Thursday, March 10, 2016

Volver y escapar de la densidad de la comunicación cero, pero aparente.

Volver y escapar de la densidad de la comunicación cero, pero aparente.

El placer. El placer de regresar al útero de lo casi invisible.
Escapar de la densidad de la comunicación cero, pero aparente. Black Mirror. El principio del fin.

Volver a ese momento íntimo...

A esa poesía descarnada escrita por mujeres que son fieras de sí mismas. Fieras de una sociedad que no derrama una lágrima por ellas.

Hace poco me han invitado a hacer un epílogo para un libro de 5 poetas. Intensas. tremendas. sinceras. viscerales o no, pero auténticas e incorruptibles.
Lo he hecho visceral, pero no sirve. El poder de lo convencional nos seduce. Pero, recuerdo que dejé de ser convencional hace años... y desde que trabajo en lo que trabajo le he perdido completamente la pista a esa palabra... a ese término que huele a "convencional". Pero, entiendo a la editora, ese diamante en bruto en medio de la mediocridad del momentazo actual que vivimos en que TODO EL MUNDO ES POETA...
De hecho, yo en breve, dejo un club al que quiero mucho... pero, todo en la vida son ciclos y hay que reconocer cuando llega el tuyo, tu propio fin... como buen "esquimal de los de antes"... ese harakiri emocional, ese ave fénix que, en el fondo, renuncia a serlo...
Ya no hay generaciones, generaciones de nuevos escritores que digan algo que conmueva a la humanidad, porque la humanidad murió, ya que sólo quedamos cuatro que en el metro leemos libros... ese volver a leer, ese redescubrir el placer del escapismo que la ficción puede proporcionarnos... todavía... ese
Volver y escapar de la densidad de la comunicación cero, pero aparente.
Volver a ese momento íntimo.
y NO DIRÉ NOMBRES ESTA VEZ, como en esa película aparentemente francesa donde los amantes follan sin decirse los nombres... porque lo de debajo de la piel quema... de forma irreversible.

¿Y qué coño dicen esas poetas que lo son?
Cosas como las que siguen:

    Esta es la noche del guateque, esta es la noche del cazador. Esta es la noche en que jugamos a la ruleta rusa todos los veteranos del Vietnam. Esta es la noche en la que yo, mujer educada y contundente, les hablo despacio como sólo se le habla a un niño, después de una invitación al vacío en los ojos del mar muerto. Esta es la noche. Esa noche.
   Esta es la noche de aporrear baquetas invisibles sobre espacios tímidos donde mis piernas sólo están abiertas para ti y para todos los veteranos del Vietnam que juegan a la ruleta rusa la noche del cazador, mientras la Dolce Vita de Fellini se cobija bajo mi árbol en esta fiera noche de tormenta, donde los adioses son y serán sólo para siempre. Esta es la noche. Esa noche.
   Esta es la noche donde pondremos el taxímetro a cero y ofertaremos nuestros cuerpos desnudos sin caretas, sin roles, sin nombre ni apellidos, ni huella digital, ya que esta es, definitivamente, la noche. La noche del cazador. Y el cargador está repleto de balas. Esta es la noche. Esa noche en que jugamos a la ruleta rusa todos los veteranos del Vietnam. La noche donde se cuaja el ansia, el ansia de no tener.

   El ansia de no tener, del abandono a secas. La sombría ausencia de quien existe tanto, pero no está. La ausencia. La carencia en sí. La nada absoluta. Números que no sirven y no querer ver nada más. La ausencia. Herida. Rota. Ausencia del gesto. La nada. Gritar sin voz. No saber nombrar. Números que no sirven una vez más y haber olvidado cómo se quiere. No sentir porque yo, carne y sangre de tu vida, guardo la memoria de tu adiós en mi regazo, junto al ansia de no tener, del abandono a secas, con esa sensación de batalla perdida. Cuando siento que poco a poco nada tiene sentido, salvo para los locos, los salvajes, los que no se dejan domesticar,
   (los más cuerdos entonces)
   que tienen el triunfo asegurado. Benditos sean aquellos que han logrado sobrevivir al destierro. Ese destierro. Ese ansia de no tener, del abandono a secas. Benditos como ese momento, que todo hombre y toda mujer deben superar, ese momento posterior al adiós extremo en que el alma sufre un estado muy particular, más allá del ansia. El ansia de no tener, del abandono a secas. Y tal vez sea esta noche donde pondremos los taxímetros a cero para jugar a la ruleta rusa con los veteranos del Vietnam.

   Mírame. Más allá del revolver cargado de balas que usan los veteranos de ese Vietnam cada vez más ausente, y más cercano del abandono a secas. Por eso te digo: mírame.   No te avergüences de mi impúdica figura. No ladees la cabeza y clava en mí tu mirada más concupiscente. Mírame con los ojos febriles del adolescente. Te ha vencido el veneno de la hermosa flor abierta para ti, sólo para ti. Mírame con la boca del sediento en medio del mar, porque, en el fondo, sabes lo que soy: una sirena que escapa a sus eslabones, aunque en tu deseo me comas el alma. Y aunque yo ya no sienta nada cuando con tu mano buscas el milagro de mis bragas mojadas debajo de la falda. Mírame, porque yo ya no soy tu esclava, ni tu sumisa amante. Mírame, te digo, ya que ahora soy la mujer con alas de cuervo, la que destila lágrimas negras y borrosas al final de una función sin público, la que se ganó a pulso el falso título de “mujer fatal” y todos la creyeron… y que, en el fondo, no es más que una niña asustada, sola en una caverna de sombras donde consiguió vencer al miedo. Sola, como siempre. Por eso te lo pido, que me mires. A los ojos. Al centro del huracán de mis pupilas, porque ahora esa mirada, la mía, es la que hace temblar al Infierno. Mírame. Y sucumbe al veneno de mi hermosa flor abierta en canal para ti, ya que yo también soy de las que siento que poco a poco nada tiene sentido, salvo para los locos, los salvajes, los que no se dejan domesticar,
   (los más cuerdos entonces)
   que tienen el triunfo asegurado.

   (Suena el eco sordo de un disparo)
   Sólo tengo lo necesario esta madrugada de los falsos poetas porque ya llegué al final del camino honesto. Sólo tengo la deslealtad de los antiguos amores porque de ahí brota la pureza del poema desnudo. Sólo tengo un abrazo infinito que te ampare de este perpetuo invierno, porque hice todo lo que tenía que hacer.
   -Jugué a la ruleta rusa con  todos los veteranos del Vietnam.
   -Guardé la memoria de tu adiós en mi regazo.
   -Ser una niña asustada, sola en una caverna de sombras donde conseguí vencer al miedo.
   (porque hice todo lo que tenía que hacer)
   sólo tengo el recuerdo de la existencia del principito como la mayor mentira de mi infancia. Y sólo tengo la sensación, como dijo Peter Pan, de que sólo los desamparados son dueños de la poesía más pura, que es aquella que brota del dolor. Y, también, de que los adultos son niños eternos que tratan a hombres y mujeres como muñecos rotos exiliados en un sucio trastero de desilusión, porque yo ya hice mi parte, porque yo ya hice todo lo que tenía que hacer, que no es otra cosa que pensar que sólo tengo lo necesario en esta madrugada cuajada de falsos poetas, puesto que ya llegué al final del camino honesto, ese camino donde brota la pureza del poema desnudo, ese que te hace fuerte. Si, sólo tengo lo necesario para decir que lo tengo. Y ofertaremos nuestros cuerpos desnudos sin caretas, sin roles, sin nombre ni apellidos, ni huella digital, ya que esta es, definitivamente, la noche. La noche del cazador, donde nada tiene sentido, salvo para los locos, los salvajes, los que no se dejan domesticar.

    Somos niños alucinados expuestos a fiebres perversas. Somos Los suicidas entran en la muerte con las manos amputadas por el peso de los candiles.
   (los suicidas son obligados a arrastrar decenas de cencerros atados a sus botas, de ahí que los médicos practiquen sangrías a los melancólicos que acarician sogas cuando cae la noche)
   Somos las interferencias del televisor. Somos los caballos de la locura que no has de temer. Y como cada noche, las cabezas de los poetas mexicanos susurraban un veneno distinto a la muchacha, la muchacha que había sido niña asustada, sola en una caverna de sombras donde consiguió vencer al miedo. Sola, como siempre. Como esos niños alucinados expuestos a fiebres perversas de veteranos del Vietnam.
   Somos los ángeles de alas membranosas que habían atado a las muchachas a las vías del tren y antes de eso a postes bajo los que encendían hogueras. Somos los ángeles de rodillas supurantes seguían corriendo por los tejados hasta que llegaba una tormenta. Somos vacilantes como los escritores ciegos vestidos por sus madres o los ancianos que dejan crecer sus cabellos y los arrastran por el suelo y los guardan en los cajones de su mesilla de noche. Somos la costumbre de los muertos de murmurar en la tumba los días de tormenta. Somos la excesiva producción de polen de las adormideras. Somos la domesticación de las babosas en medio del invierno. Somos las ideas de suicidio que crecían en la cabeza de las enfermeras.
   Somos, en definitiva, la noche del guateque, la noche del cazador. Somos la noche en que jugamos a la ruleta rusa todos los veteranos del Vietnam, donde nada parece tener sentido, salvo para los locos, los salvajes, los que no se dejan domesticar.


   Y ahora te toca elegir ficha y descubrir a la poeta y lo que se esconde detrás de su verbo, mientras recuerdo las palabras de aquella que decía que la poesía no es otra cosa que  
"Eyacular el poema perfecto que derrumbe y destroce al paraíso oscuro de la pérdida".
Y ahí lo dejo. Como frase elegida para este renacimiento extraño, pero renacimiento a fin de cuentas, mientras Nick Cave lo da todo en los cascos con su blues triste, pero certero. Triste y necesario.

   Y SI LEEN ESTO, disfruten del momento porque nunca se sabe, Y gracias a las cinco poetas (seis si incluimos a la de la cita, no menos importante en este preciso momento etílico y creativo y solitario y de tormenta nocturna en mi cerebro...) por su verbo caliente, aunque doloroso en ciertos momentos, ya que la poesía no es otra cosa que dolor. Y sinceridad. Esa que no gusta.

Gracias a esas poetas, porque la hipocresía social, gracias a ellas, aún no ha conseguido dejarme ciego.







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