Arañazos
(Anais Nit,vista por la óptica orgánica
de Vara.)
Cuando estaba en casa ajena ella cruzaba sus manos sobre la falda.
La mirada baja y los ojos húmedos.
Era una mujer grande, hermosa, pero con ese aire entre compungido y servil parecía una planta mustia suplicando sol.
Si te quedabas un rato a su lado notabas como iba echando raíces.
Era aterrador.
Pero cuando por fin llegaba a su casa, a SU fortaleza hecha de uñas partidas, y huesos molidos, ella, la mujer-planta, se volvía venenosa y carnívora.
Un nervio oscuro, afilado como los cuchillos de su pulida cocina, la inundaba por completo. ¡Oh, bella valquiria!
Y sus ojos brillaban con un fuego seco que daba pavor.
Entonces, las pequeñas piezas de su rompecabezas incompleto y cruel se agitaban en su cabeza.
Ella tejiendo su tela de araña de pesadilla.
Arañando las paredes con sus uñas rotas.
Gritando.
Su voz.
Su rugido.
No puedes quedarte a su lado, ella agita los brazos, agita su corazón agujereado y te atrapa para siempre en una espiral dolorosa e infinita.
Huye.
Ella sólo quiere que el mundo sepa de su dolor, y es un volcán devorando a su paso todo amor.
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