Friday, August 27, 2010

Casi Azul, by Anaïs Nit.
























Noelia Olmedo Cubí, alias Anaït Nit

19.8.10

Casi azul



















-Hay días así, dijo el hombre de gris. Hay días casi azules. Días estupendos, en los que por un momento te olvidas de algo que te pone triste. Son días enigmáticos, puestos al azar en tu vida para hacerla más soportable.

El hombre de gris me miró por encima del periódico y sonrió. Era una sonrisa exagerada. -Hoy puede ser tu día de suerte, pequeña.

Pero yo no le creí. Me daba mal rollo, ahí tan quietecito y bien vestido, soltando frases filosóficas. -No lo creo, dije sin más. Y seguí sorbiendo mi granizado de menta. Estaba un poco cansada de todo. Me iría pronto de esa cafetería, de ese barrio anodino, y sobre todo de la ciudad. La maldita ciudad-prisión que me dejaba helada por dentro, que devoraba uno a uno todos mis sueños. El hombre de gris parecía querer algo de mí, pero no era tonto, y seguro que sabía que por un granizado no me vendo. Llevaba un par de años haciendo cosas así, quedando con desconocidos en bares de por ahí para pasar un buen rato. Generalmente los conocía por Internet pero al hombre gris me lo encontré en el ascensor. Un vecino. Por una vez había roto mis esquemas. Un vecino es casi un conocido. ¿Cómo había dicho que se llamaba? Va, da igual. Y dice que hay días casi azules... Curioso sí que es. Pero con cada palabra que dice me aleja de él. Algo me dice que esto puede ser peligroso.

-Creo que no me estás escuchando, Lenore. No me escuchas y empiezo a estar harto. Yo sólo quiero que ames más la vida.

-¿Por qué? La vida es lo que es, no tengo porque amarla más o menos.

-Eres demasiado joven para estar así.

-Bueno, soy realista. Si la amas demasiado te duele.

-Ah, el dolor, el dolor, la huida de él. ¡Sois tan entrañables los seres humanos!



Un escalofrío perfecto y asimétrico me recorrió el cuerpo. Sonreí. Sonrisa congelada. Quería hacerme la dura. Pero sin saber muy bien porqué, aquel banal comentario, absurdo en su esencia, me dejó perpleja demasiados segundos. El hombre de gris me sonrió aún más.

-Estás un poco pirado. ¿Seres humanos? Hablas como un extraterrestre. O como un demonio. Tal vez como un demente.

-No soy nada de eso. Pero está bien que lo comentes. Lenore. Quiero que nos conozcamos mejor. Nuestro encuentro no ha sido casual, ni un juego.

-¿Quién eres?

-Soy la Desesperanza, el Desespero, llámame cómo quieras, pequeña. Y he venido a por ti.

-¿”La Desesperanza”?¿Pero qué dices?¿Por qué me hablas así? ¿Por qué me estabas animando a amar la vida si eres esa supuesta "desesperanza"?. Actúas de una manera peculiar, estimado vecino... Intentaba hacerme la graciosa, pero de alguna manera sabía que lo que tenía delante de mí no era una persona, era algo más. El hombre de gris hizo una mueca terrible. El ambiente de la cafetería se hizo irrespirable, y empecé a sentir que me faltaba el aire. El ruido a mi alrededor cesó. Todo permanecía inmóvil y desdibujado. Algo sólido, contundente, emanaba de esa cara irreal.

-He venido a por ti, mi dulce Lenore. Hace tiempo que te ando siguiendo la pista. Eres de mis favoritas. Tan falsamente oscura, gótica, negativa, pero tan rabiosamente viva y creativa. Tan joven. Me encanta sembrar la verdadera oscuridad en los tiernos corazones. Hacerlos míos. Cuando yo quiera todo esto desaparecerá de tu mente, y serás mía, hasta el día en que mueras. Entonces ya no te necesitaré. Yo me alimento de cosas vivas. Pequeña, encantadora niña. Ahora no tengo nada más que decirte. De momento.

-Entonces, estoy marcada.

-Sí.

-Eres muy amable por avisarme. - dije con un gesto burlón.

El hombre de gris, la gris Desesperanza se puso roja de golpe. Mis palabras la habían molestado de alguna manera. Yo me resistía a ser suya, a ser de nadie.

- Eres impertinente, Lenore. Y muy imprudente. No conviene enfadar a la Desesperanza.

-¿Por qué? ¿Es qué acaso puedes ser peor?

- Sí, Lenore. Puedo darte esperanzas y quitártelas en una espiral tan perfecta, que nunca jamás puedas salir de ella. Serás un preso en el corredor de la muerte que cada día recibe la noticia de que va a ser ejecutado y exculpado. Pero nunca sabrás cuando, ni dónde. Y querrás que todo acabé, pero la muerte no vendrá. No acabará tu suplicio. Y te llevaré a mi plano, para siempre, en cuerpo y alma. Oh, sí, puede ser mucho peor.

- Entonces será mejor que lo dejemos.



Y me fui de allí, de aquella cafetería, puente entre lo real y la Desesperanza, decidí huir lejos del barrio anodino que me había visto crecer, y sobretodo lejos de la maldita ciudad-prisión que me dejaba helada por dentro, que devoraba uno a uno todos mis sueños. Y yo aún tenía sueños, y esperanza.



Todavía no era suya.



FIN



de su blog: http://anaisnit.blogspot.com/

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