Sunday, March 08, 2015

EXTRACTOS DE LOS DIARIOS DE HEZSKHA LAUZONE (6)

UNA NOCHE

capítulo en CONSTRUCCIÓN...





   Castillos en el aire que se disuelven a causa de su propio peso. Esas ganas de gritar que cruelmente serán silenciadas por la impotencia. Ese hundirse en el fango, la espera en una estación de metro y los dedos de la desesperación que empiezan a colarse por tu ventana. Y llega, como siempre, el frío y con él la mirada imperturbable de las ramas desnudas de árboles imaginarios, que parecen susurrar aquello de: nos compadecemos de tí porque eres un ser humano.
   
   mi mente regresa como si nunca me hubiera abandonado a mi suerte y

    Mi mente regresa a la imagen de un vagabundo que camina bajo un cielo apostrófico de octubre buscando opacos cubos de basura con tesoros ocultos más allá de nuestro entendiemiento de seres condenados a la racionalidad.

   ¡Oh, que palabras tan maravillosas, que poesía ciega, que cultura absurda y rutinaria, que inteligencia aparente y simulada, que intelequia sometida al poder de la norma establecida, sí, queridos amigos drugos, que mierda tan increíble, que hace que tengas que recordar que

   Tienes que echarte la toalla al cuello y procurar taparte algo de la cara. Ya me entiendes, como ocultándola. La gente no tiene nada mejor que hacer y podría mirarte en un segundo de aburrimiento y blasfemar en silencio contra ti.

   FLASHBACK: un niño es obligado por su padre a limpiar sus zapatos nuevos. Después, el niño mata a su padre con el teléfono, que no es precisamente una compra reciente, pero no menos necesaria e indispensable. El teléfono tiene dientes como en una pesadilla diurna. El teléfono habla. Tiene el poder. Entonces, como en toda pesadilla que se precie no puedes gritar, de hecho, no puedes ni tan siquiera imaginar que lo haces. Todo es lento y denso, como en una repetición congelada de una telvisión local. No puedes gritar. No. Estás rodeado de seres humanos dispuestos a atacar, a lanzarse sobre ti en cualquier momento, en un instante de distracción neuronal. Te amenazan en silencio y discretamente con aquello de que no va a quedar ni rastro de él. Así de sencillo y apocalíptico. Ni rastro. Como si alguien pudiera evaporarse como el humo después de una ráfaga de viento exhalada desde los pulmones infecciosos del infierno.

   El niñó sabía, siempre lo supo,
   
   tenía la experiencia grata, grisácea e inolvidable

   que los cambios bruscos producían miedo. Los médicos lo llamaban ansiedad.  Los de las batas verdes lo llamaban también gilipollez y cuento, que ellos

   al igual que los sabios de la antigüedad

   "curaban" a base de una sucesión interminable de duchas frías, bajo la supervisión de un regimiento de pastillas de jabón apenas sin usar, ya que la piel era inquebrantable. ¡Ah, que placer!, ¡echarse sobre la arena de una playa que no existe ni existirá y acariciar el cabello de tu chica... Y, entonces, sientes el cosquilleo, ese rumor apago y cálido de agua en cadencia repetitiva como olas del mar en un loop de sintetizador, hasta que cortan el suministro de agua en los lavabos del psiquiátrico de almas abandonadas a su suerte. Y, luego, justo después, la negrura abyecta que provoca el apagado de luces del pabellón de los postraumáticos después de que nos acostemos en nuestros catres numerados con la eficiencia del auxiliar de psiquiatría que realiza el recuento rutinario y necesario para mantener el orden aparente en el país de la cordura y las normas extremas para defenderse de lo desconocido, que puede provocar la ablación de los sentidos. Y acostados y sin luz realizamos el ejercicio arriesgado de regresar al útero de todas nuestras madres muertas tanto en lo físico como en lo psíquico de nuestras naturalezas erróneas. Y Juan, el número 16 con diagnóstico de esquizofrenia paranoide, ha vuelto a extraviar su dentadura postiza que, por descontado, nuca ha existido. Ya que él se suele inventar cosas y confabulaciones contra él, por eso

   nos dicen ellos mientras nos mienten que

   lo han traído aquí, al hospital de almas muertas, para que lo veamos, para que lo examinemos detenimidamente, para que excrutemos sus entrañas inexcrutables. Estoy casi seguro de que si se tratara de una mujer y no le hubieran todavía tapado la boca con gasas cuajadas de desinfectante aséptico habría gritado aquello de: "hacedme todo lo que queráis, lo correcto y lo demente, lo que os venga en gana, pero, por favor, no me desgarrréis el himen de la cordura que me mantiene adicta a la locura, la mía, la personal, la intransferible, os lo suplico por el amor de dios". Sí, eso de las súplicas que, en ocasiones, nos funcionó de forma tan racional y conveniente.. Y también lo de pasar billetes en los bolsillos de sus batas inmaculadas. Puedes ver la televisión hasta más tarde, aunque hace tiempo vengo teniendo la desconcertante sensación de que siempre programan lo mismo, a todas horas las mismas caras y las mismas palabras, en un bucle infinito de demencia consensuada por los psiquiatras de lo mediático. Y si no es así, ¿por qué se ríen cuándo vemos la televisión?.
   Hace tiempo que el doctor parásito no viene por el pabellón. Andrés, el chico de al lado, piensa que se ha ido de vacaciones, a criar ánades rojos o algo por el estilo, como cazar arenques sin chaleco salvavidas dentro de las peceras de norecuerdónde dentro de miles de decenas de restaurantes chinos. Y ahora, justo en este momento, se ha encendido la luz roja que hay sobre la puerta del corredor. Negrura infinita con rojo chillón en infarto de alma abandonada. Debe haber alguien en el lavabo. De no ser así, sería el típico aviso discreto para realizar una contención mecánica por amenaza de brote psicótico. Así funcionamos aquí. Luz roja. Aunque, posiblemente, el enfermero de guardia debe haberse traído a su chica, a su gato, a su pastel de cumpleaños, a su botella de whisky... y el peso específico mientras recuerdo una noche más después del apagón de mi conciencia las palabras enlatadas de Mareva, mucho tiempo después de su desaparición, que repito hasta los indecente en mi embriaguez de benzodiacepinas:

     "Me acabo de despertar, muy tarde, soñaba con rosas de jericó sobre lagos que bebían toda el agua, alguien me ofrecía esos lagos. Luego otro sueño que apenas recuerdo. Lleno de imágenes. Y todavía mi inconsciente tiene los pies dentro de esos sueños. Hace sol. Y reconocí una vieja alegría que se parecía a la alegría de amarte. Como un deseo de que me posea el paisaje. Como algo nuevo. Y un poro abierto en las puertas de apretar el fuego del olvido.
    Empiezo a buscar las palabras. A salir de ese jardín expresionado por los objetos inalcanzables.
    Aprender a echarte de menos con el ocaso que arde amores brujos. Y no con los huecos. La ciudad ya se ha despertado y mis párpados cigüeñan el paso de las nubes.  No tengo nada, como cada vez que abandonarse hacia la dicha de los ríos.  Una interrogación de jugo de rayos en el pomo de la puerta que conoció tu historia y dio vueltas a tu olvido con mi sangre entre las sábanas. Tengo muchas ganas de ir con ellos a ese bosque. Sintonizar marzo con las hoguera ingrávidas que sólo esos lugares desmembran en los ojos. Llevo unos días en continua lucha con algo. Algo que también se olvida de mí. Y quiero dejarme llevar por su música desconocida y dessujetar los pecios que avaricia su existencialismo.  Mancharme con esa felicidad indigente y olvidar la hegemonía de los significados.

    A veces estoy en paz, contigo y esos sepultos. Como un broche de aguardiente en los colmillos de las azaleas. Un no podía ser de otra forma para rabiar los pianos. Y qué bella la luna que desde ahí lo mira. Sin el porqué de las condicionales. Sin el rencor de un pretérito. Sin la alfabetización de la herida.  Con un jazz ofrendado al mundo y perdido. Y otro horizonte se baja las bragas. ¿qué importa cuántos pronombres se mataron en la belleza?   
    Apretar en tu cuerpo el horario de trenes que se pulverizó en ese quizás que compramos a los vendedores de alfombras. Ejercer el vino del cinismo contra todo lo que nos habla de una posesión. Sólo quisimos ser libres como las teorías suicidas en los labios cortesanos del amor eterno. Todo lo hicimos por la libertad, también aquella sangre en la bañera, aquel corte, en las muñecas del maniquí devorándonos el corazón en la migración de un olvido.

    Nunca tuve planes. No seguí una estrategia. Quemar la sinestesia en la punta de un escalofrío y salir por la inercia de la dentellada y la canción. No pensé en labrar futuro ni en solemnizar la tragedia. Ponerlo todo en la mesa de comer pájaros y quitarle tornillos al esqueleto y avalancharse. La identidad también era una jaula, por eso nos volvimos locos. Y la tierra y la gravedad, por eso volamos con las amanitas.   
    dicta esa calavera de espuma y salitre, el diábolo de tu amor en las cuerdas vocales del pájaro del delirio y ya no me manchas el trago con la vehemencia de una coordenada suicida y todo se va sin ti a los teatros de un alud de música que tiroteé el pulso de la soledad con los traficantes

    no quiero querer a lo que no me quiere, a no ser a Mercurio

    que me engañen los murciélagos los descampados
    que me embriague la danza de humo los pigmentos para bañar la tristeza de los arlequines y los hollinadores

    mi tren de cartón se hizo la fotosíntesis con la marihuana y los cajones abrieron los viajes sin lecho ni camino, al arrebato de los nómadas que pasaron con la luna, en el agujero de las manos, no era por ti ni por mí, era por la música, nos atamos los cordones indigentes de los trapoos sucios del pluscuamperfecto con un deseo de erizos y de estrellas.... la deriva tomó lo que no quisieron tomar los pronombres y la pena se hizo intemperie y se hizo cascajo
   
se aprehende
en tu hueco la libélula
del paisaje de los paisajes triturados
en el escupitajo de larvas de luz hacia el renacimiento
llevaremos el dolor en el filo de la tijera
con un blues etílico en la patada del perdón
y es festivo el plural del crematorio cuando no se acercan las palomas
no hizo patria, no hizo sintaxis, no hizo la madrugada del exceso con el prometido fin del mundo
era un vicio de mi azúcar en  tu cuerpo, de la salmuera en tu pecado, de la quimera de un destino en la promiscua lluvia de autopistas en llamas

    se destensa el verbo en tu impostura de lo insomne y de lo tierno, y eres un espectro moviendo los hilos del teatro de una selva inoculada en la jeringa del demasiado tarde para decir una verdad... y yo tomo el sol con los armadillos y la púrpura causa de la descomposición léxica del olvido... corren los días mucho más rápido que los dogmas de los días.... y quemo el placer, en el anacoluto de él y sus humedades advenedizas de un motivo.... vamos de flor en despeñadero, con la ética de las aves malheridas por un poema que no pudo pagar el vino...

    y empieza a venir la primavera y yo me arranco los botonos con saliva de gorrión, los papeles ya no quieren contar ni tu historia ni la mía y nuevos errores sin bragas convencen a nuestra demagogia de la salvia y los portazos.... el tango dejó de ser tango cuando nos meamos de risa entre un cuchillo y una eyaculación precoz de un rosario... ya no quisieron saludarnos las vecinas y no teníamos escritorio en el que escupir la pérdida de las coordenadas...

    dice Hezskha que me enloquecí desde entonces y que ya no llevo nunca su perdón a buena cama, fue un detonante del simpiosio del hachís y qué largas piernas crecerán del camino que robó los otro caminos, como una madreselva prendida de la voz que adulteró todas las cadencias por la vagina de la niebla a los fusiles del barco
hoy tengo cerca recuerdos de felicidad que deshuesan su contexto y brotan como una sinestesia del tiempo y del espacio en la masturbatoria del vendedor de flores de papel en tu cuerpo ensangrentado sobre mi máquina de escribir

y recuerdo esa senda de helechos y mantos de hierba, amada de la inclinación del mar y esa felicidad zarrapastrosa de la soledad henchida en su destrucción sobre la playa, y los mirlos y los oblicuos rayos de sol y una bélica esperanza manchando todo lo mirado con la música del infinito.... y me recuesto en ese instante peinado en Júpiter con el ansia del nacimiento sobre la espuma de mar...

la tristeza siempre estuvo entre las uñas y la manera de estercolar el valle, ya no es determinante para la formación del verso, ni la identidad ni de la memoria ni de la hoguera, es un perfume, es un despecho del movimiento

no hacer puntos de retorno, no sujetar la sombra a la barandilla, ni siquiera al bolígrafo, destruir el futuro, destruir el pasado, no albergar intención, ni codiciar ni belleza ni muerte, no tener nada qué hacer, nada qué conservar, sólo conmoverse del secreto de los colores en los viajes sin destino....
 la semántica de tus manchas de olvido, en las persianas que parte el devenir como mandrágora de todas las historias que desclavicularon su poder de atracción entre nuestras noches y son ahora de los ladrones que pactamos para pronunciar los sanatorios de estrella que esa muerte propuso en el discurso de los pozos de la tierra
del despecho de la herida
en la cruz de tus cardinales
hambrientos de la paloma que lo olvidó

conmigo en la broma
conmigo en la diatriba

de esa meada de verso y otros pagarán la profecía de esa ausencia en el firmamento

bebo a pedazos tu amor en las cunetas
y fado en mi cuerpo la alegoría de esa tumba

luego me olvido, se pasa a jirones de ginebra y columpios

la vuelta del alba en el cigarrillo de flores
apretarte contra mi corazón que es también una grieta en tu futuro

y nos convencieron los emigrantes del porqué del desalojo

casi está zanjada la prosa y la noche puta, en la vejez de los zapatos, en la abrasión de los cuartos de alquiler....

procura no decir ésta es mi casa ni encajar la melancolía en el quebranto de un cuaderno
las manchas de la tinta que se pegan a tu ocaso como el sepelio que los vencejos gotearon en la hoguera
ir contigo cada vez en la grieta de mis ojos, como el infinito que siguió sentado al piano, cuando el cabaret ardió y las ciudades se destruyeron en su violín de humo...

ya no tengo la naturaleza de tu rostro, para dibujar ciervos, en un trozo de cartón, ni la complicidad del abandono de los caminos, en la flor de arena, tampoco son ciertos los verbos que siguieron, pero aún así persistes en la hechura del expresionismo, como una ebriedad y la continuidad de los renglones en la deriva, aunque no pueda descansar mi noche sobre tu cuerpo, ni usar tu nombre como muro de contención de la alergia de la datura en los horizontes...

se llamaría dialéctica, si asomaran los peces de nuestros dientes o si el poema sólo fuera una herida alquilada

pero es más de la mística de las cajas musicales haciéndole la taxidermia a las criaturas del bosque, con tu voz como sangre reseca, y el amor que aún te tengo, como una canción de curva y avellana, nada vendrá a conservar el proceso, nada quiere alfabetizar ni la pasión ni lo descompuesto, es la vehemencia de la ilegitimidad de un fruto de rizomas.... las bragas en los tobillos de los días de fiesta, conel reclamo del LSD en el pacto roto de los pronombres, una pisada que siembra un viaje sin huella, al rencor de las articulaciones mecánicas de los trenes sin Paris, arbolandoo mugidos de desiertos preñados de amores eternos que se hicieron sangre en el vestido de abalanchar con elimposible, la muerte de los nombres y no volver a usar el realismo, sino para piojar al Teatro.

recoger el trigo
con tus manos cadáver
en el agujero del cielo

y volver borracha y sin pretextos
a desahuciar tu luna de mi fosa y de mi humedad

pagué tu vida en la subalterna desgracia de mi olvido
no pude lavartede los retretes de la estación de autobús ni de mi cuerpo

perdí los papeles encima de un mechero que juró ese extraño y afirmó entre mis piernas, quedarse hasta que todo acabe

no era tal el crucigrama, ni lalógica sirvió para mucho, la mentira en el fondo de tus ojos, era como mi hija muerta, en los brazos del jabalí, no quisiste manchar con retórica mis bragas, ni hacer un agujero de gusano en la danza de mi muerte sobre tus condicionales, y como fue la locura la que cerró esa noche en la cachimba, la combustión de la salvia no se hizo la estrecha con tus enterradores
los pies mojados por el sudor de tu ausencia
embrujando las patadas al reloj que gotean las paredes en el amor de 40minutos de distancia y de cuchillo, de banda sonora y de extinción

soy vulgar entre tus brazos
porque me contagia el callejón de tus noches sin dormir
y tu suicida me mete los dedos contra lo que sabía del réquiem

y juego a hacer barcos con la materia orgánica de nuestra insolvencia en la primera persona que el plural cose a navajazos en el futuro
hoy haremos que hemos olvidado
con la cremallera bajada en la masturbatoria de los agujeros semánticos
y el azúcar flotando en la hiel de la patria muerta, como pájaros despechados, en el boicot de los nombres y ese aguardiente que crece de mi tacto, cuando me tocas ladróon, cuando me hablas con el otro lado del abandono del poema

yo no cuento tus lágrimas ni las tierras rotas de las que vienes, ni me cuento en tu cuerpo, una canción para engañar al sol y a los trenes, sólo me dejo por tus ojos invocar, el naufragio de todas las decisiones, para ser sólo anís goteando por tu boca en el amor de la cerilla

no podemos tener un proyecto común, porque tenemos la quemarropa de lo impropio y el versículo de la multiplicidad de los nichos para hablar con las hiedras

pero tus gorriones persisten en la cicatriz de mis brazos... y dar vuelta a la calle, es volver al abismo de tu voz en los charcos

no recoger, ni zanjar, ni dejarle a la canción
y a otro sitio, la brecha valdrá de resonancia de vino, y a la penúltima hora, perdimos los papeles en vuelos oblicuos de destino imposibles

acumular la sinestesia de las flores y las pérdidas, en esa manera de agarrar otro cuerpo, de viajar otro olvido abierto en la taberna que te oyó llorar, sujetar un buzón en la fiebre de otro...y llueve hojalata del predicado que no le dimos nunca a las salidas

nunca borré ni escribí encima, sólo hice calderazos con las huellas en el graznido del cuervo que nos amó también siendo las otras...

ahora todo sigue sin lógica ni territorio, pegarnos el éxtasis a la manecilla, sofocar la soledad de las constelaciones y conmovernos como relojes rotos en tus lágrimas de girasol... y todavía el vaso dilata la sed en la luna
embriagar esa música en la búsqueda que nos suelta, hoy los bosques buscan una carrera contra el llegar serios a la palabra, quiero destecharme de hórreos la verdad, jugar leve, dejarme avasallar por los árboles, soplar desde tu oigo un garjeo, no pararme a asegurar, no decir lo comprendo, no tener ni estribillo ni retorno, emigrar con tus sombras embrujas, dejarme acariciar y amarte con lo que no tendré, olvidar la escritura, el viaje que vuelve a tu insomnio a maldecir el vino... sólo jugar, disfrutar el instante, alejarnos del cemento y de los cobijos y que todo sea intemperie y una manera de cantar
En una hora me voy, ansiosa de perder las coartadas en esos ojos a la cachimba de la flor y la historia que se calló huesos adentro. Jugar. Ya no tenemos más armas que los niños. Ni porvenir, ni casa entre las casas, ni motivo con funcionalidad. Vamos al bosque a soñar con que somos colibries. A atravesar como si fueramos a perder la entrada, el proscrito baile. Necesito tu ternura exibicionista de los nombres que huyeron.  Probar las alas en el clandestino camino y en tus artefactos de amor y exilio. Dejar lejos de mí la escritura y las cuevas y abrir ese vino debajo de los robles. Bailar borrachos la indiferencia que nos tienen las montañas. Y cerrar las heridas con galopes de viento sobre lo desconocido." (*) 

   Y lo desconocido transmutado en alguien cercano que te escupe luz negra a la cara.
 (*) Mareva Mayo.
 

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