Tuesday, January 20, 2015

La vida mágica de las luciérnagas. (Infernonautas 2)

INFERNONAUTAS
La vida mágica de las luciérnagas. 



"Ya no recuerdo cómo eran esas noches cuando tu noche entraba en ésta casa."
Mareva Mayo
"Ya no pertenecemos a las historias personales y de esas sólo tenemos, escupitajos de la lírica. Ya no necesitamos la resonancia de nosotros para determinar el nosotros. Y a nada le importa contra qué cielo dormimos el amor murciélago."
Mareva Mayo

 Primer Extracto de los Diarios de Hezskha Lauzone:

¡Oh, la historia!...¡la historia!. A veces tengo la sensación de que las bocas del metro absorben lentamente las ganas de vivir, pero siempre de forma subliminal, ¡claro está!. El tipo de la 115 ya me puso sobre aviso hace algún tiempo; sí, era un tipo extraño el viejo Luis, pero muy amable y divertido. Siempre que se cepillaba los dientes exclamaba: ¡Oh, la historia… la buena historia…nunca te enseña cuando va a vomitar el viejo Luis, y menos aún si lo va a echar todo sobre tu bandeja de comida…! ¡oh, la historia!.

   Era entretenido observarle cuando mantenía una cierta lucidez. Recuerdo que tenía unas manos inmensas, podían coger cualquier cosa que se propusiera…, a veces le temblaban y él se ponía nervioso porque sabía que no podía hacer nada para controlarlo, que aquello escapaba a su voluntad. Cuando hablabas con él unas cuantas horas un extraño sabor se apoderaba de tu boca, como si hubieses bebido cinco o seis vasos de manzanilla seguidos apenas sin respirar. Era agradable. Después, al cabo de algún tiempo me fue cogiendo confianza y me contó su gran secreto, que estaba escribiendo un libro que se llamaba “Utopía: la vida mágica de las luciérnagas”. Según él llevaba más de trece años observándolas, sobre todo a altas horas de la noche, cuando los vigilantes, -los “otros”-, dormían. Después, bebió un trago de agua y se quedó dormido. Realmente, el viejo Luis era un tipo fascinante.

   Luego vino lo de su traslado, pero eso era ya otra historia. Me contaron que gritó bastante cuando quemaron su libro sobre las luciérnagas. A los “otros” no les gustaba que tuviéramos ideas propias. Pero, tiempo después el viejo Luis se quedó mudo, es decir, decidió dejar de hablar. Lo otro, lo que vino después, ya son meras habladurías, conjeturas y suposiciones,  (ya se sabe lo que puede deformar la realidad lo del boca a boca). Se dice que se lanzó desde una de las ventanas de la enfermería de su pabellón (en un sexto piso) con las manos extendidas y una linterna encendida atada a los pies y la cara sonriente. Se rompió la cabeza al chocar contra el asfalto, pero eso él no lo supo jamás.

   Sí, realmente el tipo de la 115 había sido un tipo único. ¡Ah, también estaba lo de las goteras y lo de las telarañas en las paredes!. El viejo Luis, -antes de irse para siempre a Utopía-, solía hablar de ello al tiempo que arrimaba el oído a la pared para escuchar los movimientos casi imperceptibles de las arañas. Yo le comenté en cierta ocasión que había visto algunas en los lavabos y él me lo confirmó. Él era así, siempre te daba la razón, incluso en las cosas más absurdas. Aunque ése no era el caso de las arañas, además como él afirmaba: “Ellos las ponen ahí a propósito, para volvernos locos”.

   Luego, después de escribir la última frase, cerré el libro y lo escondí en la almohada de mi habitación junto con el lápiz. Apagaron la luz y respiré aliviado. Nadie sabía mi secreto: que yo estaba siguiendo el libro que había comenzado el viejo Luis antes de convertirse en luciérnaga.
 

A modo de intermedio aclarativo para posteriores incursiones narrativas:
Sobre los métodos de consulta del tarot.


La enunciación del oráculo es, sin duda, el punto culminante de todo proceso mántico, ya que en ella se realiza la «situación adivinatoria», con la actuación simultánea de sus tres integrantes (adivino intermediario - consultante). Los especialistas recomiendan a los actores la mayor espontaneidad dentro de la precisión, para que el lance obtenga su máxima eficacia.
Así, las «obligaciones» del pacto adivinatorio, podrían resumirse para cada una de las partes, más o menos como sigue:

Para el adivino:

1) Antes de hablar, debe obtener una visión de conjunto de la mesa, en el sentido de haber observado las principales fuerzas en tensión: un punto de partida correcto, facilita el despliegue de la imaginación;
2) la lectura no es previa a su verbalización, sino simultánea con ésta. Aferrarse a uno sólo de los planos de significados que le ofrece la mesa, puede resultar fatal para el adivino, que perdería así su principal arma prospectiva: el asombro y la sorpresa ante lo que va leyendo;
3) nunca hay que forzar una lectura: es preferible una interpretación pobre a una interpretación deshonesta;
4) la función del oráculo es sugerir, no determinar. El adivino que transmite literalmente lo que cree percibir, lo ignora todo sobre la adivinación, ya que el manejo de un intermediario simbólico produce inevitablemente un lenguaje desverbalizado, en el que la riqueza de los contenidos sólo puede ser transmitida por alusiones (esta es la razón de la ambigüedad verbal de las palabras de encantamiento, los vaticinios y las profecías).

Para el consultante:

1) la precisión y amplitud con que se formulen las preguntas, son factores básicos para el éxito de la consulta. Preguntas como «¿Qué me sucederá?», o «¿Tendré fortuna?», no son válidas porque aluden a un segmento operativo tan vasto como la propia vida del consultante,
2) debe tener en cuenta que la «situación adivinatoria» es un diálogo, cuya versatilidad se enriquece con la participación activa del consultante. Cuanto más rico y detallado sea el planteo de éste, mayor será el número de variables a manejar por el adivino, y más exhaustiva la respuesta;
3) como todo diálogo tentativo, la «situación adivinatoria» es también una entrevista psicológica. El consultante debe evitar los planteos frívolos y las contradicciones deliberadas, que sólo conducirán a respuestas carentes de interés.
Básicamente, adivino y consultante deben partir de parecidos niveles de intencionalidad, para que la entrevista sea homogénea. Se trata en definitiva de un ejercicio de imaginación y de una prospección psicológica, interpretados por un dúo que ignora la mayor parte de la partitura a ejecutar. Es fácil comprender la importancia que en una propuesta de este tipo tienen los instrumentos afinados.
Piotr Demiánovich Ouspensky, partiendo de un análisis esotérico, y Juan-Eduardo Cirlot, comentando la relación del Tarot con la psicología profunda, llegan a parecidas conclusiones en cuanto a lo que podría llamarse el criterio de lectura. Una misma mesa podría leerse así en dos niveles totalmente distintos, aunque complementarios:

1. Relación del consultante consigo mismo, investigación del desarrollo personal, análisis de la búsqueda y posterior hallazgo de la identidad (vía lunar, abstracta, experiencia intransferible).
2. Relación del consultante con su medio ambiente; lucha o desarrollo con los demás, competencia, profesión, amores, situación en el mundo (vía solar, concreta, experiencia que no se realiza más que compartiéndola).

Queda por ver el proceso operativo de la lectura, para el cual pueden adoptarse diversos métodos. No se describirán aquí los más populares de entre ellos (italiano, francés, gitano) por su escaso o nulo valor simbólico y psicológico. Todos ellos parten de una carencia fundamental: la asignación de un valor fijo e inmutable a cada carta, reducido casi siempre a una tabla oracular que puede aprenderse de memoria. Es notable que estos precarios métodos sigan gozando de un reiterado fervor mayoritario, pero la explicación de ese éxito es tan simple como ellos mismos: a la manera de los horóscopos que aparecen en periódicos y revistas, están estructurados según un cálculo de probabilidades que cubre bastante bien el relativamente modesto campo de las expectativas humanas (Granville Baker demostró alguna vez que en las obras de Shakespeare se daban la totalidad de situaciones dramáticas posibles: el número era asombrosamente bajo, y explica el hecho de que Shakespeare siga estrenando con regularidad). Se sabe, por otra parte, que la percepción es selectiva, y todo hombre escucha aproximadamente lo que quiere escuchar: un buen pronóstico y dos o tres cercanos, alcanzan a producir la impresión de una buena lectura, entre diez o veinte disparates que no pueden relacionarse con nada.
Los tres métodos que se citan a continuación parecen ser los menos dogmáticos, los más abiertos a la libertad imaginativa. Pero tampoco deben tomarse como sistemas acabados, sino como propuestas sobre las que la imaginación del adivino debe disponerse a trabajar.
Método de Péladan, Guaita y Wirth. Joséphin Péladan creó el método de lectura de más claro valor sintético -se realiza sólo con los arcanos mayores- y, probablemente, el que constituye un desafío más abierto a la capacidad analógica del adivino. Lo transmitió oralmente a su discípulo Stanislas de Guaita, demasiado preocupado por la reflexión metafísica en torno al Tarot como para escribir sobre sus virtudes adivinatorias. Oswald Wirth recibió de Guaita -como casi todo el material sobre Tarot- el esquema del método, y lo explica en Le Tarot des imagiers du Moyen Age. En síntesis se trata de:

1. El adivino bate las cartas, y pide al consultante que diga un número cualquiera comprendido entre 1 y 22. Por el mismo sistema obtiene tres cartas más (la relación será: para la segunda el consultante dirá un número entre 1 y 21, etc.). El número de ubicación en el mazo se cuenta de arriba a abajo, considerando como arriba el lomo del naipe, y abajo su valor oculto a la vista. No vuelven a mezclarse las cartas entre cada una de las extracciones.
2. La primera carta se coloca a la izquierda del adivino, la segunda a la derecha, la tercera arriba y la cuarta abajo. Hay quienes hacen voltear las cartas al consultante pero esto no es imprescindible. Una vez vueltas las cartas, se obtiene la ubicación de un quinto naipe en el mazo, que se coloca en el medio de los otros cuatro, mediante la suma de los valores de los arcanos expuestos.
3. Cada uno de los arcanos desempeña un papel con todos y cada uno de los otros cuatro, y estas correlaciones son las que crean numerosos canales de lectura. En el punto de partida, la situación obedece al esquema siguiente: que puede interpretarse como sigue:
  • Afirmación. Pone a la vista lo que es favorable al consultante, e indica lo que le conviene hacer: representa la cualidad, la virtud, la orientación a seguir, el afecto con el que se puede contar;
  • Negación. Designa lo que es hostil o desfavorable, lo que conviene evitar; representa el defecto, el vicio, el camino equivocado, los enemigos y las acechanzas;
  • Discusión. Aclara sobre el partido a tomar, sobre el género de resolución que conviene adoptar, sobre la intervención que será decisiva;
  • Solución. Permite presagiar un resultado, tomando en cuenta el pro y el contra, pero sobre todo la:
  • Síntesis. Carta que representa personalmente al consultante, y que simboliza también aquello que es capital, de lo cual todo depende.
Desde ese punto de partida, las relaciones se van haciendo más complejas y estimulantes, a medida que se compara por oposición el simbolismo relativo de cada uno de los arcanos. La parábola de Juicio, que representa esta mesa, es también una de las más bellas y fecundas metáforas que puede componer el Tarot.
Éste método que acabamos de describir es que se utiliza en el programa.
Método geomántico de Marteau. Parte de la adaptación de las «figuras» y las «casas» de la geomancia, acaso la más abstracta de las artes adivinatoria. El resultado final, en todo caso, es la extracción de doce láminas, que responde cada una a una temática diversa, según el siguiente planteamiento:

1) El carácter, y el empleo que el consultante ha dado a su vida hasta ese momento.
2) Los bienes y la fortuna material.
3) Hermanos y hermanas, familia en general. Medio ambiente.
4) Los padres (ascendiente, antepasados).
5) Los hijos (descendencia, continuidad).
6) Enfermedades, servidumbres, sometimientos. Relación con jefes y subordinados.
7) La conjunción, el adversario. Relación matrimonial, la pareja.
8) Muerte (decadencia, cambios definitivos de actitud, pérdida parcial de alguna característica de la vida).
9) Misticismo. Sabiduría, ciencia. Talento.
10) Triunfos, dignidades, trabajos, ocupaciones.
11) Los amigos.
12) Adversidad, obstáculos.
 
Estas doce primeras cartas deben ser forzosamente arcanos mayores, luego de lo cual se mezclan los arcanos restantes con el resto del mazo y se procede a una segunda vuelta de doce cartas. Este segundo naipe marca la tendencia hacia el porvenir del primero, y apoya o desmiente la impresión por él causada. A petición del consultante, puede extraerse una tercera carta para cada una de las casas en las que la lectura no haya resultado suficientemente clara.
Una variante es el empleo de la totalidad del mazo, expuesto circularmente y sobre la base de la docena. La primera docena, que se expondrá boca arriba, indica el sentido general de cada una de las casas; las siguientes -que se servirán cerradas, y se descubrirán a medida que lo precise la lectura- irán indicando el aspecto físico, sentimental, intelectual y psicológico de éstas. Una última mano servirá para ensamblar y corroborar esta lectura múltiple de cada uno de los aspectos.
Método extraído de Piotr Demiánovich Ouspensky. En Un nuevo modelo del Universo, Ouspensky dedica un capítulo al Tarot, considerándolo como una suerte de libro sintético de los conocimientos herméticos. Aún cuando el autor ruso no plantea el nivel adivinatorio del Tarot, sino más bien su empleo como ejercicio filosófico, puede extraerse de sus observaciones por lo menos un modelo de «mesa». Es la figura compuesta por el punto inserto en un triángulo, inserto a su vez en un cuadrado, como graficación de los tres mundos nouménico, psíquico y fenoménico. Esta propuesta enlaza con lo mencionado más arriba sobre los criterios de lectura (vía solar y vía lunar), y puede producir numerosas combinaciones experimentales.


    

“Consideren estas líneas como ecos de las subidas y las bajadas,
pulmonía galopante y locura común, coloreada con culpa, orgullo
y un vago sentido de desesperanza”.
Kris Kristofferson



“Sí, fue durante una fría mañana…el viento soplaba desde el gran Cañón,
el desierto bostezaba y el sol se jactaba de los desgraciados
que no tenían agua para beber… El rancho no quedaba lejos,
pero Morgan no lo sabía, además su caballo estaba exhausto.
Y sucedió lo que tenía que suceder:
Johnny cogió su fusil y disparó, después le pasó el fusil
a McPearson y éste disparo a su vez… fueron balas perdidas.
Morgan se dio cuenta de que tenía que haber orinado antes de salir de casa,
 más ahora ya era muy tarde para hacerlo;
Había hecho una estupidez…¡Cómo siempre!-silbó el viento…
y Johnny cogió su fusil y disparó por tercera vez y ahora la bala
Alcanzó su objetivo.”

José Manuel Vara
De “Johnny cogió su fusil”(obra inédita)




 
 
Segundo Extracto de los Diarios de Hezskha Lauzone.
 
   …De nuevo abriendo el grifo de la ducha…
¡Eh, los del fondo!. Sólo, sólo una pregunta: ¿en qué nos quedamos la última vez?- ¡Eh, usted, el de la corbata a rayas!, ¿no vino ayer a la función?. Y, después, todo se desvanece y se despereza de un letargo que bosteza sobre un muro carmesí.
   (Búscale el significado, pues no lo tiene o con qué facilidad castramos a los animales)
   Lo único que debería preocuparte… ¡no!, mejor: lo único que tendría que preocuparte debería ser la cuestión del hilo narrativo inicial; descanso… la trama narrativa o el argumento, llámenlo como gusten y deseen o, mejor aún, den entera libertad a la formación de las letras… en un orden supuestamente intermitente o a intervalos decrecientes, o a discrepancias tonales, o para acabar con el chasquido de un flash… Es extraño, pero, a veces, suceden cosas desconcertantes: puedes encontrarte en dos lugares al mismo tiempo, mirando a los ojos de una persona y dándote cuenta de que por dentro sólo es de serrín. ¡Imagínense la escena!: una mujer en cuclillas sobre los bordes de una maceta, entonces le empieza a manar serrín de entre las piernas y puedes oír cómo, detrás de ella, ladran furiosamente algunos cientos de perros HAMBRIENTOS.
   (Párate, muestra el carnet de identidad… tu identificación social)
   Pero, volvemos de nuevo al origen de las promesas, al final de las conciencias lúcidas, a las protuberancias inconstantes de un lujurioso despertar
   (o emerger)
   del inconsciente; …me detengo, tomo aire y releo dos de las líneas que he escrito: me saben a vino aguado, demasiado aguado, como si careciera de pureza original, ya que la he perdido en conjeturas, en vanos esfuerzos por incrementar el estado de desasosiego y, mientras tanto, el hambre interior persiste en su harakiri particular devorándose a sí misma a través de los cables del tendido eléctrico. Me río,
   (es una carcajada interior)
   porque no aguanto más, por eso digámoslo de esta manera: “el desvarío cotidiano acaba de comenzar”. Y ahora sí, estás dentro, pero fuera de ese sitio en el que te encuentras muy bien. Al mismo tiempo si estás solo dentro de ese sitio vomitas sobre tus propios
   (y lustrosos)
   zapatos.
   El dolor de cabeza aparece por el fondo, abriéndose paso por entre los lóbulos temporales. Veo ascender vertiginosamente volutas de desesperación que se alzan a través de las olas transparentes de… ¿de qué?. Me he cortado en mitad de la frase y no es la primera vez y, desde luego, tampoco será la última. Sí, afortunadamente, no será la última vez.
   ¿Dónde está el intercambio, el célebre cara a cara de palabras apesadumbradas, pero egocéntricas?, ¿dónde está el encuentro?, ¿dónde está el: “sí, mira, estoy aquí a tu lado, puedes estar seguro”?. Oye, ¿tú te sientes realmente bien?.
   “Sí, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla y total, ¿para qué?. No dices absolutamente nada, tus labios ni siquiera se han movido o yo no quiero escucharte; yo no quiero ver, no quiero tener la certeza de que tus labios se han movido y yo no he podido escuchar tus palabras…”. ¿Dónde está el. “ven, pásate un día por aquí y cuéntame cómo te va la ascensión a los infiernos de tu mente”?. ¡Vamos, otra vez otro vamos!, ¡si no te atreves canta aquello de: “no quiero acordarme de saber quién demonios soy”!. Y los ojos te espían desde la puerta.
   (¡Eh!, retrato de una obsesión posiblemente latente, plausible, estigmatizada)
   ¿Cómo lo ves?.
   Mal por todas partes menos por una: las cosas vienen  solas, ni de aquella manera ni de otra manera, sino de esta manera. ¿Qué?, ¿cómo les va el autoengaño?. ¡Ah, al fin comprueba que tenía razón: la solución está en el interior de un frasco de colonia muerta!.
   Empiezo a ver la traspiración a la que se dedica, tozuda e impertinente, tu piel. Y tú me preguntas:
   ¿De qué va el invento?.
   Yo por respuesta me limito a sonreír, aunque es posible que se trate de una sonrisa forzada, forzada, FORZADA. ¿Se escribe así?. ¡Ah, una cosa: entre tus papeles puedes sentirte a gusto y cómodo porque, precisamente se trata de tus papeles.
   No advirtió que el semáforo estaba en rojo. Y ya sabes a lo que me refiero.
   Más aún, no se dio cuenta de que no podía advertir nada.




De la foto: Esther Eo.

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