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Conocí a García-Hortelano (en la mili nos llamábamos por los apellidos) aproximadamente en mayo de 1989 en el cuartel del Bruch de Barcelona. Coincidimos por azares de la vida cumpliendo con el servicio militar obligatorio de por aquel entonces. Ambos estábamos en el departamento de Plana Regimental o algo así. Él en oficinas y yo en Psicotécnia . Ambos teníamos mucho tiempo libre y solíamos ocuparlo en la cantina del cuartel en las ociosas tardes de "retén" o escribiendo nuestras movidas en los despachos correspondientes. No habíamos hablado mucho, a pesar de habernos encontrado en más de una ocasión.
Conocí a García-Hortelano (en la mili nos llamábamos por los apellidos) aproximadamente en mayo de 1989 en el cuartel del Bruch de Barcelona. Coincidimos por azares de la vida cumpliendo con el servicio militar obligatorio de por aquel entonces. Ambos estábamos en el departamento de Plana Regimental o algo así. Él en oficinas y yo en Psicotécnia . Ambos teníamos mucho tiempo libre y solíamos ocuparlo en la cantina del cuartel en las ociosas tardes de "retén" o escribiendo nuestras movidas en los despachos correspondientes. No habíamos hablado mucho, a pesar de habernos encontrado en más de una ocasión.
Estaba yo por aquel entonces escribiendo unos relatos cortos de naturaleza bastante violenta (un libro que tenía el título provisional de "El evangelio de la carne" ), recuerdo especialmente el relato "Los demonios de la carne están ocultos en una maleta de viaje", que estaba escribiendo un día en mi despacho. García Hortelano entró con unos sobres y los dejó en la mesa. Me echó un vistazo y se sorprendió al verme escribir.
-"¿Tú también escribes, Vara?"
A eso siguió una intensa charla en la cantina del cuartel sobre literatura mientras apúrabamos medianas que recuerdo costaban 35 pesetas. Él bebía mucho, yo también. Él fumaba mucho, yo no. Recuerdo que me animó a seguir escribiendo. Él hacía otro tipo de literatura, más de la calle, más realista. Y ahí se quedó la cosa.
Coincidimos varias veces más en el cuartel. Lo recuerdo con la eterna colilla en la boca y aquella risa suya tan ronca y estridente. Era un buen tipo.
Hoy por la mañana leí lo de su muerte en el periódico.
Espero que haya vivido intensamente y que haya sido feliz escribiendo...
De sus libros sólo leí "El Triunfo" porque al poco de salir de la mili leí en un periódico lo de su libro y no pude evitar comprarlo.
Me alegré mucho por él...
Supongo que, a veces, la vida acaba de manera injusta... pero, siempre quedarán los recuerdos y en su caso, los libros.
¡Juro por lo más sagrado que un día de estos saldré a comprar alguno de sus libros y me lo llevaré conmigo a un bar de Barcelona, a alguno quizá de la calle Tallers y me sentaré y me pediré unas cervezas y empezaré a leer con la desesperación de los supervivientes, y seguiré bebiendo y, es posible, que en su honor, pida algún cigarrillo y me lo fume!
¡Descansa en paz, García Hortelano!
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