Monday, July 14, 2008

Un día con Panero.


BUNBURY,
CARLOS ANN,
JOSE MARÍA PONCE,
BRUNO GALINDO



El proyecto parte de la reciente publicación de un disco-libro en el que 4 inquietos artistas de la actualidad, musical y literaria han musicado poesías del poeta Leopoldo María Panero (Madrid, 1948), uno de los grandes de nuestro país.
Leopoldo María Panero, poeta terminal (como lo fueran Rimbaud, Lautrèamont, Blake, Bataille, Artaud, Baudelaire.), hijo y hermano de literatos, narrador de cuentos imposibles, ensayista desequilibrante, actor en películas sobre sí mismo, esquizofrénico, suicida, vagabundo, alcohólico..., ha hecho lo que sólo unos pocos elegidos, particularmente temerarios, pueden llevar a cabo: mezclar vida y obra.
La obra de Panero posee una profundidad lírica inaudita, lacerante, explosiva. Nos salva al tiempo que nos condena y literatura, y vivir para contarlo. Leopoldo María Panero no sólo es el único poeta maldito de nuestro panorama literario, sino también el trasgresor por antonomasia de nuestras letras y uno de los mejores poetas de su generación.
Carlos Ann:

Poemas vivos; la obra de Panero es pura y real, viaja en auto, es autobiográfica, autodestructiva y autocontemplativa, invita a hacer una excursión a los paraísos artificiales, te presenta a otros invitados como la sombra más oscura que nunca has conocido y hasta se las ingenia para que te plantees ciertos temas tabúes en una sociedad que penaliza algunas irregularidades casi naturales.

El mundo Panero se presentó sin permiso en mi morada con la única misión de atar los lazos que solo el hombre puede unir. El primer amante poético al que le propuse hacer un viaje por las profundidades más recónditas fue a Enrique Bunbury, su escueta respuesta fue ¿ podemos empezar mañana?. Fueron tres días de travesía alimentadas con absenta roja, flores, vino y poesía. Fue un acto ceremonial, una comunión.

El segundo viajero: Bruno Galindo. Fue él mismo el que compró el billete para el trayecto. El mundo sinérgico empezaba a funcionar. José Maria Ponce, " El tercer maldito". Creo recordar que sólo habíamos hablado una noche de poesía, pero fue suficiente. Lautréamont, Panero y distorsionamos los placeres prohibidos.

El último fui yo y ejercí de sacerdote ceremonial. Ya estábamos los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales y en el centro ahí estaba Leopoldo María Panero, riéndose desde su fantasía paranoica del fin del mundo, de la cual según dice " no sólo no quiero salir de ella, sino pretendo que los demás entren en ella". Panero el que se considera la reencarnación de Baudelaire. Ha sido el trabajo más obsesivo de mi vida. Sus poemas me han perseguido y no me han dejado reposar hasta hace relativamente poco. Panero me ha acechado y he sufrido de manía persecutoria. Ha sido mi sombra y mi luz en un período sadomasoquista en donde el dolor poético me satisfacía innumerables goces. Una espiral de locura , de sabrosa locura.

El viaje finalizó en una noche de dudosa luna, disfrutando de una de las tantas correrías con Enrique Bunbury, se cerraba el ciclo, repitiendo el ritual de la " hada" roja, esta vez macerada, con una receta de cosecha propia que no voy a desvelar. Hicimos unas escuchas al punto final del viaje. Enrique, ya una vez en tierra firme me convenció para que abandonara urgentemente la espiral de la locura, me tendió una mano y unos cuántos días después se la cogí. Vuelvo a estar con los míos, como dice Jesús Lizano, con " los intrasterrestres", mientras Panero se ríe.
Bunbury:

Leopoldo, abismo hondo.
María de ira aprendida, palabra escrita y papel por deshabitar.
Panero, vaquero escudero de la belleza como torpeza, y como locura, clarividencia.

José María Ponce:

Las palabras de Panero, desgarradas, a menudo feroces, forman parte de mi escaso, pero creo que rico, universo poético. Por eso, colaborar, aunque haya sido modestamente, en un proyecto en el que su poesía no sólo era la base argumental, sino también su eje emocional, ha sido par mí una experiencia inolvidable, por momentos aterradora. Una especie de viaje de los malditos al territorio de la sordidez y de la desesperanza, pero también un reencuentro con esas zonas oscuras, envueltas en la dulce neblina que propician el alcohol y la madrugada, y que sirven de preámbulo doloroso, aunque estimulante, de ciertos procesos creativos.

Bruno Galindo:

" El poeta es el clarividente... Escupe verdades secretas expuestas a evidencia, y las abandona como un ventrílocuo arruinado deja a sus muñecos en la casa de empeño.
Los demás, los que leemos, escuchamos y regurgitamos en nuestro gimnasio de intentos, somos portavoces en busca de generación.

Y le odiamos o le adoramos. No se sabe bien"





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