieles postizas de traumas hechos
a medida…
…después
vinieron las deceneas de actuaciones
que la dejaban exhausta
rompiéndose por
dentro en millones de fragmentos,
las cuchillas desgarrándole
la espalda,
abriéndola en canal ante
ojos ciegos
inmisericordes
que sólo percibían
su desnudez aparente,
mientras por sus nalgas resbalaba la
sangre negra
de su alma violentada;
Recordaba el aliento a derrota mientras
la follaban,
recordaba la negación
de la succión
del pecho materno,
recordaba la gestación
del trauma primigenio
que la abocaría,
en su vida adulta,
a una espiral caótica
de hábitos conscientemente autodestructivos;
recordaba sus charlas vacías con psiquiatras
de pago,
a los que sólo
interesaba el onanismo de su ego,
recordaba aquel viaje a la nada
que la hizo adicta a la esperanza
aparente
de demonio Suicidio.
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