La noches salvajes.
A veces recuerdo a una buena amiga que murió de sida. Nos conocimos en el instituto, luego fuimos a la universidad juntos e hicimos amigos comunes. Compartimos salidas, fiestas, amores y desamores. Fue una buena época de mi vida, donde los excesos de la bebida y la escritura se daban la mano. Luego, ella se enamoró de quien no debía y, lo peor, se contagió de lo que no debía. Aquellos años eran duros para una enfermedad como el sida, que estaba estigmatizada hasta en la pronunciación de su nombre. Mi amiga cayó en sus garras y se fué de forma descarnada, dura, brutal.
Después de eso, pasé un tiempo a la deriva y dí de bruces con una estupenda novela: “Las noches salvajes” (1989), de Cyril Collard (19 de diciembre de 1957 - 5 de marzo de 1993), una historia decididamente autobiográfica del propio Cyril , donde derrocha grandes dosis de sinceridad y emoción. Las críticas dijeron de ella que era una obra innovadora, reveladora, sorprendente, escrita con fuerza y agilidad y nueva en el panorama de la literatura francesa contemporánea. Años más tarde el propio Collard dirigió e interpretó su adaptación al cine, muriendo poco después de su estreno a la edad de 35 años.
Sinopsis:
“El protagonista tiene 30 años y le gustan los chicos, en particular Samy, un poco golfo, y Jamel, «hijo del Islam y de la Coca-Cola». Pero también están todos esos cuerpos anónimos que se apoderan de él durante los perversos ritos de las noches salvajes. Además, como quien no quiere la cosa, también le gustan algunas chicas. Sobre todo Laura. Parece quererlo todo. O tal vez no quiera nada. Es seropositivo. Por cobardía o miedo de perder a Laura, no se lo dice la primera vez que se acuestan. Puede haberla contagiado. Pero ella tiene 17 años y lo ama con locura ; ya no pone límites a su amor y, pese al mal que ya debe de habitar su cuerpo, recurre a todos los medios para no perderle : ruegos, violencia, mentiras, chantajes. Se toman y se dejan con una pasión compulsiva, al mismo ritmo frenético con que esos jóvenes condenados a muerte circulan en moto, copulan en la sombra debajo de los puentes, se someten a brutales rituales, se drogan, beben y escuchan música hasta reventar, se entregan al sexo con la energía de la desesperación, del que no tiene nada que perder y sí algo que ganar mientras un soplo de vida se lo permita.”
La noches salvajes es un libro/película donde podemos apreciar como Cyril Collard nos intenta transmitir un mensaje sobre el sentido de la vida desde el punto de vista de alguien al que le queda poco tiempo (un enfermo Terminal con una enfermedad innombrable), pero a pesar de ello, se sigue aferrando al amor y al sexo con algo similar a la desesperación evitando asumir su enfermedad, lo cual dota a su personaje de una honestidad pura y dura. Su personaje es real, es humano, es conflictivo… incluso inmoral, pero rebosa autenticidad por todos los poros. Mucho de lo planteado en Las noches salvajes me recuerda a mi amiga que murió… A veces, es duro el poder evocador de ciertas historias que no forman parte de tu vida, pero que te remiten a ella de forma tan brutal y directa.
Cyril murió con 35, mi amiga con 29.
A ambos gracias por formar parte de mis recuerdos…
A veces recuerdo a una buena amiga que murió de sida. Nos conocimos en el instituto, luego fuimos a la universidad juntos e hicimos amigos comunes. Compartimos salidas, fiestas, amores y desamores. Fue una buena época de mi vida, donde los excesos de la bebida y la escritura se daban la mano. Luego, ella se enamoró de quien no debía y, lo peor, se contagió de lo que no debía. Aquellos años eran duros para una enfermedad como el sida, que estaba estigmatizada hasta en la pronunciación de su nombre. Mi amiga cayó en sus garras y se fué de forma descarnada, dura, brutal.
Después de eso, pasé un tiempo a la deriva y dí de bruces con una estupenda novela: “Las noches salvajes” (1989), de Cyril Collard (19 de diciembre de 1957 - 5 de marzo de 1993), una historia decididamente autobiográfica del propio Cyril , donde derrocha grandes dosis de sinceridad y emoción. Las críticas dijeron de ella que era una obra innovadora, reveladora, sorprendente, escrita con fuerza y agilidad y nueva en el panorama de la literatura francesa contemporánea. Años más tarde el propio Collard dirigió e interpretó su adaptación al cine, muriendo poco después de su estreno a la edad de 35 años.
Sinopsis:
“El protagonista tiene 30 años y le gustan los chicos, en particular Samy, un poco golfo, y Jamel, «hijo del Islam y de la Coca-Cola». Pero también están todos esos cuerpos anónimos que se apoderan de él durante los perversos ritos de las noches salvajes. Además, como quien no quiere la cosa, también le gustan algunas chicas. Sobre todo Laura. Parece quererlo todo. O tal vez no quiera nada. Es seropositivo. Por cobardía o miedo de perder a Laura, no se lo dice la primera vez que se acuestan. Puede haberla contagiado. Pero ella tiene 17 años y lo ama con locura ; ya no pone límites a su amor y, pese al mal que ya debe de habitar su cuerpo, recurre a todos los medios para no perderle : ruegos, violencia, mentiras, chantajes. Se toman y se dejan con una pasión compulsiva, al mismo ritmo frenético con que esos jóvenes condenados a muerte circulan en moto, copulan en la sombra debajo de los puentes, se someten a brutales rituales, se drogan, beben y escuchan música hasta reventar, se entregan al sexo con la energía de la desesperación, del que no tiene nada que perder y sí algo que ganar mientras un soplo de vida se lo permita.”
La noches salvajes es un libro/película donde podemos apreciar como Cyril Collard nos intenta transmitir un mensaje sobre el sentido de la vida desde el punto de vista de alguien al que le queda poco tiempo (un enfermo Terminal con una enfermedad innombrable), pero a pesar de ello, se sigue aferrando al amor y al sexo con algo similar a la desesperación evitando asumir su enfermedad, lo cual dota a su personaje de una honestidad pura y dura. Su personaje es real, es humano, es conflictivo… incluso inmoral, pero rebosa autenticidad por todos los poros. Mucho de lo planteado en Las noches salvajes me recuerda a mi amiga que murió… A veces, es duro el poder evocador de ciertas historias que no forman parte de tu vida, pero que te remiten a ella de forma tan brutal y directa.
Cyril murió con 35, mi amiga con 29.
A ambos gracias por formar parte de mis recuerdos…
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