Obra de Denisse Sánchez Erosa.
Y lo recuerdas. Y recuerdas el desiquilibrio rutinario y embrigador donde la nada se desespereza y parece cotidiana, tanto que ambos pensamos en que lo que ahora nos toca es ahora vestirnos, ahora ponernos la ropa, ahora quitar los disfraces,
ahora vestirnos,
poseer el desequilibrio de los corales y fractalizar
los bares de nieve en licores que nos saquemos de la manga y a corte
contra los poblados, tu abrasión de pez
incapaz de mentirme, de pez que no ladra, de pez que no muerde, de pez que
me sacó la ropa con alegorías de
insolvencia y algas, no nos reconocerán en nuestras casas a tirachinas
de prestadas patrias que destruir donde vuelven las golondrinas con los
nombres
quizá olvidados por funambulistas orgullosos de su olvido selectivo y de aquella sensación de vértigo absurdo cuando era el momento de remangarse los pantalones para
cruzar hacia el río, subida a tus grajares, muy debajo del cielo, muy cerca de todo lo que no vuelve....
porque lo que no vuelve no regresa y es como si se hubiera ido para siempre, pero un siempre apocalíptico, casi a bocajarro de disparo emocional, ya que de hecho nuestra pretensión oculta siempre fue, auqnue de forma sutil e inconsciente, enajenarnos y
francotirarnos intrusos al paraiso de los jabalies y saltar con cada
caída al vacío una tierra que será de nadie, subir al monte como orugas y
bajarlo como granadas de mano, quiero sudar todas las estrellas muertas
y que la nieve dispare las coordenadas en tu clandestina belleza, no
seremos de aquí, no dejaremos nada cuando vengan los afiladores ni los
arlequines, no sabremos nada de los sepultos ni de las obras, mátame
ésta noche todas las qué, para que en el alba, mi voz empiece en tus
brugmansias
donde ser caníbal de madera milenaria se considera un valor a la baja en la liturgia caduca de dioses venidos a menos cuando nuevas estrellas de firmamentos prefabricados enmudecen de ceguera congénita e intransigente, como trauma pestilente que desafiará nuestra clandestina pertenencia a un lugar que nunca nos cobijó ni nos trató peor que tormenta ciega de un otoño suicida, de un otoño delirante, donde
parece que viene la calima del semen de un dios o un agravio que venga
el alarido de los lobos en la infamada santidad del olvido
donde Herman Hesse parió a su lobo, que mantiene su oscurantismo autista allí donde también
se pone la montaña blanca y se mete hacia su escópico diu, regurgita el
portazo del imposible y huele a tu sangre, el gorrión que cruza y el
verso que no ocurre
porque quizá no correspondía, y volviendo en regresión a un semen de un dios que se coagula donde
fadan los ladridos, la belleza de las meretrices, sujetando en sus
regazos, el fuego de nuestro exilio, son nuestras madres esas brechas de
las que nadie habla y que no hacen obra ni réquiem, son ellas y todas
las que dejamos morir en nuestras tripas, mordidas con el lirio, de un
abandono y una guerra, tantas dentro de mí que sólo quieren olvidar y
hacer un sitio, con los extranjeros, una hoguera en el callejón que
caliente las manos de las vidas que no se quedaron pero gimieron el sur
en esos barcos que crecieron a bocados entre las paladas de tierra....
de tierra que oculta miserias repentinas y estigmas vomitados por error, el error de una rabia contenida, de una rabia absurda y vil, como vil es la existencia de millones de orugas muertas al compás de música de piano de fiebres, donde el amor perece por falso beso dado a destiempo, y crujen los somieres oxidados bajo llanto crepuscular, donde la posibilidad es un
tal vez (...) pero no ahora, no en tus labios ni a la lumbre de ese destierro
destierro anhelado, destierro pactado a ras de suelo, donde las luciérnagas cavan tumbas demasiado grandes, donde pulmones enmohecidos no tengan problemas de capacidad, ya que los intentos vanos de violentar acontecidos justo después de la puesta de sol infinita de ojos cansados, es decir, donde el momento previo a lo que se produjo anoche,
anoche desgarrar con las laringes del cuervo esa tonada... partir a
cachos de desvanes, el hilo de la luna, en tus teatros de exilio, y tan
sola, no sé por qué, cada vez que me desbordó en un cuerpo, me antartida
su memoria el designio de los encinares y me falta y lo acusa, aunque
con el vaso en esa boca, un instante, la noche se desató los cordones
más allá de nuestras vidas
carentes de un sentido académico, pero arrebatadas de pulsión emocional, ya que provenimos de ese lugar donde siempre hay música en el aire, y donde la estridencia interior ahoga música celestial, música autista de corazón desgarrado de la piel para dentro, ya que como el psiquiatra me pronosticó:
me gusta cantar porque lo hago fanáticamente mal y con las manías del
cóncavo y lo desafinado y manipula la idea del poema en embestidas de
ingrávidos pozos, porque olvido las leyes de la semántica y las palabras
se hacen otra cosa y las heridas, trenes...y es punk el cuenco que
recibe las babas.... y cuando ya no importa qué ojos hay encima, se
libertan los ciervos en los campos de cultivo del opio y el hierro, hubo
un tiempo en que sólo te cantaba a ti, como ahora eres un muerto, lo
hago con quien esperaba a que se acabe el vino para irse a dormir....
y dormir como parte introductoria a un crimen de insomnios perfectos, ya que nada lo es... y por tanto, Morfeo un mito rocambolesco donde lo natural se pervierte en torrente de afectos heridos en su orgullo, en ese mismo instante que lo singular deviene en plural enamorado y nos autoengañamos pensando que
queremos llegar al río, al pisar con la tibia y el peroné en lugar de
con las palmas de los pies, avanzamos ese eclipse perdido y sudamos el
hachís con la indigencia y no con lo prometido, todo cambia en esa
intemperie y tus lágrimas no pueden enfriar mi vino ni hervir las
memorias del ciprés
que acompaña con su sombra hiriente la caída en el anonimato gris de todas las almas que nos precedieron más allá de la insoportable levedad del ser irrelevante, del ser intrascendete, donde las luciérnagas se empeñan en morir para apagar la noche en un fiero negro de lamentos desacompasados, donde alegría es cáncer terminal de sombras chinescas y la risa brota de mi garganta delirio, y me cuestiono la falsa apariencia de positividad autoinducida por psicotrópicos consensuados por laboratorios farmacéuticos de demonios del comercio abyecto, donde la risa prosigue demente, pero me doy cuenta de que
aún así estoy triste, como si todavía ebria y hubiera olvidado qué
hicimos anoche con los corazones de los espantapájaros en la bañera, la
soledad es ya un motín de huesos de elefante, nadie me sacia, nadie me
calma la urgencia del vacío, pero fui feliz con tus ranas y esa lumbre
de impagados....
vendidos al ilusionista de afectos por error o necesidad, para escapar insolentes por caminos adyacentes a autovías de desamor, una vez segida de otra y, por último, a regañadientes y por el efecto de adverbio de tiempo en eco etílico y a destiempo de un luego decadente, luego, y
luego otra vez la carrera del absurdo rebelando la aurora en la dejadez
de la heroina y los ornitorrincos, si fuéramos moscas azules ya no
tendríamos que reciclar los desguaces
de corazones violados por martillos de odios y en mundos paralelos donde nos prometimos a nosotros mismos aquello de que
ya vamos a ir en busca de los pergaminos robados de tu voz erosionada en
las pupilas licántropas de esa canción rota que no ha dejado de amarte o
relinchos golpeados en los cubiertos de tormenta, ternura de errantes
sin cobijo que malvender a la literatura ni extorsionar en otros labios,
no era tránsito, nada lo fue en nuestras vidas, desacordes en la
sinestesia que un olvido ordeñó del dada que ese libro pegó en tus manos
de robar como si un feto fuera a cerrar tus párpados en las arenas
movedizas, ni un nombre agasajó la historia y ni una historia el devenir
de sinergias lacerantes escupemetrallas, que parecen finiquitar un día corto de invierno, ya que en todas las pantallas de los televisores de los psiquiátricos del universo señalan la hora acordada: las 12:00, lo cual quiere decir o significar que
de sinergias lacerantes escupemetrallas, que parecen finiquitar un día corto de invierno, ya que en todas las pantallas de los televisores de los psiquiátricos del universo señalan la hora acordada: las 12:00, lo cual quiere decir o significar que
es el mediodía... A. se seca sus legañas de hachís y vino, entre los
zarzales y mientras desentumece sus derrotas, miro la nieve y la pasión
de los extraños transliterar las alergias lunares en las encías de
nieve...
y tendemos la mano a una medicación rutinaria y eficiente a la hora de cronificar dolencias que no se entienden, donde la nieve se oculta tras palabras de libros eruditos que no significan ni pretenden, y lo que realmente toca es
y tendemos la mano a una medicación rutinaria y eficiente a la hora de cronificar dolencias que no se entienden, donde la nieve se oculta tras palabras de libros eruditos que no significan ni pretenden, y lo que realmente toca es
ahora ponernos las botas en los pretextos para irritar la voluntad de
los murciélagos, el traje de nieve, los martillos y las hoces, el pájaro
que se murió en nuestras sábanas y e ir aventurar el mundo que dijeron
que no existía, no tenemos nada qué hacer entre los humanos, lo haremos
todo con las alucinaciones cósmicas de una muerte y un vals, la nieve
está de nuestro lado y también ese ejército de carcoma escribiéndote
cartas desde los insomnios del cuchillo y la miel
miel de tercipelo y miedo antes la amenaza de un tiempo que nunca quiso ser nuestro aliado, que nos amenazó de muerte prematura y que extinguió nuestros deseos, pero no nuestro deseo de rebelarnos, de alzarnos como pájaros de discordia, de cuervos de la negación, de carroñeros humanos que pretendan engañarse a sí mismos simulando aquella mentira susurrada hacia dentro que nos permita pretender que
miel de tercipelo y miedo antes la amenaza de un tiempo que nunca quiso ser nuestro aliado, que nos amenazó de muerte prematura y que extinguió nuestros deseos, pero no nuestro deseo de rebelarnos, de alzarnos como pájaros de discordia, de cuervos de la negación, de carroñeros humanos que pretendan engañarse a sí mismos simulando aquella mentira susurrada hacia dentro que nos permita pretender que
vamos a jugar como los niños y los perros, porque de adultos sólo
aprendimos a vomitar manicomios y a estar solos todas las muertes, vamos
a cocear como los búfalos, saltar como las pulgas y tocar el violín
como los aludes y muertosvivientes, vamos a perpetrar el no
entendimiento con la ciudadanía, en la flor de escarcha que cuida de los
olivos y te ama aunque seas roca, en el anacoluto de las genistas te
amaré con las huellas que no quiere la nevada, todas las letras y luego
en esos otros labios, el epílogo dará branquia a la tierra que no nos
tendrá...
ya que nunca nos pretendió poseer, ya que nunca le gustamos, ya que nunca nos deseó, y como no nos tendrá me autoengaño en singular y me invisibilizo, como sin pretenderlo, y deduzco que sigo la tónica de una cadencia que nadie más que yo puede formular de forma coherente en pentagrama imaginario, donde las corcheas son gusanos con branquias y donde la garganta se estremece con un viento olvidado, en cuyo espacio habito y me detengo, y me silencio, y callo, y hablo, y devengo voz superlativa, y rimo...
ya que nunca nos pretendió poseer, ya que nunca le gustamos, ya que nunca nos deseó, y como no nos tendrá me autoengaño en singular y me invisibilizo, como sin pretenderlo, y deduzco que sigo la tónica de una cadencia que nadie más que yo puede formular de forma coherente en pentagrama imaginario, donde las corcheas son gusanos con branquias y donde la garganta se estremece con un viento olvidado, en cuyo espacio habito y me detengo, y me silencio, y callo, y hablo, y devengo voz superlativa, y rimo...
...y busco el canto de él en las montañas, de él en la libertad y me
aprieto marino zafarrancho, con sus ojos absenta en la carcajada de la
vuelta de tripa y torniquete de una luna y un huracán....
que se devora a sí mismo en un descuido de un auxiliar desmotivado. Y lo recuerdas. Vaya si lo recuerdas.
que se devora a sí mismo en un descuido de un auxiliar desmotivado. Y lo recuerdas. Vaya si lo recuerdas.
Hezskha Lauzone sobre textura narrativa de Mareva Mayo.
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