Tuesday, June 12, 2012

CUANDO HABLAR CLARO ES NECESARIO PARA QUE EL DOLOR SEA UN BÁLSAMO


CUANDO HABLAR CLARO ES NECESARIO PARA QUE EL DOLOR SEA UN BÁLSAMO

Prólogo 1:
 Ángel Muñoz sobre los poemas de Lucía Fraga.


 
No es fácil construir prólogos. No, definitivamente no lo es. Pero si una poeta tan camaleónica como Lucía Fraga pone sus tripas encima de la mesa y con ello te facilita la labor, es algo que el encargado de estas líneas agradece.


Que el dolor o el sexo nos mueva a escribir poesía, en principio, no aporta ninguna novedad a lo hasta ahora existente. Pero sí es cierto que hay algo irreprochable en las líneas de la autora: la obligación de expresarse con la mayor claridad posible, el apego a un lenguaje directo y en ocasiones soez para sacar ese dolor que roe las entrañas, y por encima de todo la obsesión de no reprimirse. Sí, que quede claro, la obsesión de no reprimirse en momento alguno.
Os preguntareis dónde está la innovación, y yo os podría responder con una aseveración muy breve: Lucía Fraga es así. Y esto, mal que nos pese, es una cosa que es bastante extraña a día de hoy. Los poetas, últimamente con mayor frecuencia, dan vueltas y más vueltas sobre sí mismos con tal de mostrar un repertorio retórico que, muchas veces, siquiera alcanzan a comprender ellos mismos. Otras, caen en los tópicos tan manidos en cuanto a sexo, dolor y psiquis se refiere la cosa. Pero esta señorita se desenvuelve con la necesidad, sí la necesidad y la maestría de quién sabe que lo malsonante es preciso cuando lo es y el lirismo no deja de tener cabida en lo que pueda “tacharse” de ordinario. Prueba de ello ese magnífico verso que enfatiza uno de sus poemas: “me colocaba flores de aire en el pelo”.


En el momento que ha quedado claro que andarse por las ramas y las dobleces, en este libro a cuatro manos, es algo que no casa con él, toman al asalto la primera línea de combate unos aspectos que preocupan y mucho.
La sangre, el fetichismo, la carne magullada, el fracaso y la humillación vistos desde ambos lados, desde el que castiga o desde el que lo sufre. Jugar a ser esquivo con unos sentimientos que no puede, siquiera, la autora esconder entre líneas. Pensar en la penitencia como salvación, y quizá lo más importante de todo: hablar de penes, besos, vaginas, botas con la necesidad y la seguridad con la que lo logra, es algo tan bestialmente feroz y real que nos hace, al menos al que suscribe, sentir por un momento primero piedad, después deseo hacia ella y finalmente, levantarnos de nuestro asiento para aplaudir los ovarios/cojones que muestra al contar algo que a todos, repito, A TODOS, nos ha obsesionado y apasionado alguna vez.


Consigue que el gusano que llevamos dentro se vuelva a arrastrar ante la impotencia de no estar a la altura, de no ser lo bastante inteligentes para que el dolor termine convirtiéndose en un bálsamo que sana, incluso, las llagas de unos seres que se suponen están ahí para ofrecerte todo a cambio de nada. Una familia a la que poco le importa que la madrugada te coma el hígado. Que las pestañas se resquebrajen por un estado etílico consentido.

Y es que no hay cosa peor que nadie oiga tus gritos.
Ángel Muñoz


CORAZÓN DESVENCIJADO
CORAZÓN DESGARRADO
(De Lucía Fraga Rodríguez, reinterpretado por Vara).
Foto: Mery Caos


Tengo el corazón desvencijado entre pulmón y pulmón,
Tengo el corazón desgarrado entre venas malheridas,
Sístole y diástole se han convertido en tic-tac de descuento.
Heroína de fracasos adulterando el rítmico bombeo
Cada latido es un paso hacia el sueño deseado de los suicidas.
Donde cada latido es una bomba lapa de sentimientos envenenados
Y yo siento que en esta muerte prematura y liberadora
Que me conducen a las puertas de un  Hades cálido y violento
Se van apagando las luces de los sufrimientos como bombillas a punto de fundirse

Donde Caronte me susurra secretos al oído sobre sufrimientos
que se funden
Como viejas bombillas en desuso.


Aún así, guardan la luz primigenia de la primera patada en el estómago.
El timbre de su voz es como un puñetazo capaz de reventarte por dentro
Y se visten con sus mejores galas macabras entre champagne y una mujer que llora sola,
Mientras el fantasma del niño que llevas dentro se deshace como polvo devorado por el viento,
Despeinada y apenas vestida que se da golpes contra un Cristo en la cabeza.
Viento enfermo que derrumba las viejas creencias en jesucristos de cartón piedra…
Perfecta imagen fotográfica del dolor y de ese olor nauseabundo que ataca la pituitaria.
Estereotipo en fotograma del viejo dolo; ese dolor que huele a cosas muertas
El dolor huele a alcohol pegado a la nariz o a aguarrás cerca de los ojos.
Y  a instrumental quirúrgico para extirpar órganos delicados.
El sufrimiento es un mar donde progresivamente no vamos ahogando.
El sufrimiento es la laguna Estigia  donde progresivamente nos vamos ahogando.


Siento cómo se me va rompiendo este músculo ahogado por una vida maldita.
Puedo percibir los microscópicos desgarros como arañazos de un tiempo perdido
Cómo a oscuras me atacaba el miedo en medio del pasillo y no podía tragar saliva.
Derramándose en el vacío de una soledad coaccionada por el miedo,
Cuántas noches vinieron los perseguidores a llevarse mi alma por mis cenizas.
Ese extraño pasajero que solía violarme desde dentro
Y cómo colocaban los instrumentos para la automutilación en el cuarto de baño.
Con voces y susurros psicopáticos que me inducían a la automutilación de mis sentimientos
Recuerdo las noches jugando a los naipes por mi corazón incendiado
En noches sin fin donde las llamas devoraban los ríos de ceniza de mis arterias
Y la subasta de mi infancia y juventud al mejor postor que siempre era la muerte.
Y  suicidaban mi niñez y vendían mi alma a la Guadaña buscando su propia juventud eterna
De un tiro en el estómago se cargaron mis primeros cinco años de vida
Mientras de un puto tiro cercenaban de cuajo mis primeros años de vida…
Y me colgaron boca abajo desnuda de un árbol quemado.
…luego me desnudaron y me ataron en bosques secos de vida,
Quemados por los pirómanos del odio infinito
Mancharon mi juventud con un veneno que me hacía vomitar sangre

Que convirtieron mi juventud en altar de sacrificios sanguinarios
Donde las bestias parían coágulos de sangre…

Hasta que ya caí un feliz domingo a los pies de mi madre en un charco granate.
al compás del feliz día del alumbramiento de mi madre.


Los recuerdos visten sus mejores galas y el sufrimiento saca brillo al dolor.
Los recuerdos, -esclavos de la mentira-, disimulan inútilmente el dolor.
¿Dónde están los cuerpos de los momentos felices?
Parece no quedar felicidad en los restos del naufragio
Quiero exhumar mi vida hasta encontrarlos.
Del barco hundido de mi amor.
Quiero escarbar la tierra con mis dedos y sentir el jugo placentero de la risa de la niña
Quiero sumergirme en el mar de los sargazos de mi alma
Buscando la calidez de las risas perdidas de mi infancia
Y sentir el chirrido del columpio y los montones de margaritas tirados en el suelo.
En juegos perdidos borrachos de inocencia manando a borbotones
Quiero saber de la belleza de la joven que fue amada, que bailó hasta la madrugada,
De manantiales de belleza y de amores correspondidos que bailan bajo la luna


Que tuvo un beso como primer regalo y el amor fue como una tonada cálida y sentida.
Estallando en mi cerebro con la fugaz tormenta de un beso primigenio
Nada ha sido cierto ¿verdad?
Que ahora solo es carroña para los buitres del desaliento…


Pues mirad cómo me arranco el corazón del pecho.
Contemplad como condeno a mi corazón al desgarro
Cómo atravieso carne y venas.
Perforándolo con inyecciones de porciones de infierno
Ya no existe el dolor, porque el Dolor más grande lo ha matado.
Que acallan los gritos mudos del amor que nunca ha sido,
Aquí tenéis mi corazón y
Como este músculo agonizante que yace a mis pies
Mi pecho reventado.
Condenado a la penumbra abismal de la cara sin ojos
de la araña del Amormuerte.


L. Fraga & José M. Vara
(Fraga original, Vara en cursiva)

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