EXTRACTOS DE LOS DIARIOS DE HEZSKHA LAUZONE
Noche de ayer.
(Y Fénix)
"¿No vas a consolarle?-dijo Lil.
Un hombre se consuela solo- dijo Wolf, regresando a su despacho.
Mentía con naturalidad y sinceridad. Un hombre se consuela
exactamente igual que una mujer".
Boris Vian
Primero aconteció una cruenta lucha entre los dos hemisferios de su cerebro, que acabó muriendo tiempo más tarde entre contracciones de agotamiento o de agotadas emociones. Luego, aconteció la negrura y aquella espesa capa de aire helado que barría el desierto con una desacostumbrada angustia insensible e hipócrita.
¿Es muy fácil escribir cosas así, no crees?
Él se llamaba UNO, y era el creador de todo su mundo interior, que ahora se veía cruelmente azotado por sus místicas especulaciones de autodestrucción. Pero, UNO no era el único creador de mundos interiores e introspectivos. También coexistían a ese mismo nivel los denominados PLUTARCO, ASTO, EMBO y FILIAM, entre otros muchos. Podríamos definirlos como asexuados en una primera aproximación, vulnerables, gelatinosos y algo amargos al paladar. Todos ellos se movían perezosamente a través de las llanuras insondables de su egoísmo. Incluso podría decirse que algunas veces llegaban a rozarse, pero precisamente por eso nunca les sería permitido verse frente a frente y contemplar sus corazones de cristal, que necesitaban ser traspasados por el fuego para volver a latir de forma homeostática. Y sucedió que un día, uno tras otro comenzaron a desvanecerse entre la arena de los recuerdos, como si se ahogaran por su porpio peso específico, pero asesinando, a la vez, la posibilidad de que el resto de creadores acudiera en su ayuda. Aquel era un mundo de creadores solitarios que vivían encerrados en su propia burbuja de utopía absurda, recubierta por una fría capa de necesidad de algo o de alguien y sostenida por pilares de rabioso orgullo y deseos de mantener el falso liderazgo que les mantenía vivos, o lo que viene a ser lo mismo: sumidos en sueños de apariencias sin fin, que no llegaban a ser sueños, sino mediocres aproximaciones aceptadas por la mayoría. Pero, UNO creía que aquel no era su destino y decidió que lo mejor que podía hacer era destruir la burbuja y derribar los pilares que la sostenían. Y UNO no se ahogó en las dunas de insatisfacción de su propio mundo pseudoimaginario.
Como en todas las jornadas precedentes de su vida llegó la negrura y UNO se estremeció, como venía siendo habitual y rutinario, a causa del frío, que empezaba a entumecer sus sensaciones. Fue en ese preciso instante cuando descubrió la poderosa y majestuosa silueta de Fénix, que se remontaba triunfante sobre la asfixiante oscuridad.
Unos breves momentos de meditación publicitaria
CLACK, CLACK, CLACK... La voz interior de Mareva volviendo al vacío del espacio de su alma herida por el arrebato y por la furia ciega de un secuestro anímico insustituible... como maleta violentada de recuerdos, como
la maleta de madera. La carcoma. El boquete de la puerta. El boquete del
olvido, de la tercera copa de más de tu cuerpo en la cuneta. Veo los
zapatos de la urdimbre de la grieta y melaza de centeno. Meto mis manos
entre esas tripas de hace un siglo. Huelo la sombra del tilo, en la
herrumbre de esa sierra. Y todos los objetos se apostrofan en el mismo
juego del adiós que la sidra robada de tu réquiem. Creo que voy a clavar
con puntas uno de esos lienzos de ocumen, en el agujero de la puerta.
Me gusta la idea, de una pintura-abre y cierra, el deterioro del sur y
el éxtasis del invierno acechando el jedor de tu cama, en el filo de la
navaja de afeitar que él se olvido. La idea, de un lienzo-estático cada
vez que salten los plomos. Y tal vez empezar a colocar en todas las
puertas, la meta-puerta de la sangre de gorrión. Como nunca tenemos nada
qué hacer, todo es literatura. Y las obras son arrojadas a su
destrucción en el mismo canto que su discurso. Ahora voy a dejar por un rato, el rato de la rata y su urdimbre. Y voy a
buscar la esquina bisiesta para echarle pegamento y juntar la enemistad
de dos escombros. Voy a tratar de deletrearle a las lechuzas el
negrillo que tu muerte brotó en una página. Y a buscar algo absurdo y
celoso que hacer con los añicos. Deambular por la canción de las arañas
que la casa acuna hacia el olvido de la casa. Y robarle a la hechura, la
líbido de una mancha de baile. Jugar. Sin escribir. Sin ansiar la
escritura de las letras. Usar los dígitos del viento y del humo: De las
puertas serradas en los ojos del gorrión. Y del ácaro que amó mucho
antes que nosotras. Ya no voy a cumplir años hacia delante, los voy a cumplir todos con las amanitas y ya salida de gastos y sin patria, quitarme las bragas cuando quiera y ya sin oficio por los siglos de los siglos, buscarme un amante delincuente que tenga la casa en un nido de pájaros y ya quedada mal con todos ellos, desquedarme con los nómadas, payasos y
contrabandistas de la ética de los divergentes y erótica de lobos (*)
Lobos como él, que, en este preciso instante, arranca con fuerza y furia la hoja de papel de la máquina de escribir de sus recuerdos olvidados. Fue en ese preciso instante cuando recordó la historia del ave Fénix a través de Clemente de Roma en su epístola a los Corintios:
"Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive
quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de
morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual
entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se
descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la
criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante,
esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su
progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar
llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos,
volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto,
emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de
los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los
quinientos años."
Y así como en un sueño o casi un delirio descubrió la silueta del ave Fénix, que parecía remontarse triunfante sobre la oscuridad, la negrura de un escritor en franca decadencia. Un escritor que nunca lo había sido. La figura del ave Fénix.
(surcaba el vacío envuelta en llamas)
Y supo que lo único que debía hacer era seguirla a través de la inmensidad de lo eterno, lo imperecedero, hasta llegar, de forma irreversible, al universo de las emociones descarnadas y los sentimientos Irreprimibles.
(*) Mareva Mayo, del blog Hoguera de Ideas.
Pintura original de Denisse Sánchez (El jardín)
No comments:
Post a Comment