Monday, March 10, 2014

HISTORIA MACABRA DE UN CONTENEDOR DE BASURAS.

Historia macabra de un contenedor de basuras.
un relato de Vara de 1990 reciclado hoy





“Badalona.-El Ayuntamiento de Badalona ha confirmado la existencia de una secta que realiza ritos satánicos en el cementerio municipal del centro de la ciudad. Ayer, aparecieron 15 cruces arrancadas de sus tumbas y colocadas al revés, clavadas en el suelo del cementerio. Esta es la segunda vez en un plazo de un mes que aparecen estas cruces arrancadas y colocadas en el suelo formando círculos. El 17 de diciembre fueron 59 las cruces sacadas de sus tumbas. En medios municipales se cree que detrás de estos hechos puede haber alguna secta que utiliza el cementerio para algún tipo de ceremonia. Las tumbas, por el momento, no han sufrido ningún otro daño.”
Noticia aparecida en El Periódico el día 9 de marzo de 2014.


     A la edad de 16 años Germán había hecho un pacto con Satanás. La típica edad absurda en la que se hacen el 80% de las gilipolleces que nos marcarán la vida en nuestra etapa adulta. Le había pedido la vida eterna y el señor de los abismos se la concedió. De hecho no le costaba mucho hacer este tipo de promesas, ya que eran las que daban sentido a su existencia ficticia o, como mucho, delirante, dentro de la categorización correspondiente a manuales de psiquiatría en lo referente a clasificación de enfermedades mentales y en concreto a la acepción “delirios demonológicos” (1).
     Eso sí, un deseo sencillo concedido a cambio de su alma y de una especie de impuesto idolátrico durante todos los días de su “peculiar” existencia futura. Germán, nuestro ingenuo adolescente, podía sentirse relativamente satisfecho, ya que gozaría de la vida eterna (concepto sobrevalorado en años pasados), pero, por otra parte,- y a esto viene lo de relativamente-,  la disfrutaría convertido en una especie de mutante, resultado de una imposible simbiosis entre contenedor de basuras y ser humano, es decir, un contenedor de basuras previo a la diferenciación según materias a reciclar (él siempre sería un “aquí cabe todo”) y superviviente a la implantación del plástico de colores (él sería el último contenedor de metal de la ciudad) tocado con una cabeza de apariencia humana, salpicada por las decenas de granos purulentos de una pubertad mal llevada. Para resumir todos estos conceptos, Satanás ( o el demonio menor correspondiente que había invocado a través de su delirio insensato) le había otorgado aquel don, haciéndole al mismo tiempo, una de sus diabólicas bromas: Germán era un contenedor de basuras pensante (de hecho, más recipiente de residuos que humano en sí). Por otra parte. la cuestión del tributo idolátrico fue fácil de resolver, ya que se convirtió en el amo,-sin demasiado esfuerzo mental-, de una chusma de alcohólicos y mendigos callejeros a los que ordenaba realizar un ritos en honor de su Hacedor en un cementerio cercano. Las ceremonias eran bien sencillas. Tampoco se trataba de que aquel atajo de desgraciados se complicara mucho la vida, sólo de que hicieran lo que se les pedía. En parte los ritos se basaban en números cabalísticos y, en parte, en la profanación simbólica de algunas tumbas. Consistía, en definitiva, en invertir un número determinado de Cruces. Un número diferente cada vez. Una especie de tributo simbólico hacia el Maligno y que, al mismo tiempo, causase algún tipo de estupor entre las denominadas fuerzas de luz, que tanto odiaba su demoníaco jefe. Con esa simple ofrenda su señor no le importunaba desde hacía años. Y esperaba que la cosa continuara así durante mucho tiempo, ya que las apariciones del señor de los Abismos no solían resultar especialmente gratificantes. De hecho, las broncas con aliento fétido de azufre siempre le provocaban bastante acidez, que solía acabar con la expulsión convulsiva de parte del contenido de su estómago-contenedor. Afortunadamente, habían sido muy puntuales. Casi inexistentes y se esforzaría mucho porque aquello continuara siendo así.

     Antonio y Marisa vivían en aquella calle desde hacía cuatro años. Llevaban casados algo más de dos. Eran felices, moderadamente felices. Ambos sabían que el contenedor de basuras llevaba allí más tiempo que ellos. Aunque no sabían exactamente cuánto. De hecho, la inmobiliaria que les vendió el piso nunca les habló de su existencia.  Pensándolo fríamente se habían dado cuenta de lo improcedente que hubiera sido tal revelación, aunque habían llegado a la desagradable conclusión que habrían acabado viviendo en aquel agujero urbano de todas maneras, ya que pertenecían a aquel grupo social que desde el mundo político se empeñaban en seguir llamando clase media española. Lo cierto, es que con el tiempo, aquella zona urbana había continuado un lento, pero progresivo proceso de degradación, sobre todo, debido a los rigores salvajes de una crisis que casi los había llevado a convertirse en guetto.
De hecho, no era habitual ver por aquellas calles a funcionarios del orden y raro era también ver a funcionarios de las brigadas de limpieza municipales. De hecho, sabían por las noticias que en otras partes de la ciudad ya había otro tipo de contenedores de plástico inyectado y de una corta gama de colores según el reciclado de residuos. Su contenedor era metálico y tocado por ciertos toques de óxido, lo que le confería un toque casi pre apocalíptico. Pero, ya asumían que era la vida que les había tocado vivir y en varias reuniones vecinales habían acordado acatar el cruel destino que la pertenencia a su social les había deparado. Recordaban incluso cuando un equipo de reporteros se adentró hace años en los dominios del contenedor y de los que jamás volvió a saberse. De hecho, incluso las autoridades locales pactaron que aquel suceso quedara en un segundo plano y que nunca llegara a primera línea de actualidad. Su realidad era que eran prácticamente invisibles para el resto del mundo, salvo para el contenedor de basuras.      Hoy era viernes. Por lo tanto, le tocaba bajar la basura a él. Antes de eso, cenaron. Luego hicieron el amor pausadamente, sin prisas, como todas las noches. Como si fuera a ser la última noche que fueran a estar juntos, ya que ambos sabían con total certeza que aquella era una posibilidad. Sobre todo, porque el día anterior uno de sus vecinos había sido el elegido por el contenedor para el sacrificio diario. Se dieron, finalmente, un beso de despedida.  Antonio cogió  con fuerza la bolsa de basura y salió del piso sin mirar atrás. Era menos doloroso. Previamente, había tomado su dosis de benzodiacepinas (2). Marisa, sin perder un segundo, cerró la puerta y la aseguró con tres cerrojos. Después, abrió la mirilla, miró por ella y se dispuso a esperar mientras veía a su marido como era succionado por la tiniebla de las escaleras. En silencio y para sus adentros improvisó una vieja oración de estilo católico.
     Antonio llegó a la calle en un santiamén y empezó a notar algunas convulsiones en su estómago, sin duda debidas al consumo prolongado de aquellos medicamentos, pero atenuaban mucho la ansiedad y devenían vitales para afrontar aquella mala jugada que el destino les había deparado. Abrió la puerta y salió al exterior. Miró al cielo y vio que aquella noche no había luna. Aquello le produjo un escalofrío. Sus padres siempre le habían advertido sobre aquel hecho, que casi siempre había sido un presagio funesto. Pero, a pesar del temor sabía que no podía echarse atrás. A lo lejos, vió a una mujer vestida con una raída bata de tejido acolchado y florido relleno de guata, que andaba apresuradamente con una bolsa de basura en la mano mirando inquieta en todas direcciones y fumando un purito Bull brand con ansiedad casi animal. Improvisó un pensamiento entre esperanzado y delirante de que quizá podía ser el turno de aquella ama de casa, pero como tampoco podía saberlo con certeza, decidió prescindir de tal pensamiento y se dejó poseer por la inquietud más abyecta y desgarradora.
     Finalmente, echó a andar hacia el callejón, justo por donde la mujer acababa de desaparecer hacía unos instantes. Al cabo de unos momentos, ella salió, pero sin la bolsa. Se la notaba aliviada, infinitamente aliviada. Al pasar a su lado, le miró de forma compasiva. Él le dedicó una sonrisa de agradecimiento. Luego, ella echó a correr hacia su casa con los faldones de la bata de guatiné haciendo elipses imposibles contra natura en aquella noche sin luna. Todavía no era su turno. Y esa certeza le provocó un miedo atroz. Quizá fuera el suyo.

     Los adoradores del contenedor, mientras tanto, regresaban del cementerio después de una noche de duro trabajo. No les importaba. Su amo les había prometido la eternidad a cambio de sus servicios. Era todo lo que les quedaba de haber agotado todo los filtros de ayudas económicas posibles en los Servicios Sociales del Municipio. El contenedor pensante era su último asidero a un mundo en decadencia, a una realidad devastadora. Por eso, ni cuestionaban ni rechazaban todo lo que él les había propuesto. Obedecían como dogma de fe. Como verdad absoluta. Tal vez, como alternativa al suicidio y como la última opción de recuperar la dignidad perdida en los cruentos espirales de la epidemia consumista que los había devorado en vida. Por eso regresaban una y otra vez a aquel callejón, a mirar frente a frente a su nuevo amo, y a esperar, como tantas otras veces, que alguien pensara y tomara decisiones por ellos. Por los siglos de los siglos…

     Antonio ya estaba situado frente al contenedor. Contemplaba absorto la cabeza humana que sobresalía del metal. La cabeza que había pertenecido antaño a un humano de nombre Germán. Un puto adolescente cargado de falta de autoestima como bagaje psíquico y emocional. A Antonio siempre le sucedía lo mismo. Era como petrificarse frente aquella cabeza que tenía los ojos inyectados en sangre. Aquellos ojos que le miraban con dureza y extremada frialdad. Aquellos ojos de loco carente de empatía alguna.
      Apoyó la mano en el asa metálica del contendor y empujó con fuerza. Escuchó el chirrido característico al abrir la compuerta algo herrumbrosa. Y, una vez más, vio aquellos inmensos dientes que parecían estar fundidos al metal, como ortodoncia infernal. Sin perder tiempo y arañando desesperado una última posibilidad de salir airoso de aquella noche de viernes, arrojó la bolsa en la negrura que se abría delante de él, pero no puedo retirar la mano a tiempo, ya que la boca del contenedor se había cerrado bruscamente sobre ella. Momentos después, experimentó la sensación de ser succionado desde el interior. Por ese motivo, -y para qué pasará por la pequeña rendija-, fue aplastado centímetro a centímetro con una parsimonia digna de glotones sin prisa en restaurante de lujo. Acto seguido, fue reducido a una especie de placa orgánica milimétrica de tejidos, sangre y órganos vivos. Al parecer había llegado su hora. Había sido elegido por el contenedor para su sacrificio ritual de los viernes, tal y como estaba dispuesto en las ordenanzas de todas las comunidades de vecinos de la calle. Apenas tuvo tiempo para ser consciente de lo que estaba pasando. Además, descubrió sorprendido que no era doloroso. Lo único que le hizo realmente daño fue el pensar que nunca más volvería a Marisa, el gran amor de su vida. Finalmente, el contenedor lo acabó de engullir sin más dilación, después de lo cual eructó con indiferencia y un atisbo de gozo intestinal.

     Sus adoradores, aquella caterva de perdedores y deshechos sociales, llegaron a las cuatro de la mañana pasadas. Le comunicaron entre genuflexiones aleatorias que habían cumplido sus órdenes. Él les felicitó y para manifestarles su aprobación devoró a dos de ellos. Los demás, mientras tanto, entonaron cánticos en su honor. Luego, cuando todo acabó, se fueron a dormir, ya que al día siguiente tendrían que volver al cementerio a hacer un ritual para adorar al maligno, el Supremo de los Supremos. El híbrido entre contenedor de basuras y ser humano, por su parte, hacía la digestión de forma rutinaria mientras soñaba  quizá con que lo llevaran a las zonas altas de Barcelona para continuar la vida eterna con la que Satán le había bendecido, más que nada por variar. Las clases medias comenzaban a resultarle demasiado aburridas por su resignación extrema. Pero, en el fondo, sabía que ese sueño era puro delirio inalcanzable. Aún así, decidió antes de dormirse disfrutar de su longevidad mutante de la manera que fuera menester, ya que era su máxima ambición en la vida en su época de v´citima del acné más aberrante.  

     Era viernes. Volvía a ser viernes un viernes más bajo la dictadura de calendario inmisericorde. Marisa cogió la bolsa de basura y miró una fotografía de Antonio clavada en la pared de un piso que ya no significaba nada para ella. Un piso ataúd de soledad y rutina desquiciante. Apuró algunas benzodiacepinas y abrió la puerta de su casa. Bajó las escaleras y salió a la calle. Miró al cielo y vio que no había luna. Luego, mientras se acercaba al contenedor de basuras se palpó el vientre, que cobijaba al hijo de Antonio. Para sus adentros, entonó una vieja plegaria y deseó con todas sus fuerzas que hoy no fuera su turno. Luego, la oscuridad de la noche se tragó a su hijo, a ella y al mismísimo contenedor de basuras satánico, que regía el destino de sus vidas desde hace tanto tiempo. Y nadie, en la puta vida de una sociedad blasfema, herida de insatisfacción y resignación, volvió a hablar de ellos y de su historia de sufrimiento innecesario.

     Satán, mientras tanto, se partía la caja escuchando un debate de zombis sobre el estado de la nación. Sabía que, en breve, él habría ganado la partida.


FIN?





(1)Tomado de:
(Cuadernos de Medicina Forense. Año 1, Nº3, Pág.133-145) LOS DELIRIOS DEMONOLOGICOS Y MISTICOS. Por Lucio E. Bellomo


 El delirio demonológico

Ellemberger, Zilboorg y Owsei Temkin tres conspicuos historiadores de la Psiquiatría refieren que más de las tres cuartas partes de las mujeres víctimas de la hoguera, quemadas como "brujas" por la Inquisición, padecian de esquizofrenia con delirio demonológico, psicosis histéricas o de epilepsia temporal.
El tema aludía inevitablemente a la invasión o posesión demoníaca por la entrada de un íncubo, que se introducía por cualquier sentido u órgano sensorial; el más abyecto y abominable era la introducción de Lucifer, por la vía vaginal o anal.
El "Malleus Malleficarum" (El Martillo de las Brujas) escrito por los Dominicos Sprenger y Kraemer, en 1484 -que hoy, bien podríamos llamar un manual simple y empírico de perturbaciones mentales sumadas las disposiciones legales aplicables de la época- advertía de ello, por la presencia de zonas anestésicas o hiperestésicas halladas en la piel desnuda de la mujer en estudio, descubiertas por el hábil compás explorador del exorcista de turno.

Pero había otros métodos que se combatían con fruición, como la entrada del Demonio a la persona, por medio de una "voz", o "voces"; de una voz escuchada en uno u otro receptor auditivo con el aditamento -tácito o explícito- de algún mandato execrable, sucio o abominable.
Obsérvese, que lo típico de los trastornos alucinatorios iniciales del delirio paranoide del esquizofrénico, son precisamente las "voces" así mentadas y verbalizadas. Los temas referenciales casi constantes son la imprecación, la denostación y la acusación de ser un homosexual.
En este Cuerpo Médico Forense, hemos tenido la oportunidad de estudiar exhaustivamente, delirios a temática demonológica, con una franca exoactuación ferozmente homicida. Pues tal como el enfermo vive en el comienzo su patología, las voces se le imponen (no son buscadas); duda primero en creerlas y posteriormente se empeña en divulgarlas.
Esta fase previa, prodrómica, en el período de incubación de la psicosis, en la que el enfermo aún frágil e indefenso, en plena escisión del Yo, posee un atisbo de lucidez. La misma se halla vinculada, por la resistencia que ofrece el enfermo en creer lo que se le impone a través de sus sentidos, aspecto que constituye a mi juicio, la vivencia más caótica en el proceso de enloquecimiento.
Los esquizofrénicos alucinados como se alude en el relato fueron junto a la histeria convulsiva mayor y la epilepsia temporal, quizás las víctimas propiciatorias más halladas en esta época oscura de la Historia. Los Jueces Inquisores, fueron también quizás crédulos, o bien personalidades narcisísticas, fanáticos o directamente delirantes paranoicos.

Es cierto, que un psiquíatra avezado y estudioso, a esta altura del texto que va leyendo, concibe que podemos estar mezclando la naturaleza del delirio de influencia de la esquizofrenia con el síndrome delirante propiamente dicho. No; no se trata en absoluto de mezclar ambas entidades, tan bien diferenciadas por la clínica.
Sí, nos hallamos enrolados en la postulación básica del "impacto órgano-dinámico", provocado "in toto" al psiquismo por la enfermedad mental, criterio gestado por Henri Ey (1900-1977), previamente concebido embrionariamente por Eugen Bleuler (1857-1939 ) en el concepto de la "Spaltung" (escisión) y por Pierre Janet, ya citado, en su "desagrégation psyquique".
Los estados productivos psicóticos, ya sean de naturaleza evolutiva principalmente esquizofrénica o delirante aguda o bien crónica, hallan su causalidad en un estadio de disolución original del sistema energético del aparato psíquico.
Primeramente, cuando todavía no está inficionada la forma de enfermar, con la temática propiamente dicha del delirio, el sujeto por alguna razón "elije" la expresión clínica de la enfermedad mental que desarrollará, con la defensa argumental que le resulte más eficaz.
Dicha temática contiene los principios primordiales de la vida psíquica. Las vivencias delirantes primarias, se crean dentro del modelo del famoso "chassé croisé", esto es, en el intercambio recíproco y simultáneo de contenidos ideo-afectivos por otros bloques ideicos devenidos de la naturaleza neosignificativa del delirio que se genera.
Por ejemplo, el sujeto delira que es (o puede ser) Objeto de la posesión de Belcebú, pero ello sucede a socaire que Belcebú lo proteja de otro proceso imaginario subyacente aún más peligroso, por ejemplo el de quedar a merced de sus impulsos autodestructivos u homicidas, o de que se haga ostensible y manifiesta a los demás, una miseria psicológica que se pugna por ocultar.
Va de suyo, que tal mecanismo le otorga psicodinámicamente al Delirio, el carácter de una superestructura surgida de la escisión del Yo que a la postre resulta ser "benefactora" para el sujeto, no sólo en cuanto a la temática, sino también a lo relativo de su valor axiológico.
En pocas palabras, halla un apotegma, tal como: "Mal, sé tu mi Bien".
Veamos un ejemplo clínico. Una enferma de 23 años, bonita y agraciada, es traída al Hospital Psiquiátrico, con síntomas primarios esquizofrénicos e internada con su hermana gemela. La citada hermana, la más afectada de la psicosis tiene la convicción de estar poseída por el Demonio, que lo objetiva en sus vecinos; sabe de ello, por las "voces demoníacas" que escucha, los mensajes "envenenados" que recoge telepáticamente a través de la radio y la TV; la buscan desnudar, profanar y filmar cuando defeca u orina; y además, da cuenta de la presencia del Maligno, por los olores putrefactos y de los mefíticos gases que "les envían por debajo de la puerta" (sic).
La otra hermana, inducida por el delirio de la más enferma asiente en un todo el discurso delirante de la gemela. No oye voces, pero revela que ello quizás se deba a su propia "incompetencia" ya que su hermana tiene más "dones y poderes" para captar la presencia del Maligno.
La inducida, acepta finalmente la presencia del Demonio; acude a Dios para que las salve a ambas, pero nada hay contra el Diablo, ya que su hermana está en sus garras y entonces tampoco hay salvación para ella.
Aún así, todo mejora, cuando son separadas y reciben tratamiento aislado una de la otra; pues por la mutua complementariedad del delirio, la inductora sobreañade el delirio de la inducida y se retroalimentan mutuamente.
Ponemos este ejemplo, ex profeso, de una verdadera "folie à deux" con tendencia procursiva y exoactuadora porque es bastante frecuente verlo en la demonopatías, en la clínica y en la psiquiatría forense.
Creemos sin duda que la frecuencia está dada, no sólo por el alto voltaje de afectividad del delirio inductor, sino además por la sobrecogedora aceptabilidad sugestiva del texto delirante de la parte inducida, que no vacila un ápice en aceptarlo como cierto.
Pues no debemos olvidar que la sugestión es uno de los fenómenos primordiales en la génesis del delirio.
La sugestión hace posible la credibilidad y aceptabilidad de una idea erróneamente concebida. Tal mecanismo, genera una realidad interna muy especial, en cuyo ámbito sólo existe incertidumbre y miedo.

Por la sugestión, algo puede ser o no verdad; y si resulta ser verdad, la misma, quizás pueda ser vital o letal para el sujeto, según como se la imagine. En suma, la sugestión posee su hábitat, en los propios confines de la influencia para la Vida o para la Muerte, de ahí su tremendo poder y su arrolladora potencia.
Muchos fanáticos, sectarios en su mayoría, se apoyan en la sugestión individual o colectiva para reclutar adeptos. Por la fuerza coercitiva de la misma, logran captar voluntades, individuales o públicas respecto a hacer creer "a pie juntillas" en una ficción, casi siempre con un fin espúreo, no exento y ávido de poder económico. (Léase al respecto, el enjudioso trabajo de la Dra. M. Madueño "Sectas coercitivas" - Rev. de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional- T.26; Año XIV; pp. 239-257)
Ahora bien. Porque, nos preguntamos suele ser frecuente, el delirio demonológico "de-a-dos" o de más personas. Y contestamos, quizás por la carga heredegenética que portan; pero también porque dos, o tres, o muchos, son mágica, imaginaria y sugestivamente mucho más poderosos, para defenderse contra el Maligno.
Cada parte delirante, es la representante de una miseria tenebrosa que lucha por defenderse y ocultarse; y que el Demonio con su poder, es capaz mágicamente de poder descubrir, desnudar y mostrar a los otros.
En efecto, Falret y Lasègue en el prístino trabajo sobre ésta locura, que llamaban también "folie communiquée" (locura comunicada) decían : "existen diferencias que obedecen más a las experiencias afectivas que a los procesos intelectuales...todo individuo marcado por la experiencias afectivas infortunadas, guarda las nociones de la miseria que sufrió" .
( " Il y a des differences qui sont soumisés plus aux experiencies affectives qu' aux procés intelectuels " .. "Tout individu qui dénote ce experiencies affectives malhereueses garde les notions de la misère qu'il a vécu " )
Y no existe nada en el mundo que promueva mayor vergüenza y denigración, que la miseria que se divulga o que imaginariamente pueda solazar a los demás. La persona que se burla de la miseria de un sujeto delirante, puede ser atacado y destruido por éste, de una manera simétrica, con la misma crueldad y desparpajo, a cómo se la recibió.
El Demonio es un atacante dañino, pues hostiga al sujeto desde su mismidad o a través de ciertos Objetos; pero a la vez también es un aliado para conjurar y desatar las venganzas contra sus perseguidores.
En tal sentido, a Satanás se lo utilizará innumerables veces para la práctica ritualista y conjuratoria de vengazas personales (o colectivas); de ahí la peligrosidad que entrañan estos delirios.
El Delirio, sea celestial o demoníaco, siempre es centrípeto y bimembre. Concurre desde el Objeto al Yo y desde éste, al significado patológico. Veremos luego, cómo esto último, juega un papel decisivo para que las elucubraciones delirantes sean fecundas y promuevan la tendencia a la acción.
El Objeto (Dios) o el Objeto (Diablo) se presentan al sujeto como destinatario de sus mensajes. El es el elegido, él es el instrumento de su testimonio.

(2) Benzodiazepinas.
En esta clase de medicamentos se incluyen algunos de los fármacos más conocidos, como el Valium (diazepam), el Xanax (alprazolam), el Klonopin (clonazepam) y el Ativan (lorazepam). A pesar de que las benzodiacepinas se prescriben con bastante frecuencia para tratar los síntomas de la ansiedad, ya no se consideran un tratamiento de primera línea pues aunque reducen la ansiedad con rapidez, suelen causar problemas cuando se toman a largo plazo.

Las benzodiazepinas causan intolerancia, lo que significa que con el tiempo se necesitará aumentar las dosis para alcanzar el mismo efecto. También se le ha asociado un síndrome de abstinencia particularmente fuerte que puede causar incluso convulsiones, sin mencionar que estos medicamentos causan adicción.

Las benzodiazepinas también inhiben la formación de nuevos recuerdos, lo cual puede tener un impacto negativo en la psicoterapia. Además, estos medicamentos pueden ser letales cuando se combinan con alcohol u opiáceos.

No obstante, cuando se usa apropiadamente, las benzodiazepinas pueden desempeñar un papel importante en el tratamiento del trastorno de ansiedad. Por ejemplo, a veces se utiliza en combinación con un ISRS para acelerar la curación durante las primeras semanas de tratamiento antes de que los ISRS hayan alcanzado su máxima eficacia.


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