CUANDO
HABLAR CLARO ES NECESARIO PARA QUE EL DOLOR SEA UN BÁLSAMO
Prólogo 1:
Ángel Muñoz sobre los poemas de Lucía Fraga.
No
es fácil construir prólogos. No, definitivamente no lo es. Pero si una poeta
tan camaleónica como Lucía Fraga pone sus tripas encima de la mesa y con ello
te facilita la labor, es algo que el encargado de estas líneas agradece.
Que
el dolor o el sexo nos mueva a escribir poesía, en principio, no aporta ninguna
novedad a lo hasta ahora existente. Pero sí es cierto que hay algo
irreprochable en las líneas de la autora: la obligación de expresarse con la
mayor claridad posible, el apego a un lenguaje directo y en ocasiones soez para
sacar ese dolor que roe las entrañas, y por encima de todo la obsesión de no
reprimirse. Sí, que quede claro, la obsesión de no reprimirse en momento alguno.
Os
preguntareis dónde está la innovación, y yo os podría responder con una
aseveración muy breve: Lucía Fraga es así. Y esto, mal que nos pese, es una cosa
que es bastante extraña a día de hoy. Los poetas, últimamente con mayor
frecuencia, dan vueltas y más vueltas sobre sí mismos con tal de mostrar un
repertorio retórico que, muchas veces, siquiera alcanzan a comprender ellos
mismos. Otras, caen en los tópicos tan manidos en cuanto a sexo, dolor y
psiquis se refiere la cosa. Pero esta señorita se desenvuelve con la necesidad,
sí la necesidad y la maestría de quién sabe que lo malsonante es preciso cuando
lo es y el lirismo no deja de tener cabida en lo que pueda “tacharse” de
ordinario. Prueba de ello ese magnífico verso que enfatiza uno de sus poemas: “me colocaba flores de aire en el pelo”.
En
el momento que ha quedado claro que andarse por las ramas y las dobleces, en
este libro a cuatro manos, es algo que no casa con él, toman al asalto la
primera línea de combate unos aspectos que preocupan y mucho.
La
sangre, el fetichismo, la carne magullada, el fracaso y la humillación vistos
desde ambos lados, desde el que castiga o desde el que lo sufre. Jugar a ser
esquivo con unos sentimientos que no puede, siquiera, la autora esconder entre
líneas. Pensar en la penitencia como salvación, y quizá lo más importante de
todo: hablar de penes, besos, vaginas, botas con la necesidad y la seguridad
con la que lo logra, es algo tan bestialmente feroz y real que nos hace, al
menos al que suscribe, sentir por un momento primero piedad, después deseo
hacia ella y finalmente, levantarnos de nuestro asiento para aplaudir los
ovarios/cojones que muestra al contar algo que a todos, repito, A TODOS, nos ha
obsesionado y apasionado alguna vez.
Consigue
que el gusano que llevamos dentro se vuelva a arrastrar ante la impotencia de
no estar a la altura, de no ser lo bastante inteligentes para que el dolor
termine convirtiéndose en un bálsamo que sana, incluso, las llagas de unos
seres que se suponen están ahí para ofrecerte todo a cambio de nada. Una
familia a la que poco le importa que la madrugada te coma el hígado. Que las
pestañas se resquebrajen por un estado etílico consentido.
Y
es que no hay cosa peor que nadie oiga tus gritos.
Ángel
Muñoz
CORAZÓN
DESVENCIJADO
CORAZÓN DESGARRADO
(De Lucía Fraga Rodríguez,
reinterpretado por Vara).
Foto: Mery Caos
Tengo
el corazón desvencijado entre pulmón y pulmón,
Tengo
el corazón desgarrado entre venas malheridas,
Sístole
y diástole se han convertido en tic-tac de descuento.
Heroína
de fracasos adulterando el rítmico bombeo
Cada
latido es un paso hacia el sueño deseado de los suicidas.
Donde
cada latido es una bomba lapa de sentimientos envenenados
Y
yo siento que en esta muerte prematura y liberadora
Que
me conducen a las puertas de un Hades cálido
y violento
Se
van apagando las luces de los sufrimientos como bombillas a punto de fundirse
Donde
Caronte me susurra secretos al oído sobre sufrimientos
que
se funden
Como
viejas bombillas en desuso.
Aún
así, guardan la luz primigenia de la primera patada en el estómago.
El
timbre de su voz es como un puñetazo capaz de reventarte por dentro
Y
se visten con sus mejores galas macabras entre champagne y una mujer que llora
sola,
Mientras
el fantasma del niño que llevas dentro se deshace como polvo devorado por el
viento,
Despeinada
y apenas vestida que se da golpes contra un Cristo en la cabeza.
Viento
enfermo que derrumba las viejas creencias en jesucristos de cartón piedra…
Perfecta
imagen fotográfica del dolor y de ese olor nauseabundo que ataca la pituitaria.
Estereotipo
en fotograma del viejo dolo; ese dolor que huele a cosas muertas
El
dolor huele a alcohol pegado a la nariz o a aguarrás cerca de los ojos.
Y a instrumental quirúrgico para extirpar
órganos delicados.
El
sufrimiento es un mar donde progresivamente no vamos ahogando.
El
sufrimiento es la laguna Estigia donde
progresivamente nos vamos ahogando.
Siento
cómo se me va rompiendo este músculo ahogado por una vida maldita.
Puedo
percibir los microscópicos desgarros como arañazos de un tiempo perdido
Cómo
a oscuras me atacaba el miedo en medio del pasillo y no podía tragar saliva.
Derramándose
en el vacío de una soledad coaccionada por el miedo,
Cuántas
noches vinieron los perseguidores a llevarse mi alma por mis cenizas.
Ese
extraño pasajero que solía violarme desde dentro
Y
cómo colocaban los instrumentos para la automutilación en el cuarto de baño.
Con
voces y susurros psicopáticos que me inducían a la automutilación de mis
sentimientos
Recuerdo
las noches jugando a los naipes por mi corazón incendiado
En
noches sin fin donde las llamas devoraban los ríos de ceniza de mis arterias
Y
la subasta de mi infancia y juventud al mejor postor que siempre era la muerte.
Y suicidaban mi niñez y vendían mi alma a la
Guadaña buscando su propia juventud eterna
De
un tiro en el estómago se cargaron mis primeros cinco años de vida
Mientras
de un puto tiro cercenaban de cuajo mis primeros años de vida…
Y
me colgaron boca abajo desnuda de un árbol quemado.
…luego
me desnudaron y me ataron en bosques secos de vida,
Quemados
por los pirómanos del odio infinito
Mancharon
mi juventud con un veneno que me hacía vomitar sangre
Que
convirtieron mi juventud en altar de sacrificios sanguinarios
Donde
las bestias parían coágulos de sangre…
Hasta
que ya caí un feliz domingo a los pies de mi madre en un charco granate.
… al compás del feliz día del alumbramiento de
mi madre.
Los
recuerdos visten sus mejores galas y el sufrimiento saca brillo al dolor.
Los
recuerdos, -esclavos de la mentira-, disimulan inútilmente el dolor.
¿Dónde
están los cuerpos de los momentos felices?
Parece
no quedar felicidad en los restos del naufragio
Quiero
exhumar mi vida hasta encontrarlos.
Del
barco hundido de mi amor.
Quiero
escarbar la tierra con mis dedos y sentir el jugo placentero de la risa de la
niña
Quiero
sumergirme en el mar de los sargazos de mi alma
Buscando
la calidez de las risas perdidas de mi infancia
Y
sentir el chirrido del columpio y los montones de margaritas tirados en el
suelo.
En
juegos perdidos borrachos de inocencia manando a borbotones
Quiero
saber de la belleza de la joven que fue amada, que bailó hasta la madrugada,
De
manantiales de belleza y de amores correspondidos que bailan bajo la luna
Que
tuvo un beso como primer regalo y el amor fue como una tonada cálida y sentida.
Estallando
en mi cerebro con la fugaz tormenta de un beso primigenio
Nada
ha sido cierto ¿verdad?
Que
ahora solo es carroña para los buitres del desaliento…
Pues
mirad cómo me arranco el corazón del pecho.
Contemplad
como condeno a mi corazón al desgarro
Cómo
atravieso carne y venas.
Perforándolo
con inyecciones de porciones de infierno
Ya
no existe el dolor, porque el Dolor más grande lo ha matado.
Que
acallan los gritos mudos del amor que nunca ha sido,
Aquí
tenéis mi corazón y
Como
este músculo agonizante que yace a mis pies
Mi
pecho reventado.
Condenado
a la penumbra abismal de la cara sin ojos
de
la araña del Amormuerte.
L.
Fraga & José M. Vara
(Fraga original, Vara en cursiva)
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