Anochecía en las montañas de Pomar. A simple vista todo era normal en el pequeño pueblo. Pero algo se movía inquieto en cada casa; los niños y niñas no podían dormir, porque soñaban con el mono que colecciona ojos. Las familias se reunieron para decidir qué hacer.
−Tania, la trovadora, podría ayudarnos. Se dice de ella que es capaz de inducir con su música los más dulces sueños y hacer felices a los niños. −dijo la mujer más anciana.
−No perdamos más el tiempo, mi pobre hija está cada día más débil. Necesita dormir como todos los niños.−dijo un padre preocupado.
Poco tiempo después, en una noche de luna llena, llegó Tania a Pomar. Se sentó en el suelo de la plaza del pueblo. Sacó de su funda a su vieja amiga Lola. La afinó un poco y empezó a rasgar sus cuerdas suavemente. Las luces de las casas se fueron encendiendo y asomaron por todas partes un montón de críos curiosos y cansados. Tania había hablado con los padres y madres y les había pedido que dejaran a sus hijos bajar a la calle solos. Alrededor de la joven se congregó una pequeña multitud soñolienta.
La música era como una brisa cálida. Poco a poco los pequeños se fueron quedando dormidos a los pies de la trovadora. Entonces cuando el más miedoso de todos cerró los ojos, Tania, sin dejar de tocar se levantó. Los niños y niñas se revolvieron en sus sueños. La joven saltó y los niños pegaron un brinco. De repente, un niño, el más pequeño quizás, empezó a convulsionarse. De su cuerpecito saltó un Mono horrible de ojos enormes y brillantes.
− ¿Quién eres tú?− gruñó el Mono.
− Soy amiga de estos niños y he venido a tocarles bonitas canciones.
-¿Ah, sí? Pues estos niños son míos. Tú y tu estúpida guitarra no tenéis nada que hacer en este pueblo. Así que ¡largo!− el Mono agitó sus manos con furia. Tania volvió a sentarse justo en medio del corrillo de pequeños durmientes. Seguía tocando su suave melodía mientras sonreía y hablaba.
- Eres un mono muy mal educado. No dejas dormir a estos pobres niños y eso no puede ser. Si no duermen no tendrán sueños. Y sin sueños no se puede crecer.
- Me río yo de los sueños. Soy el rey de las pesadillas y colecciono ojos de niños perezosos. Ahora mismo tengo que recoger unos cuantos. ¡Je, je, je! Tania sintió como el corazón de Lola se inquietaba, desafinando una nota.
− ¿Rey tú? Sólo eres un mono tonto. Estos niños no te tendrán miedo si yo les canto con mi guitarra Lola. Y si recuerdan mi melodía nunca más temerán la oscuridad.
−Pues tendrás que atraparme. Si no son estos niños, otros vendrán a mis dominios. Je, je, je. Yo no tengo límites, porque vivo en el Reino de los Sueños. Cuando dejen de oír tu música volverán a mí.− Y diciendo esto saltó de nuevo dentro de uno de los niños.
− Eso ya lo veremos. ¡Niñas, niños, despertad!
Los pequeños abrieron los ojos, menos un morenillo de 4 años.
− ¡Mi hermano Joel no se despierta!−gritó una niña.
− Calma. Ahora escuchad: tenéis que ayudarme, necesito voluntarios para una misión peligrosa. Juntos iremos al Reino de los Sueños y sacaremos de allí al Mono que colecciona ojos. Tenemos que saltar dentro de la pesadilla de Joel. Allí se ha escondido el simio siniestro. No tengáis miedo, yo sé cómo vencerle. Salieron cuatro voluntarios: Aída, Ángel, Marc y Judith.
− Los demás también tenéis una misión importante. Lola no puede dejar de sonar. ¿Hay alguien que sepa tocar la guitarra?
−Yo puedo − dijo Mónica, una niña muy lista.
−Pues debes seguir tocando esta canción. Los demás no dejéis de cantar con ella. Los que venís conmigo, dos cosas: no os soltéis de mi mano y no miréis los ojos del mono si tenéis miedo. Cuando cuente tres entraremos... Una, dos, ¡tres!− Tania dijo unas palabras mágicas y los cinco entraron en otro mundo.
Dentro del sueño de Joel había animalillos correteando, montañas de pasteles y ríos de zumo de fresa. Tania y los niños vieron a Joel sentado en un columpio. Estaba feliz, sin preocupaciones. A lo lejos, una sombra amenazadora.
− Joel está bien− corearon Aída y Ángel contentos- nos lo llevamos a casa y ya está.
− No podemos. Hemos venido a buscar al Mono, si no seguirá haciendo de las suyas.
− ¡Tania! ¡Mira allá a lo lejos! - gritó Judith. −Se acerca algo muy raro.
− Seguro que es el Reino del Mono. Él, en mis sueños, vivía en un sitio así de oscuro, y me llamaba. − dijo Marc asustado.
− Tranquilo, ahora estamos juntos y vamos a vencerle.
La oscuridad era una nube de rayos y murciélagos negros. De repente, empezó a hacer frío en el sueño.
− Recordad, niños, no os soltéis de mi mano y no le miréis a los ojos. Si permanecemos unidos, si no le tenemos miedo, el Mono no podrá con nosotros.
Afuera, en la plaza del pueblo, los niños y niñas seguían cantando. Tenían frío y sueño, pero Lola sonaba de maravilla en manos de Mónica. No podían dejar de cantar por sus amigos. Tenían que resistir un poco más…
El Reino del sueño era un bosque oscuro y tormentoso. El grupo de valientes avanzó lentamente hacia el centro de la oscuridad. Allí se alzaba un inmenso árbol sin hojas. En lo más alto, un trono de oro. El Mono no estaba.
− Tania, tengo miedo− dijo Ángel.
− Pues no mires al Mono.
− No está por ninguna parte- gritó de nuevo Judith
− Ahí arriba no hay nada.- dijo Aída- El Mono se ha escondido.
− A lo mejor nos tiene miedo…- murmuró Marc
−¡¡¡JAJAJA!!! ¿Miedo yo de unos mocosos y una trovadora? Estáis en mis dominios. Sois míos. ¡Míos!
Tania se giró hacia los pequeños, les miró con cariño y les dijo:
− Ahora vamos a cantar todos juntos…
Los niños y niñas dentro y fuera del sueño cantaron con todas sus fuerzas. Cantaron sin mirar al Mono, con los ojos cerrados. Cantaron contra el lobo, el monstruo de debajo de la cama, el duende del armario, la sopa de lentejas, la bruja del sótano, el coco de la ducha… Cantaron contra todo lo que quería hacerles daño. Cantaron tan fuerte que tembló el suelo. Pero de repente el pequeño Marc levantó los ojos, algo le llamaba, le gritaba su nombre y él miró. No podía dejar de mirar aquellos ojos brillantes y terribles. Entonces gritó. La canción se rompió y los niños salieron volando por los aires.
− ¡Ja, ja, já!−Aulló el Mono desde su árbol.− SOIS TODOS MIOS. TENGO PODER SOBRE VOSOTROS. SOIS MIOS
Tania se dio un golpe contra el árbol. Los niños intentaron socorrerla. Colgando de su cuello descubrieron un pequeño silbato de aspecto mágico. Aída, Ángel y Marc no sabían que hacer. Judith, que era la mayor, tuvo una idea. Cogió el silbato y sopló con todas sus fuerzas. El sonido atravesó el sueño y llegó hasta la plaza donde estaban los otros niños. La guitarra Lola se iluminó y de repente todos entraron en el sueño de Joel. Tania se recuperó y gritó:
− Ahora somos más. No podrá con nosotros. Pasadme mi guitarra Lola.
El Mono chillaba y saltaba como un loco. Gritaba los nombres de los niños. En círculo cantaban con los ojos cerrados mientras Tania tocaba con toda su alma.
− Esto no es suficiente. Tenemos que hacer otra cosa.
− ¿Qué podemos hacer, Tania? Tenemos mucho miedo.− dijo Aída.
− Eso es, pequeña. No podemos tenerle miedo. El Mono se alimenta de nuestro terror.
−No podéis mirarme. ME COMERÉ VUESTROS OJOS, CON UNA CUCHARA OS SACARÉ LOS MALDITOS OJOS. SOIS MIOS. MIOS. MIOOOOOOOOS.
Los niños y niñas sintieron valor en sus corazones. Sus miradas y sus voces se hicieron claras como la luz del sol. Todo se llenó de música y de vida. El Mono aulló furioso. Trepó por el árbol. Quería escapar. Cuando saltó sobre los niños explotó en mil millones de pedazos. Tras la explosión, del árbol cayeron los ojos que el Mono había robado a los niños que no podían dormir.
− Tenemos que salir de aquí, chicos. El sueño de Joel se nos está haciendo pequeño. − Tania toca fuerte su silbato mágico y todos vuelven al pueblo.
Los padres, madres, abuelitas, primos, perros y gatos de los peques estaban en la plaza. Cuando los vieron aparecer saltaron llenos de alegría.
− ¡Hemos vencido al Mono, hemos vencido al Mono!- gritaron los niños y niñas.
El pueblo recompensó a la valiente la trovadora. Los niños la llenaron de besos. Gracias a ella volvían a tener dulces sueños. Pero en realidad, eran los niños unidos los que habían vencido al Mono, sin ellos no habría sido posible. Los pequeños le rogaron que no se fuera.
− ¡Quédate con nosotros, Tania!- dijo Ángel
− ¡No te vayas, eres nuestra amiga!- gritó Aída
− Niños y niñas, tengo que irme. Recordad una cosa: cuando sintáis miedo cantad la canción que os enseñé. El miedo se esfumará. Es un regalo que os hago. Algún día volveremos a encontrarnos.
Tania recogió su guitarra Lola, la limpió un poco y la guardó con cariño en su funda. Luego, con las manos en los bolsillos empezó a silbar una cancioncilla que hablaba de un mono tonto que coleccionaba ojos. Y se fue, tranquilamente, en busca de otros niños a los que ayudar.
FIN
1 comment:
Ei, no sabía que los ojos del mono habían llegado hasta aquí. Deberías poner que es un cuento infantil para adultos, o algo así. Moltes graaaacies. Seguimos en contacto.
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