Animales negros sobre fondo negro

Animales negros sobre fondo negro

 

Una carpeta llena de anatomía aplicada a la vida real. Aquí, mi rótula. Aquí, tu clavícula. El recuento de las heridas abiertas sigue ganando al de las cicatrices. El sueño. Casi tangible hasta su voz. Y la misma sensación, que no cesa ni en el espacio onírico, de sentir cómo laten las suturas. Se abre de nuevo el hueco. Dejo de sostenerme. Todos los nombres de los músculos del antebrazo, perdidos. Memoria selectiva. Desdoblo la sanguina y parece que aún la oigo deslizarse sobre el papel. Me vuelve a chirriar el trazo. Y el cielo.

Autorretratos donde no me reconozco. Ni siquiera la espalda sigue siendo la misma. La ensucié de tinta y sexo, azote y miel. Vuelvo a dudar de mí. Entre morderme los dedos, hacer caso omiso al instinto o presentar pruebas. Y para qué. Soy la de los ojos abiertos y las cartas boca arriba. Sólo me quedan consonantes y sé que este juego lo perdí en el instante en el que a su pregunta disparé un "No" tan rotundo que desde entonces estoy condenada a ser yo la imposible, tan suya. Él me mira desde el regazo y lo distingo por sus ojos. Sin tocarlo. Todavía. Siguen faltándome sentidos.

No hay sábanas blancas. A los animales los distingo por el tacto.

Foto + texto: Mery Caos